La concepción movimientista desafía y entrampa al peronismo que llega, otra vez, al poder

La concepción movimientista desafía y entrampa al peronismo que llega, otra vez, al poder

ALBERTO FERNÁNDEZ ALBERTO FERNÁNDEZ

Historiadores, sociólogos, politólogos y estudiosos de distintas especialidades han tratado de explicar qué es el peronismo. Se han escrito miles de páginas tratando de interpretarlo, qué significa, a quién representa, si es de derecha, centro o izquierda. Algunos lo interpretan por lo que generó su aparición en la década del 40: el antiperonismo. Se dijeron, entre otras cosas que el peronismo es un sentimiento, que es una expresión política populista, que es fascismo puro, que es socialismo, mientras que los doctrinarios del justicialismo lo definen como un movimiento; una etapa superior y más amplia que la estructura partidaria. 

Esta mirada permite justificar la presencia en el peronismo de dirigentes que oscilan desde la derecha hacia la izquierda, pasando por un centro moderado. Es el péndulo peronista, que se ajusta a las necesidades de los tiempos con pragmatismo. Así es como menemismo y kirchnerismo se entienden a sí mismos como engranajes ideológicos antagónicos, pero insertos en el movimiento. Todos son peronistas. 

Hoy, el peronismo, unificado en una coalición que integra a las distintas vertientes internas del movimiento, llega nuevamente al poder para hacerse cargo del país de la mano de los Fernández, Alberto y Cristina. Allí están los kirchneristas de La Cámpora, con ínfulas de la vieja Tendencia, los sindicalistas que representan la columna vertebral del justicialismo -otrora enfrentados a los montoneros desde la muerte del metalúrgico Rucci-, los gobernadores, los barones del conurbano, los referentes de los movimientos sociales; todo el arco que va de un lado al otro del movimiento, cada una con su carga de representación interna. Sumando al todo, pero desde sus identidades particulares. Aparecen todos juntos, es tal vez la curiosidad central que manifiesta el Frente de Todos. Lo han señalado cientos de veces: se unieron para derrotar a Macri

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Si fue sólo para eso, un objetivo electoral, sería peligroso en función de lo que se les viene. Ese gesto para verificar aquel “todos unidos triunfaremos” y frente a la crisis económica y social que tendrán que enfrentar siendo Gobierno, esta síntesis movimientista genera un verdadero reto para toda la dirigencia peronista, sea del lado y la rama interna que provenga: mantenerse unidos en el poder para enfrentar la herencia. Los Fernández reciben un país con salarios depreciados, inflación de 50% y casi la mitad de los argentinos en situación de pobreza. Allí están inmersos los sectores a los que el peronismo quiere representar. Encarrilar al país importa un desafío significativo, por lo que si en medio de la gestión estallan dramáticamente las tensiones internas -hoy disimuladas por la victoria y por la responsabilidad de conducir el Estado- el país puede ser ingobernable. 

La concepción movimientista del peronismo, tal vez exteriorizada como nunca en la composición del Frente de Todos, entrampa e impone el mayor reto histórico a la dirigencia del justicialismo: entre todos levantar a la Argentina. Es eso, o descarrilar. 

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