Retratos de la política tucumana

Retratos de la política tucumana

Juan Manzur deshoja la margarita. Cada pétalo es un día menos de macrismo. Espera, con ansias, el 10 de diciembre. Para el gobernador de Tucumán esa fecha es cruzar al otro lado del océano: de altamar a la costa donde puede captar ayudas. Eso implicará un cambio de roles en la política local. En la Casa de Gobierno hablan de las “viudas” que Mauricio Macri deja en el escenario provincial. De allí, la sugestiva foto del martes, en la que se ve al intendente capitalino Germán Alfaro con la senadora nacional Silvia Elías de Pérez (fue en compañía del legislador José María Canelada) ha modificado ciertas conductas.

Alfaro no goza de la simpatía del mandatario provincial. Ni ayer, ni hoy, tal vez mañana. A Alfaro le comunicaron en Buenos Aires que, si quiere acercarse al Partido Justicialista, debe hacerlo de la mano del presidente del distrito Tucumán. O sea, Manzur. Osvaldo Jaldo, el vicegobernador que en estos días ejerce la titularidad del Poder Ejecutivo, había pensado en la conveniencia de bajar las olas y, de a poco, apaciguar los ánimos entre la sede de 25 de Mayo y San Martín y la oficina del intendente capitalino, de 9 de Julio 598. A juzgar por la postal, todo parece indicar que sólo se enfriará el café prometido. Ni siquiera Fernando Juri, actual presidente del Concejo Deliberante, puede interceder. El concejal peronista tampoco quiere meterse en problemas y quedar descolocado ante el manzurismo. Juri es componedor por naturaleza. Pero esta vez ha preferido callar. Fue el gobernador quien lo propuso para ocupar la presidencia del cuerpo legislativo capitalino. La lealtad tiene sus exigencias.

El peronismo no dejará solo a Alfaro. Pero, dentro del partido, le “sugieren” que muestre gestos de buena voluntad para acercarse al espacio que lo cobijó. Adoctrinamiento, como quien dice. El intendente, sin embargo, sabe que ha cosechado un caudal de votos importantes que le ha permitido retener el poder en una de las capitales más importantes del país. Manzur, además, sabe que no minará ese poder ni le cercará la intendencia porque toda protesta, indeludiblemente, conduce a la plaza Independencia.

En medio de esta interna más amplia del PJ, el radicalismo intenta resurgir de las cenizas e independizarse de lo que fue Cambiemos o Juntos por el Cambio. Una clara muestra de la imposibilidad de recrear aquella alianza es la Legislatura: quienes llegaron de la mano del macrismo han sido seis parlamentarios, divididos en cuatro bloques. Frente a esa realidad, la UCR -como está sucediendo a nivel nacional- está buscando recuperar protagonismo y que esa sigla vuelva a tener la mística de otros tiempos. Ya hay encuentros entre dirigentes de ese partido con vistas a refundarlo en diciembre. La renovación y el cambio es una de las ideas fuerzas de los correligionarios que pujan para recuperar el partido. Una muestra de la necesidad de resurgir ha sido la contribución financiera para evitar el remate de la casona radical de calle Catamarca 851. Sin embargo, la UCR siempre estará envuelta en las internas. Es la historia de su vida política. De hecho, la foto entre la senadora y el intendente capitalino también ha concitado comentarios dentro de ese partido. No por el hecho en sí, sino por la exposición pública de una reunión que pudo haber pasado desapercibida, como tantas otras. Muchos radicales interpretan que fue un mensaje poco subliminal, de posicionamiento opositor en la provincia.

Cualquiera haya sido la intención, el golpe de efecto que tuvo su onda expansiva hacia todos los sectores. En el nuevo contexto político e institucional, otros tres intendentes de Cambiemos han dado señales públicas de trabajar coordinadamente con la Casa de Gobierno. Lo declaró Mariano Campero (Yerba Buena); también lo hicieron Roberto Sánchez (Concepción) y Sebastián Salazar (Bella Vista). Si bien en el Poder Ejecutivo sostienen que no habrá revanchismo, habrá que observar detenidamente el desarrollo de los acontecimientos. Lo que sí no debe faltar en Tucumán es oposición. Ya han quedado testimonios de lo que puede suceder si los referentes políticos que gobiernan la provincia callan. Tampoco le sirve al Gobierno. Manzur necesita escuchar voces disonantes a su gestión. Es un mecanismo natural de regulación del poder, que evita obnubilarse con la idea de perpetuidad.

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