Curvas y contracurvas en la ruta de la seda

Curvas y contracurvas en la ruta de la seda

Curvas y contracurvas en la ruta de la seda

Hacia el siglo V de nuestra era, se pagaba con la pena de la decapitación el delito de sacar de China huevos de gusanos de seda o semillas de morera blanca: las hojas de ese árbol eran el alimento a partir del cual el insecto producía la materia prima del tejido más codiciado de Asia. Según narra Eduardo Galeano, fue en el año 420 cuando el rey Xuanzang, monarca de Yutián, pidió la mano de la princesa china Lu Shi, solicitud que le fue concedida. “Él la había visto una sola vez -relató el uruguayo-, pero desde entonces la había seguido viendo noche y día”.

Sellado el compromiso, un embajador fue a buscar a la novia. En un aparte de la ceremonia de intercambio de regalos, el enviado pudo contarle a la noble sobre las penurias de su futuro marido: en Yutián pagaban la seda de China con jade, y ya les quedaba muy poco de esa piedra ornamental en las canteras. “Lu Shi no dijo nada -escribió el rioplatense-. Su cara de luna llena no se movió. Y se puso en marcha”.

La caravana de miles de camellos atravesó el vasto desierto Taklamakan y llegó a la frontera. Varios días llevó la inspección para conjurar cualquier tráfico de los preciados tesoros naturales y ni siquiera Lu Shi se salvó de los controles. Superado el registro, ella entró a la tierra de su prometido para encontrarse con él. Cuando por fin estuvieron juntos, la princesa le entregó su cofre de medicinas, que en realidad contenía semillas de mora blanca. Le presentó a tres doncellas de su servicio, que no eran de su servicio ni tampoco eran doncellas, sino expertas en el arte de la sedería, anotó Galeano en su libro Espejos. Finalmente, deshizo el enorme tocado que la envolvía: en su negra cabellera estaban los huevos del gusano de seda.

“Desde el punto de vista de China, Lu Shi fue una traidora a la patria donde nació”, anotó Galeano. “Desde el punto de vista de Yutián, fue una heroína de la patria donde reinó”.

La salida de la diputada Beatriz Ávila del interbloque de Cambiemos, para conformar junto con otros siete parlamentarios un interbloque de partidos provinciales dispuesto a negociar con el peronismo el tan preciado quórum para sesionar en la Cámara Baja, es mucho más que una mera coincidencia de simbolismos con la historia de Lu Shi. De aquí a la China…

Doncellas

El pasado reciente de la coyuntura política actual se remonta a un “después”: el “después” de las PASO de agosto, cuando el Frente de Todos obtuvo el 48% de sufragios que mantuvo en octubre para ganar en primera vuelta. Por entonces, Tucumán fue visitada varias veces por enviados de primera línea del macrismo, como el senador Miguel Pichetto, compañero de fórmula de Mauricio Macri; el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, y el número dos del área, Sebastián García de Lucca. En una de esas “misiones”, enviados del PRO acudieron al Partido de la Justicia Social (lo encabeza el marido de Ávila, el intendente Germán Alfaro) a “pedir la mano” con que la diputada vota para armar una bancada con peronistas de Cambiemos.

La solicitud se había formalizado porque, como se avisó largamente aquí, ya se había producido el quiebre entre el alfarismo y el macrismo, precisamente a propósito de las PASO. Alfaro había viajado a Buenos Aires en la semana siguiente a su reelección en los comicios del 9 de junio, junto con su entonces secretario político Walter Berarducci, para presentarlo como su precandidato a diputado. Pero en la Casa Rosada le dijeron que querían una lista única y que sólo permitirían que la boleta encabezada por Domingo Amaya y por Lidia Ascárate llevase el voto de Macri-Pichetto. Alfaro se declaró entonces públicamente liberado de cualquier compromiso con Cambiemos. Lo cual se encargó de ratificar durante el acto que Macri encabezó frente a la Plaza Independencia el 7 de octubre: el intendente, pese a ser el anfitrión, no fue al encuentro; Ávila sí acudió, pero no subió al escenario.

Según las usinas del Partido por la Justicia Social, los enviados macristas barajaban originalmente dos posibilidades. Una era conformar un interbloque de Cambiemos con cuatro bloques internos: los radicales, los macristas, la Coalición Cívica y los peronistas “no K”. La otra era, directamente, armar una bancada con estos “compañeros no kirchneristas”, que actuarían como “opositores amigables”. No eran opciones excluyentes: primero podía darse una; y luego, la otra.

Materializada la derrota, la caravana se puso en marcha y, según el alfarismo, a la cabeza iba Emilio Monzó, el ahora ex presidente de la Cámara Baja. Él iba a ser el titular de esta bancada de peronistas “no K”. Todo parecía encaminado: el parlamentario era en privado muy crítico contra Macri. Ese tono cuestionador, inclusive, salió a la luz a fines de noviembre, cuando aseveró que el Presidente saliente había terminado aislado por un grupo de “obsecuentes”.

Todo estaba listo hace dos semanas y 17 diputados peronistas de Cambiemos acudieron al encuentro decisivo en Buenos Aires en que Monzó iba a formalizar la conformación de un bloque propio. Pero él anunció, en cambio, que la escisión iba a tener que esperar hasta marzo. A ello siguió la arremetida del macrismo: el interbloque de Cambiemos resolvió que no admitiría bancadas unipersonales. “Monobloques” como el de Ávila, que anotó al Partido por la Justicia Social como tal apenas asumió, en 2017, luego de unas elecciones nacionales reñidísimas: con los resultados de las PASO de agosto, ella se quedaba fuera; entonces Alfaro se puso al hombro la campaña, la provincializó hasta el hueso haciendo foco en las deficiencias del servicio de agua y cloacas, y en octubre su esposa fue consagrada parlamentaria nacional. Sin embargo, la única alternativa que ahora le ofrecían a ella, al igual que el santacruceño Antonio Carambia (del partido Movere y hermano del intendente de Las Heras, José María Carambia) y el bonaerense Pablo Ansoloni (de Uatre y del Partido Fe, cuyo referente era Gerónimo “Momo” Venegas), era integrarse al bloque del PRO, bajo el paraguas del interbloque de Cambiemos.

Ese fue el momento del quiebre.

Semillas

Fuentes alfaristas manifiestan que Ávila anunció que no se sumaría al bloque del PRO, porque ella representa a un partido provincial con legisladores, concejales y un intendente: el de San Miguel de Tucumán, que como se ha dicho, tiene el peso electoral de una provincia chica.

Fuentes del macrismo advierten, en cambio, que si bien es cierto que no hay “monobloques” en el interbloque de Cambiemos, a principios de esta semana finalmente se autorizó que diputados peronistas del macrismo formaran una bancada propia. Allí están el tucumano Domingo Amaya, el riojano Felipe Álvarez y el sanjuanino Marcelo Orrego. Y sostienen que Ávila, Carambia y Ansolini declinaron sumarse. De allí, aseveran, surgen los cuestionamientos contra ellos y las acusaciones de “traición”, proclamadas por el mismísimo Presidente de la Nación.

Según los alfaristas, ya había demasiado “manoseo”; la autorización para armar ese bloque se dio luego de un fin de semana de hostigamiento en las redes por parte de los “trolls” de la Casa Rosada; y uno de los “compañeros” de esa bancada (que, aclaran, no es Amaya) tiene una inclinada vocación al diálogo con Máximo Kirchner, el ahora presidente del poblado bloque unificado del peronismo.

Hay un cuarto elemento: “esta semana” ya era demasiado tarde. La semana anterior, un par de pasajeros frecuentes de Aerolíneas Argentinas encontraron, con rumbo a aeroparque, a Alfaro junto con Ávila y el secretario de Gobierno, Rodolfo Ocaranza. Confirman fuentes municipales que los tres emprendieron viaje para hablar con quien consideraron que era el único interlocutor válido, Sergio Massa, porque él iba a ser el presidente de la Cámara Baja. El tigrense recibió a los tucumanos y les planteó que, al igual que Ávila, varios otros diputados provinciales se encontraban “en situación de dispersión”. Ató los cabos y alumbró el interbloque que reúne a la tucumana, al santacruceño, al sanjuanino, al mendocino José Luis Ramón, al rionegrino José Luis Di Giácomo y a los misioneros Ricardo Wellbach, Diego Sartori y Flavia Morales.

Los 121 votos que el peronismo asegura sumar en su bancada unificada, más los ocho miembros del interbloque que auspicia Massa, dan como resultado la mitad más uno de los 257 miembros de la Cámara de Diputados. La arremetida del macrismo fue feroz.

Patricia Bullrich, presidenta del PRO nacional, denunció que Ávila, Carambia y Ansolini se iban de Cambiemos por “prebendas”. Cristian Ritondo, titular del bloque macrista en la Cámara Baja, aseguró que los diputados que se alejaban tendrían que renunciar. En la misma línea se pronunció Mario Negri, a la cabeza del bloque radical. Macri, finalmente, les reclamó que “devuelvan las bancas”. A varios del interbloque massista les comenzaron a temblar las rodillas.

Huevos

Los alfaristas, entonces, reivindican la respuesta de Ávila al Presidente de la Nación: después de cuestionar las políticas que llevó adelante en la Presidencia de la Nación (ciertamente extemporáneas), le preguntó oportunamente si también debía renunciar a la banca senatorial el peronista Pichetto, su compañero de fórmula. Más allá de los argumentos, el título de LA GACETA.com del mediodía de ayer cierra todo el círculo. Massa, sobre el pase de Beatriz Ávila: “Macri tiene doble estándar para todo”. En ese repaldo, el alfarismo leyó que el oficialismo nacional estaba respaldando a la diputada del Partido por la Justicia Social.

Dicho de otro modo, en la intendencia advirtieron que el cruce de fronteras de Ávila, quien redobló su apuesta refutando las acusaciones del macrismo, los había sacado del aislamiento que sagazmente diagnosticó Juan Manuel Asís hace un mes en LA GACETA, cuando advirtió que la derrota del macrismo y la reelección de Juan Manzur y Osvaldo Jaldo dejaban al jefe municipal sin alineamiento nacional ni provincial.

En un contexto de feroz enfrentamiento con Manzur, las penurias de Alfaro, al que ya casi no le quedaban recursos estratégicos en su cantera política para conseguir un trato con guantes de seda en el oficialismo nacional, de pronto fue conjurada por su esposa. Ella salió del territorio de Cambiemos en una caravana de parlamentarios y, tras enfrentar a macristas de la primera línea, conformó un interbloque que incuba dos posibilidades: darle mayoría al gobierno de Alberto Fernández en la Cámara Baja y, a la vez, subir el valor político de las acciones de Massa. Porque si Máximo era el garante del quórum, Massa presidía la Cámara, pero no “gobernaba”. Ahora es diferente.

Desde el punto de vista de Cambiemos, Ávila es una traidora al espacio político por el que fue electa. Para el Partido por la Justicia Social, es una heroína de la intendencia que administra Alfaro.

En 2021, cuando vence su mandato, tal vez las urnas diriman la cuestión.

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