Tucumán, en busca de la identidad perdida

Tucumán, en busca de la identidad perdida

Tucumán, en busca de la identidad perdida

La ciudad de Tucumán se interpela a sí misma ante la pérdida constante de personalidad. Y es un debate profundo, crudo, que sucede todos los días, que tiene víctimas y victimarios, a espaldas de las autoridades inadvertidas.

Unos lamentan la desaparición, casi total, de esas curvas y contracurvas coloniales, de esas escasas huellas independentistas que aún estaban de pie.

Otros, se quejan en voz alta porque el progreso no termina de imponerse en la quinta metrópolis más populosa del país.

Dos filosofías en pugna que, sin embargo, tienen dos grandes denominadores comunes.

Tanto la ciudad colonial arrasada, como la nueva que no termina de definirse, fueron y son producto, por un lado, de un mercado inmobiliario que tira y levanta lo que quiere, cuando quiere y dónde quiere. Y, por otro lado, la historia anulada y la modernidad postergada son consecuencia, también, de un Estado ausente, que no proyecta ni planifica a largo plazo.

Tucumán no carece de identidad, como suele repetirse, por el contrario, la tiene y está muy presente: es desconcertante, voraz pero también ingenua por partes; sucia y hermosa a la vez; según la zona, puede ser ruidosa y campestre al unísono; histórica y novata en una misma platabanda, en una misma avenida, en una misma plaza.

Con grandes cicatrices que denotan que alguna vez fue una urbe imponente, y también con pequeñas heridas sangrantes que confirman que hoy es, además, un gran alboroto tercermundista sin liderazgos fuertes.

Amor propio

El pasado ya no existe, no puede regresar, y el futuro es un país extraño, como decía el historiador español Josep Fontana.

Entonces, no queda otra que focalizarse en el presente, única realidad irrefutable, para imaginar y construir una nueva identidad.

¿Por qué es importante edificar y fortalecer una identidad? Porque sobre ella se cimienta la autoestima de una sociedad.

Y una de las principales carencias de los tucumanos tiene que ver con nuestro magullado amor propio.

El sepulcro de la dominación española, la Cuna de la Independencia, la primera industria pesada nacional, la capital económica del norte, el semillero de ilustres y notables, el Jardín de la República, y hasta nos atrevimos, incluso, a fundar la República de Tucumán, cuyo bicentenario se cumple ahora, en 2020.

Todo lo que ya no somos y de lo que ha quedado, apenas, un territorio bastante encogido, una famosa “casita” de Tucumán, las empanadas más ricas -¿quizás?- y un par de equipos de fútbol transfronterizos. No hay mucho más de aquella formidable estirpe.

Para construir identidad y levantar la autoestima no hacen falta dólares. El capital siempre ayuda, pero no es imprescindible.

Los dos pretextos que embanderan los mediocres son falta de dinero y falta de tiempo.

Entonces, si acaso falta tiempo para hacer lo importante, ¿en qué se nos está yendo la vida?

Los tres ejes de un proyecto arquetipo son idea, fuerza y capital. Creatividad, voluntad y dinero.

Contar con los tres es el sueño de todo emprendedor, ya sea un investigador, un artista, un comerciante o un gobernante.

La mayoría de las veces se carece de estas tres patas que sostienen la mesa del plan y debemos apelar a las otras dos para suplantar a la que falta. Y así las duplas productivas pueden ser imaginación y dinero, creatividad y trabajo, esfuerzo y capital, ingenio y voluntad...

Con una sola es imposible avanzar, con dos se puede pelear, y con las tres se ganan campeonatos, se conquistan países.

A veces la construcción de identidad comienza con un simple acto administrativo: el nombre de una plaza -o crear una plaza donde había un baldío-, el nombre de una calle o el de un barrio.

El nombre de un barrio: tan simple que pasa desapercibido, pero tan esencial para sembrar un sentido de pertenencia. No es lo mismo vivir en Villa Alem, en Ciudadela o en Barrio Sur, que vivir en el barrio “72 Viviendas”.

La ciudad de Tucumán adolece de uno de los grandes factores formadores de personalidad: la identidad barrial.

La filiación de un barrio o zona metropolitana puede surgir de forma espontánea o por casualidad, pero no siempre ocurre así. Las más de las veces es por consenso entre vecinos, por actos administrativos, por desarrollos comerciales o por imposiciones inmobiliarias, que buscan diferenciar y poner en valor a un sector por sobre otro, aún dentro de un mismo barrio, como ocurre en Buenos Aires con las distintas “versiones” de Palermo.

La noción de “barrio” está atravesada por diversos significados e interpretaciones.

La capital de Tucumán tiene 309 “barrios”, según la organización administrativa del municipio. De ellos, apenas poco más de una decena tienen cierta personalidad definida, perceptible para los vecinos, y ninguno, absolutamente ninguno, posee límites claros y coherentes.

Los 100 barrios porteños

La Ciudad de Buenos Aires cuenta con 48 barrios, pese a que se impuso la idea de “los 100 barrios porteños”, a partir de un valsecito popular. Cuando Alberto Castillo popularizó esa canción, en la década del 40, ni siquiera había la mitad de los barrios que existen hoy en Buenos Aires.

Lo que ocurre es que en esa época el concepto de barrio se reducía a una esquina popular, a una cantina famosa, a un pasaje, a un puente.

Mucha de la organización porteña que conocemos hoy comenzó con una ordenanza, en 1968, que reordenó gran parte de la ciudad.

Quedaron algunos barrios centenarios y otros que tienen apenas unas décadas.

Los límites de Parque Chas, por ejemplo, se establecieron recién en 2006.

Ayudó mucho a la organización porteña la descentralización en comunas, que son 15 en total, y colaboraron a fortalecer la identidad de algunos barrios.

En Tucumán hay barrios que se llaman, si es que se les puede decir nombres, “72 Viviendas”, “128 Viviendas”, “260 Viviendas” o “40 Viviendas”.

Hay más de 30 que a su nombre se antepone el sustantivo “ampliación”, como “Ampliación Smata”, “Ampliación 17 de agosto”, “Ampliación Victoria”, o “Ampliación San Nicolás”.

En la misma línea de los “ampliación” están los numerarios, como el “Miguel Lillo I, II y III”, o el “Barrio Policial I, II, III y IV” y así una larga lista de cuasi anónimos y desterrados.

Se necesita un psicólogo urbano

Algunas divisiones administrativas tucumanas son de diván. Tantas que es imposible listarlas. Algunos ejemplos son el barrio “Ampliación Independencia”, que tiene sólo tres manzanas, contiguas al barrio Independencia. ¿Por qué no incluirlas simplemente en el barrio Independencia?

Contamos unas cuatro decenas de barrios que tienen menos de diez manzanas. Algunos tres, dos e incluso hay barrios de una sola manzana, como el “Arturo Illia I”, que está pegado al “Arturo Illia II”, que tiene dos manzanas.

De los cuatro barrios policiales, el primero es de una sola manzana, y está ubicado al norte de la ciudad, mientras que los otros tres están en el sur, a más de 10 kilómetros. Hay varios casos iguales, como el “Alperovich I”, de seis manzanas, ubicado a 20 cuadras del “Alperovich II”, de una manzana más otras tres medias manzanas ¿? La bomba de Hiroshima no podría hacer más daño a nuestra identidad.

Los barrios “tradicionales” o más conocidos, también son un desastre, tanto por la ausencia de factores comunes, falta de coincidencias y cohesión, como también por sus delimitaciones psicóticas.

El populoso barrio “Villa 9 de Julio”, tiene dentro de sí otros cuatro barrios: el “ATEP I”, de cuatro manzanas; “Los Pinos”, de cinco: y dos de una sola manzana, el “Christie”, y el curioso “Torres 25 de Mayo”, que abarca a los cuatro edificios de 25 de Mayo y avenida Sarmiento y a la nueva Legislatura, de Muñecas y Sarmiento. Sí, administrativamente, esa manzana es un barrio en sí mismo.

Igual que la demarcación del popular y tradicional Barrio Norte. Un verdadero dislate. Sus cuatro vértices administrativos son Casal, en avenida Mitre y 24 de Septiembre; Mendoza y avenida Soldati; Gobernador del Campo y Soldati; y finalmente, Plazoleta Mitre.

¿Quién supondría que Casal es el límite suroeste de Barrio Norte?

En su medio, Barrio Norte y Barrio Sur le ceden unas manzanas al microcentro, el único cuadrado más o menos coherente, aunque muy desactualizado, porque termina en Virgen de la Merced-Las Heras, hacia el este, y en Salta-Jujuy, hacia el oeste, en Santiago, hacia el norte, y en General Paz, hacia el sur.

Un concurso de ideas

Una idea sencilla, económica, y cuyo impacto podría ser exponencial con el paso de los años, no sólo en la construcción de identidad y autoestima, sino por su alto impacto inmobiliario, cultural y turístico, podría ser rediseñar los límites barriales de la ciudad.

Se podría llamar a concurso para crear una nueva demarcación de la capital, respetando los centros históricos, comerciales, urbanísticos, culturales y sociales.

Que los nuevos límites, simples y de fácil interpretación, mantengan una línea de coherencia y sentido común.

En la ciudad no debería haber más de 20, 30 o 40 barrios a lo sumo, o bien 10 o 15 “grandes zonas” tradicionales de Tucumán.

Existen muchas formas sencillas y de bajo costo para diferenciar sectores en una ciudad y lograr que cada uno vaya adquiriendo su propia personalidad.

Por ejemplo, el 70% de la ciudad carece de cartelería señalética, no sólo en las esquinas con el nombre de las calles, sino en lugares importantes o donde es necesaria información de utilidad.

La cartelería de cada barrio podría tener un color distintivo. Lo mismo podría hacerse con el arbolado, cuando se foreste o se reforeste, que determinadas especies caractericen a cada zona.

También con murales que representen la historia del barrio, o por qué no su presente. Pinturas o esculturas callejeras de gente ilustre que nació en esa cuadra o en ese barrio. Músicos, deportistas, personajes.

Igual con la iluminación, los colores de los postes, la pintura asfáltica, las ciclovías, las semipeatonales y tantas otras formas de generar identidad.

Está estudiado que a medida que la gente tiene más sentido de pertenencia con un lugar, que lo siente propio, desciende abruptamente el vandalismo.

Los primeros carteles serán destruidos, probablemente. Los murales tapados por políticos. Pero en menos de una generación eso empezará a cambiar. Esto ya ocurrió en muchas ciudades del mundo. No hay nada nuevo que inventar.

Ideas mejores que esta debe haber por decenas. Lo único que los tucumanos no podemos seguir haciendo es nada, mientras vemos como nuestra identidad se diluye sola en medio del caos, sin liderazgos inspiradores y con una sociedad cada vez más desaprensiva con la cosa pública y cada día más desentendida de su ciudad.

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