¿Vandalismo o arte sobre arte? Grafitearon una obra de Lola Mora

¿Vandalismo o arte sobre arte? Grafitearon una obra de Lola Mora

Un funcionario municipal señala que se trata de un hecho más que daña el patrimonio artístico que tenemos los tucumanos en la ciudad.

RECURRENTE. Es la firma que apareció en el pedestal o otros sectores de la estatua. LA GACETA / DIEGO ARÁOZ RECURRENTE. Es la firma que apareció en el pedestal o otros sectores de la estatua. LA GACETA / DIEGO ARÁOZ

De mármol de Carrara y placas de ónix de San Luis. Ese es el material que usó la escultora argentina y tucumana Lola Mora para recrear a Juan Bautista Alberdi, prócer que escribió en 1852 las “Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina”. El texto fue una referencia para redactar nuestra Constitución. A la imagen, que hoy se erige en el centro de la plaza homónima al jurista tucumano, la artista la acompañó con un ángel y una figura femenina que le ofrece un libro, quizás la Constitución. 

¿Alguna vez se han detenido a observarla en su totalidad? Si hoy estuvieras frente a esa gran obra de arte, que está al aire libre pero rodeada de rejas, notarías que fue grafiteada, con un tag (una firma), en dos lugares: en el libro y en el pedestal. ¿Vandalismo o arte sobre arte?

Se registran en la ciudad dos tipos de daños comunes sobre las obras artísticas insertadas por la ciudad. Miguel Ángel Bustamante, jefe del departamento Obras e Instalaciones de la Dirección de Espacios Verdes municipal, detalló que por un lado las ensucian con barro, las escriben o plasman imágenes o letras con aerosol en esculturas, monumentos o placas. 

Y por otra parte, rompen las piezas, y ese es el daño más grave y difícil de reparar. “Cuando tienen escrituras o pintadas se hace limpieza con productos especiales, no corrosivos, que no dañan la pieza escultórica. Pero cuando las rompen, en muchos casos tenemos que trasladarlas al taller. Eso lleva tiempo. Algunas, por el daño, no vuelven a sus lugares originales”, añadió Bustamante.

Los vecinos son los primeros que avisan que una escultura o busto ha sido vandalizada, contó el funcionario. Pero el municipio también tiene su plan para detectar agresiones al patrimonio artístico: controlan con un plan de trabajo bimestral y hacen un mantenimiento de las esculturas, placas y monumentos. En unas planillas saben qué se hizo y cuándo se ha trabajado por última vez en la pieza.

Sobre el grafiti plasmado en la escultura que acompaña a Alberdi no habían sido notificados, y le sorprendió que haya sido vandalizada ya que está protegida por una reja. Además, precisó que en agosto de 2019 se le hizo una restauración importante, y que luego le sucedieron otros arreglos, cada dos meses.

Si Bustamante tuviera que hacer un ranking de las esculturas más vulnerables, en el primer puesto ubicaría las del parque 9 de Julio. De hecho a fines de 2019 crearon un “Paseo de las estatuas” para hacer más visibles y más conocidas estas obras de arte desparramadas por todo el pulmón verde. Ya hay horario y día definidos. 

“A una escultura que está ubicada en la intersección con 24 de Septiembre la tuvimos que enrejar, porque sufrió múltiples vandalizaciones. Y lo que pasó con la Meditación fue un claro ejemplo del peligro al que están expuestas. Otra que sufre constantes agresiones es la de Raúl Alfonsín, cerca del club Lawn Tennis”, precisó Bustamante.

Falta de apropiación

El vandalismo es producto de una falta de concientización y sentido de pertenencia por parte de la comunidad en la que esas obras están insertas, según opina Lilian Prebisch, escultora, investigadora y docente del taller de Escultura de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán. Y con ello se refirió a que si bien las obras artísticas están en los espacios públicos, no son tenidas en cuenta por la gente, porque no hay una apropiación hacia ellas.

 “Eso se podría combatir con ciertas políticas de incentivación respecto de generar conciencia y ese sentido de pertenencia. El hecho de inaugurar esculturas en espacios públicos, que solamente estén respondiendo a una necesidad de una ceremonia conmemorativa (como un acto político para inaugurar un busto de algún personaje), se hace sólo para ese momento y después la obra pasa al olvido”, opinó la profesional.

Pensando en cómo revertir esta situación, Prebisch destacó que la participación de la gente en la decisión de la ocupación de espacios públicos a través del arte es importante. En este contexto detalló que contribuyen los concursos, en los que intervienen varios actores (instituciones, artistas, vecinos, políticos), y son instancias participativas que le dan un respaldo a esa obra en un espacio compartido por todos. Estas ideas -detalló- generarán a la larga sentido de pertenencia, que hará que los vecinos cuiden esa obra, porque sentirán que forma parte de su barrio, del lugar donde viven. En cambio, el vandalismo tiene que ver con “eso de que las obras pasan desapercibidas y el vandalismo les da visibilidad. Es feo. Pero de lo contrario no los veríamos. Muchos van por la plaza Alberdi y no ven la escultura y ni saben quién la ha hecho”.

Respondiendo a la primera pregunta sobre si un grafiti en una escultura es arte sobre arte o pura vandalización, la profesional tucumana respondió que si bien los grafittis son arte hay que relativizar el hecho artístico cuando el soporte es otra obra y perjudica la integridad material de la escultura. Es decir, cuando se genera un deterioro en el soporte por acción del grafiti.

Las esculturas, general e históricamente, interpelan con sus mensajes a amplios sectores sociales. Mayormente fueron y son parte del repertorio del poder estatal o imperial para narrar sus orígenes, establecer jerarquías, recordar gestas. Por su materialidad que se aproxima, relativamente, a la escala humana, han sido objeto de la intervención y furia de los rebeldes, los enemigos, los conquistadores, entre otros. 

El vínculo con estos “lugares de memoria” (en el sentido que le da Pierre Nora) es múltiple y muchas veces se convierten en lugares de confrontación de poder o poderes. La historia y aún la arqueología nos ofrecen innumerables ejemplos del traslado, la mutilación, destrucción, ocultamiento o desacralización de tallas líticas y esculturas. Valgan como ejemplo: el entierro de la Coatlicue por los conquistadores españoles de México; la destrucción de la estatua de Eva Perón en Concepción, Tucumán, por enemigos del régimen peronista depuesto en 1955; el atentado contra La Piedad en 1972, en la Basílica de San Pedro, por un hombre con problemas mentales… 

La lista no terminaría y la variabilidad es grande en los impulsos vandálicos contra las esculturas. Frecuentemente, los enemigos, los rebeldes, los enojados o perturbados no distinguen un trabajo burdo de una obra de arte. Por ello, el David, obra de Miguel Ángel, expuesto en la plaza de la Señoría en Florencia, Italia, se reemplazó por una copia, acción que busca preservar la magnífica obra.

No podemos dejar de ver los actos de taggeos, grafittis, bombing y demás acciones rápidas y desafiantes como una señalización de una conducta social frente a la ausencia y el olvido de la construcción de una comunidad. Es su esencia y su origen. Hoy el arte urbano cobija estas acciones a la par de murales y diseños de vidrieras que intentan simular estos códigos estéticos. Pero cuando se tocan espacios emblemáticos que además hoy representan una lucha social, intentamos darle un orden para delimitar lo que se debe y lo que no. Con el tag en la escultura de Alberdi quizás se quiso marcar una diferencia entre la cultura y lo que queda por fuera. Que de hecho sigue siendo nuestra cultura. 

Entonces, ¿el límite y la sentencia sería hacia qué? ¿El arte? ¿Se juzga la actitud de una persona (o pobre infeliz si hablamos de artistas) que quiso apropiarse del espacio público haciéndose eco del espacio publico o de Lola Mora? ¿O mostramos la limitación de una sociedad incapaz de leer lo simbólico de las acciones que trasgreden? ¿Molesta cuando decidimos actuar? 

¿Las leyes o denuncias hablan de una construcción o una imposición de normativas a seguir? Creemos que está todo bien cuando la ciudad se viste de empapelados que contaminan con nombres que no dicen nada y prometen todo y caripelas con retoques de photoshop y mucha pose para parecer confiables, pero cuando uno pone su firma sobre una obra se escandalizan por la ignorancia y falta de respeto.

EN JUJUY
Las obras también son blanco de vandalizaciones

En 2017, el Observatorio del Patrimonio Cultural de Jujuy contactó a especialistas para hacer un diagnóstico sobre las seis obras de la escultora tucumana Lola Mora, que desde 1922 se encuentran en la provincia vecina. El trabajo surgió por las repetidas vandalizaciones, como la que sucedió en el año 2000: a la obra “El Trabajo” le pintaron una franja roja imitando la camiseta de River. “Las estatuas de Lola Mora vienen siendo tema de debate en la provincia. Se recuperaron después de graves vandalizaciones, pero igual sufren el desgaste del clima. Se hizo un proyecto de traer réplicas y mandar las  originales a Buenos Aires. Se concretó, pero las réplicas eran horrorosas. También se pensó en sacarlas del centro y hacer un museo de la escultora o cerrarlas con blindex”, contó a LA GACETA el concejal opositor jujeño Matías Domínguez. A ello sumó lo que él consideró como otra mala decisión del gobierno actual: el intendente de la capital construyó una fuente al lado de los famosos leones de la artista tucumana, lo que afectó las esculturas. “Se necesita tomar una determinación urgente sobre qué hacer con ellas”, añadió el funcionario.

Incapaces de leer lo simbólico

Por Ludmila Ríos Guillen, Coche, Leandro Fernández, Cuore, Nacho Stesina (grafiteros)

No podemos dejar de ver los actos de taggeos, grafittis, bombing y demás acciones rápidas y desafiantes como una señalización de una conducta social frente a la ausencia y el olvido de la construcción de una comunidad. Es su esencia y su origen. Hoy el arte urbano cobija estas acciones a la par de murales y diseños de vidrieras que intentan simular estos códigos estéticos. Pero cuando se tocan espacios emblemáticos que además hoy representan una lucha social, intentamos darle un orden para delimitar lo que se debe y lo que no. Con el tag en la escultura de Alberdi quizás se quiso marcar una diferencia entre la cultura y lo que queda por fuera. Que de hecho sigue siendo nuestra cultura. 

Entonces, ¿el límite y la sentencia sería hacia qué? ¿El arte? ¿Se juzga la actitud de una persona (o pobre infeliz si hablamos de artistas) que quiso apropiarse del espacio público haciéndose eco del espacio publico o de Lola Mora? ¿O mostramos la limitación de una sociedad incapaz de leer lo simbólico de las acciones que trasgreden? ¿Molesta cuando decidimos actuar? 

¿Las leyes o denuncias hablan de una construcción o una imposición de normativas a seguir? Creemos  que está todo bien cuando la ciudad se viste de empapelados que contaminan con nombres que no dicen nada y prometen todo y caripelas con retoques de photoshop y mucha pose para parecer confiables, pero cuando uno pone su firma sobre una obra se escandalizan por la ignorancia y falta de respeto.

Impulsos vandálicos

Por Estela Noli
Decana de la Facultad de Artes, historiadora, investigadora, y doctora en ciencias soc
iales.

Las esculturas, general e históricamente, interpelan con sus mensajes a amplios sectores sociales. Mayormente fueron y son parte del repertorio del poder estatal o imperial para narrar sus orígenes, establecer jerarquías, recordar gestas. Por su materialidad que se aproxima, relativamente, a la escala humana, han sido objeto de la  intervención y furia de los rebeldes, los enemigos, los conquistadores, entre otros. 

El vínculo con estos “lugares de memoria” (en el sentido que le da Pierre Nora) es múltiple y muchas veces se convierten en lugares de confrontación de poder o poderes. La historia y aún la arqueología nos ofrecen innumerables ejemplos del traslado, la mutilación, destrucción, ocultamiento o desacralización de tallas líticas y esculturas. Valgan como ejemplo: el entierro de la Coatlicue por los conquistadores españoles de México; la destrucción de la estatua de Eva Perón en Concepción, Tucumán, por enemigos del régimen peronista depuesto en 1955; el atentado contra La Piedad en 1972, en la Basílica de San Pedro, por un hombre con problemas mentales… 

La lista no terminaría y la variabilidad es grande en los impulsos vandálicos contra las esculturas. Frecuentemente, los enemigos, los rebeldes, los enojados o perturbados no distinguen un trabajo burdo de una obra de arte. Por ello, el David, obra de Miguel Ángel, expuesto en la plaza de la Señoría en Florencia, Italia, se reemplazó por una copia, acción que busca preservar la magnífica obra.

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