Comando Atila: cuando los malos policías se disfrazaban de héroes

Comando Atila: cuando los malos policías se disfrazaban de héroes

Historias detrás de la historia. Primera parte.

LA IMAGEN DE LA FUGA. “El Malevo” se escapa después de haber sido condenado; aunque se cree lo contrario, él no fue el creador del Comando Atila. LA IMAGEN DE LA FUGA. “El Malevo” se escapa después de haber sido condenado; aunque se cree lo contrario, él no fue el creador del Comando Atila.

Durante más de 10 años intentaron manejar la provincia a su antojo. Lo hicieron actuando fuera de la ley. Por eso fueron acusados de cometer diferentes delitos. La historia del Comando Atila guarda detalles poco difundidos. Quizás por el temor que generaron y que siguen generando son pocos los protagonistas que se animaron a hablar. Lo hicieron por una razón: desmitificar a los “malos” que se disfrazaron de héroes.

1- Origen gremial

Todo comenzó antes de la llegada de la democracia. Un grupo de por lo menos 20 policías decidió decir basta a las situaciones -según ellos- irregulares que soportaban. Buscaban recuperar la imagen policial que había sido atropellada por los militares o por sus colaboradores. Se hicieron llamar Movimiento Policial Tucumán (Mopol) y se constituyeron en una especie de entidad gremial azul que protagonizó al menos dos autoacuartelamientos en pocos años.

La agrupación tenía una particularidad. Estaba integrada por oficiales jóvenes; no había ningún comisario. Entre otros, aparecía Fernando Lastra (que llegó a ser legislador del PJ), José Franco (actual prosecretario del Concejo Deliberante de la capital y ex edil por el peronismo), Oscar Rubén Terraza (reconocido perito de la Policía) y Miguel “Tono” Pereyra. Luego, con el correr de los años, se sumarían Eduardo “Perro” Bobi, Luis “El Chueco” Medina y Jorge “Feto” Soria, entre otros. Ellos terminaron siendo las caras visibles del grupo parapolicial.

Su primera aparición pública fue en 1983, cuando protagonizaron un insólito levantamiento. El domingo 3 de julio, violando todas las prohibiciones establecidas por la Dictadura, decidieron autoacuartelarse y marchar hacia la plaza Independencia. Antes de llegar a las escalinatas de Casa de Gobierno se produjo un hecho que marcó a toda la provincia. El entonces gobernador Antonio Merlo desenfundó su arma y los amenazó. Los policías lo enfrentaron y, gracias a la intervención de los custodios, no se produjo un enfrentamiento armado. Merlo terminó siendo desplazado de su cargo.

En 1984, ya en plena democracia y con Fernando Riera como titular del Poder Ejecutivo, Mopol volvió a organizar una revuelta, aunque en este caso fue para protestar por los cambios que se estaban realizando en la fuerza.

Los uniformados reclamaban una recomposición salarial; el régimen laboral de una jornada de 24 horas de trabajo y 48 horas de descanso (el sistema que está vigente); la provisión del uniforme y de los equipos (discusión que hasta hoy se mantiene); y la distribución equitativa de los servicios adicionales (tema que aún sigue generando debate), entre otras cuestiones. Los impulsores del movimiento fueron perseguidos, sancionados y hasta detenidos. Sin embargo, esto no los frenó. Los potenció

FOTO HISTÓRICA. El ex gobernador Antonio Merlo, con la pistola en mano, enfrenta a los efectivos que había iniciado una huelga. credito FOTO HISTÓRICA. El ex gobernador Antonio Merlo, con la pistola en mano, enfrenta a los efectivos que había iniciado una huelga. credito

Los hombres de Mopol se ganaron el respeto de la tropa por haberse puesto al frente de los reclamos. Poco tiempo después se hicieron cargo de la Mutual Policial, una verdadera mina de oro. Pero en el grupo hubo un quiebre. Las razones por las que se produjo siguen sin ser claras.

Algunos sostienen que los hombres más honestos se habrían cansado de los manejos turbios de los oficiales que ya estaban alineados en el Comando Atila. Otros explican que la interna peronista metió la cola y ahí se dividieron las aguas. El ala más dura apoyaba a Renzo Cirnigliaro, mientras que los más progresistas y moderados, a José Domato.

Sí está confirmado que la cuestión se resolvió en un gran asado del que participaron más de 300 personas. Allí conformaron una lista y los más “pesados” quedaron afuera de la entidad. La proscripción no los frenó.

2- “El Malevo”, cara visible

Mario Oscar “El Malevo” Ferreyra nació el 17 de junio de 1945 en Los Pereyra. Con ayuda política logró ingresar a la Escuela de Policía en 1963, ya que no tenía el peso ni la talla exigida para ser cadete. No fue un alumno brillante. Sus primeros destinos fueron diferentes localidades del este de la provincia, donde comenzó a fabricar la imagen de policía duro y justiciero. Con los años alimentó su fama usando una camisa negra y un sombrero Panamá color blanco.

En 1985 (pese a haber sido sancionado en reiteradas oportunidades por excesos y por las supuestas irregularidades que cometió durante su carrera en las zonas rurales) fue nombrado jefe de la sección Robos y Hurtos de la ex Brigada de Investigaciones.

Su popularidad creció en ese puesto. Dejó de ser el personaje del campo para transformarse en uno urbano. Su amor por las cámaras le dio trascendencia nacional. El país admiraba a ese hombre que, supuestamente, estaba dispuesto a dejar la vida para terminar con la delincuencia.

Los oficiales que habían quedado sin lugar en el Mopol vieron en Ferreyra a un líder ideal para realizar actividades ilícitas detrás del uniforme. Así nació el Comando Atila, un grupo parapolicial que con el correr de los años fue implicado en delitos entre los que se cuentan amenazas, lesiones, homicidios y robos, y que fueron involucrados con la prostitución y el juego ilegal. En definitiva, se cargaban todo el Código Penal sobre sus espaldas, pero siempre, de una manera u otra, terminaban sobreseídos. Es decir, fueron acusados en varias oportunidades, pero nunca condenados.

TENSIÓN. Merlo aparece rodeado por los efectivos que formaban parte del Movimiento Policial Tucumán. (Mopol). TENSIÓN. Merlo aparece rodeado por los efectivos que formaban parte del Movimiento Policial Tucumán. (Mopol).

“No era un comando, sino un grupo de policías que nunca respetaron las leyes para realizar su trabajo. Trabajaban para ellos, no para la comunidad. No les interesaba en lo más mínimo la seguridad de la población. Ellos actuaban y punto”, dijo el comisario retirado Víctor Aráoz.

“Sobre Ferreyra puedo decir dos cosas: pese a que tuvo varias muertes, ninguna de ellas se produjeron en enfrentamientos. Estoy seguro de que nunca se enfrentó solo con nadie, siempre fueron sus hombres los que dispararon”, agregó.

En la historia de este grupo hay varios mitos que perduraron con el tiempo. Falsedades que alimentaron la teoría de que esa Policía era mejor y que los delincuentes no tenían lugar si ellos estaban en acción.

Por ejemplo, Ferreyra no creó el Comando Atila, sino que sus integrantes aprovecharon su fama para ganarse la simpatía de una sociedad que no conocía lo que estaba sucediendo en las calles. Hubo lealtad, pero con límites. “El Malevo” se quitó la vida el 21 de noviembre de 2008 delante de las cámaras de Crónica TV en su casa de San Andrés.

Sus seguidores, en cambio, luego de retirarse de la policía nunca tuvieron problemas económicos y algunos de ellos se transformaron en prósperos empresarios.

3- Mano de obra desocupada

Los miembros del Comando Atila fueron sospechados de torturas y ejecuciones de personas que tenían antecedentes por robo. Esas prácticas fueron muy comunes en los tiempos de la última Dictadura militar. El mismo Ferreyra y Camilo Orce (otro duro de esos tiempos) pidieron ser integrantes del Grupo Antisubversivo del Este, una célula parapolicial que secuestró a dirigentes políticos, sindicales y ciudadanos en general.

Pero también eran contratados para resolver otras situaciones. Los patrones de las fincas los llamaban para que se encargaran de castigar a los empleados más rebeldes, para correr a supuestos usurpadores, para defender campos que eran pretendidos por otros y para castigar de la peor manera a los cuatreros que se atrevían a robar los animales de la zona.

Pese a las numerosas denuncias en su contra, Orce fue el único que se sentó en el banquillo de los acusados en un juicio por lesa humanidad, pero terminó absuelto (aunque el fallo aún no quedó firme). “El Malevo” se suicidó cuando personal de Gendarmería Nacional estaba por detenerlo por su participación en la llamada “guerra sucia”.

“No hay dudas de que las prácticas que llevaba adelante este grupo tenían que ver con el aprendizaje que tuvieron durante la dictadura. Me refiero especialmente a las ejecuciones sumarias, que tanto se aplicaron en esos tiempos”, aseguró Bernardo Lobo Bugeau, abogado especialista en Derechos Humanos.

El profesional señaló que los miembros del Comando Atila aparecieron mencionados en las causas de delitos de lesa humanidad, aunque sólo se confirmó la participación de Ferreyra y de Orce, que afrontaron un proceso penal.

4- “El azote de Dios”

Los integrantes del Comando Atila también tomaron algunas costumbres de los años de plomo. Al mejor estilo Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), el grupo parapolicial emitía comunicados de prensa y sellaba cada uno de sus mensajes o actos con frases como: “Comando Atila, el azote de Dios”, “¡Viva la Justicia!”, “El operativo limpieza está en marcha” y “¡Adelante Policía!”, entre otras.

Uno de sus mensajes más preocupantes se conoció después de que una integrante del clan Los Gardelitos se quejara públicamente que los miembros de su familia “no eran asesinos, sino ladrones”.

Cuestionaron a los jueces por no haber actuado de oficio y advirtieron: “a la delincuencia: persona que se encuentre cometiendo actos delictivos como robos, violaciones, delitos contra la propiedad, delitos contra las personas, malversación de caudales públicos, funcionarios corruptos, será condenada de ‘oficio’ a la pena de muerte. Elijan: la tranquilidad absoluta para la provincia de Tucumán o muerte”. Lo más grave es que cumplieron con su palabra.

Nunca hizo falta ser un perito para establecer que esos comunicados eran redactados por policías. No sólo por el inconfundible léxico que utilizaban, sino porque además eran escritos con las viejas máquinas de escribir que se utilizaban en las dependencias de la fuerza. Además, redactaban con mayúsculas en el mismo papel con el que daban a conocer las novedades. Otro dato: siempre cuestionaron a los políticos que criticaban sus prácticas, como al ya fallecido Gumersindo Parajón, a Juan “Chino” Robles y al peronista José Vitar, entre otros.

Difundieron su primer comunicado en enero de 1987. Allí contaron su versión sobre la muerte de dos integrantes del clan Los Gardelitos, ocurrida el 31 de diciembre de 1986. Ese día, Rubén “La Chancha” y su hermano Ángel Ale ultimaron a balazos a Santos Pastor Aguirre y a Enrique Ramón Galván. Denunciaron públicamente que la pelea se había originado por una cuestión de drogas. Que las víctimas le habían mejicaneado una carga y que Rubén “Sopa ‘i Chancho” Urueña, que tenía como guardaespaldas al “Mono” Ale, los había descubierto vendiéndola.

Esa versión nunca pudo ser confirmada y muchos sostienen que lo hicieron para quedarse con las actividades ilícitas que supuestamente realizaban sus rivales.

Próxima entrega: La crónica de los cinco casos polémicos en los que estuvieron involucrados.

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