El poder de los vice

Los vices, de presidente o de gobernador, suelen ser perfectos aliados y militantes de la causa o, cuando no, una piedra en el zapato para los número uno. Sucedió en Tucumán y en la Nación. Desde aquel 18 de mayo en el que, a través de un extenso video, Cristina dio un inteligente paso al costado -o renuncia a aspirar nuevamente a la presidencia- al elegir a Alberto Fernández para que encabece la fórmula de la unidad; se viene especulando sobre quién tendrá el poder real en esa sociedad. Debate que agrieta hasta a los analistas. Y también se especula sobre si habrá ruptura o consolidación de la dupla: anhelo subterráneo de la oposición, lo primero, y esperanza de todo el peronismo, lo segundo.

En las últimas horas, la vicepresidenta cumplió a la perfección el papel de fiel escudero y compañera de ruta del Presidente al facilitarle la ley de Solidaridad Social y Reactivación Productiva que reclamaba, iniciativa que, por cierto, debe demostrar en el camino la efectividad de sus propósitos y de su pomposo y ambicioso título. Pero la vicepresidenta hizo más desde lo gestual e institucional, lo fortaleció políticamente al delegarle facultades propias del Congreso al Poder Ejecutivo nacional. En otros términos se podría decir que, frente a aquella simplista mirada de que Alberto manejaba el PEN y Cristina el Parlamento, ella delegó la cuota de poder institucional que tenía en manos del jefe de Estado. No se arrogó para sí ningún control. No sólo obró como se espera en una coalición de gobierno, sino que dio señales de fortalecimiento a Alberto; lo empoderó de facultades institucionales que desde la oposición cuestionan con toda razón porque se desbalancea el equilibrio de poderes.

Las crisis recurrentes del país siempre les vienen de perillas a los simpatizantes de Perón, porque hacen emerger en ellos esa vocación por concentrar el poder en un líder para que los guíe, los encolumne y saque a la Argentina del pantano social y económico. Excusas y justificaciones nunca les faltan para avanzar con acciones que bordean los límites constitucionales y de la legalidad, y siempre se las facilitan los que estuvieron antes en el poder. Ya lo decía “el general”: “no es que nosotros seamos buenos, sino que los que vinieron después fueron peores”. Huelgan los comentarios. En esa línea, Cristina actuó como se espera que lo haga un “compañero” en este tipo de situaciones de dramatismo social y económico, pobreza e inflación desenfrenadas: apostar por el que conduce desde la presidencia del país, respaldarlo, fortalecerlo, seguirlo y rogar porque acierte. Un clásico del peronismo que al sistema presidencialista que cracateriza del país, por aquel simplismo axioma del que maneja la lapicera tiene el poder, le añade una cuota propia de hiperpresidencialismo que germina desde su propia concepción del manejo del poder.

La vice no dudó en este caso, aun a costa de ceder poder institucional legislativo a su compañero de fórmula, una primera muestra de que, por lo menos en los inicios, será una devota militante de la gestión. Un gesto para propios y extraños, pero que para dentro del peronismo adquiere relevancia porque significa que en este barco están todos y que todos se hunden juntos, o salen juntos a flote. Una prueba inicial de que el experimento electoral del Frente de Todos es también una expresión de poder desde la unidad. Sergio Massa la tuvo más difícil pero salió airoso logrando el quórum y dando media sanción a la norma. Cristina le puso el moño y le concedió a Alberto su primer regalo y pareció decirle: bueno, ahí lo tenés, hacete cargo. Con la ley en la mano, Alberto empieza realmente su presidencia y a desandar el camino para demostrar si el traje de mandatario no le queda grande. La vicepresidenta le cedió la cinta de capitán, se sentó en el palco a observar el partido y a los simpatizantes les envió un claro mensaje desde el Senado: todos a alentar al equipo.

En Tucumán también hay un “vice”, Jaldo, con quien, de cierta forma, se puede trazar un paralelismo con aquella “vice”, desde lo que implicaron y significan como sostén de sus respectivos socios en los ejecutivos. Si la ex senadora fortaleció internamente en el PJ a Alberto; el tranqueño cercó y encolumnó al peronismo y a sus principales dirigentes territoriales detrás de Manzur. Viene siendo el baluarte y el armador político sobre el que se edificó el poder institucional del gobernador, la sociedad viene funcionando como un reloj de precisión, ganando batallas electorales y actuando en tándem. ¿Seguirá siendo así? La pregunta se viene validando por sí sola porque así como están los que observan con desconfianza el pacto político entre Cristina y Alberto e interpretan que en algún momento uno de ellos tendrá que emerger con el poder total, por esos lares deambulan los que tempranamente han comenzado a deslizar que las ambiciones políticas pueden hacer tropezar a la dupla política.

¿Qué puede hacer naufragar a esta exitosa sociedad si parece que todo ya estaría acordado para los próximos cuatro años? O consensuado tácitamente en el marco de la actual Constitución. Porque, sencillamente, la Carta Magna, le impide otro mandato a Manzur en 2023; lo cual habilita a que el vicegobernador aspire con razón a ocupar ese lugar; que dicho sea de paso, hace rato que se viene preparando para ese puesto. Más cerca no puede estar, está ahí, a la vuelta de la esquina, o de los años. Esa realidad basada en los textos constitucionales es lo que los cohesiona y, por ende, es también lo que los puede enfrentar. En este caso, la pelota está en el campo del gobernador, de él depende mayormente la decisión de que haya un final feliz para la dupla o que se vislumbre un futuro incierto. ¿Querrá, como su antecesor, Alperovich, modificar la Constitución para imponer la reelección indefinida? Alguien de su entorno supo sugerírselo al ex gobernador allá por 2006; pero el senador prefirió clausurar esa vía, decidió insertar la reelección y anular el primer mandato para ese caso.

Hoy el gobernador está golpeado, en un ciclo político negativo por causa de Cristina, quien le cerró las puertas de acceso para él y para la mayoría de sus colaboradores a la Nación; después de ser el gobernador que más se jugó por la fórmula del Frente de Todos desde el mismo instante en que salió aquel video. En el país, y en el peronismo, hacen esa misma lectura, que la ex presidenta influyó para que no ganase espacio en el gabinete. Hasta se sugiere que ese malestar no sólo se agota porque dijera que “ya fue” o que le negara conducción en el justicialismo, sino que hay algo más personal que político detrás de ese distanciamiento. Hoy por hoy, Manzur, por cuestiones de fronteras afuera, no está en condiciones de proponer y avanzar sobre una eventual reforma constitucional; y por varias razones, una porque está debilitado a raíz del ninguneo de Cristina y porque, seguramente, desde el propio corazón del peronismo a nivel nacional no se aprobaría tal gesto de un gobernador. Si dijeron que vinieron para ser mejores, sería inaceptable tal proposición para ir, nuevamente, por todo. Ahora no, pero quién sabe más adelante. Por el momento, la Constitución, tal como está, ordena y encolumna al peronismo; y algunos los pone en el desafío de aspirar a ver si llegan a la candidatura de vicegobernador en 2023, tanto con reforma o sin reforma. Los vices, siempre son clave en la historia reciente de la provincia y de la Nación. No hay que perderlos de vista, porque están en la nuca de los primeros.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios