Un sencillo patriotismo

El célebre médico Gregorio Aráoz Alfaro nació en Tucumán en 1870. En sus “Crónicas y estampas del pasado”, narra que cuando cursaba la escuela primaria, la población de la ciudad “no debía pasar de 16 a 18 mil habitantes”. Entre “el follaje verde oscuro de sus naranjos y limoneros”, cantados por poetas, la “sábana verde claro de sus cañaverales” y ”a los pies del nevado Aconquija”, estaba la pequeña urbe “cándida y quieta, muy satisfecha de haber sido llamada Jardín de la República, pero mucho más orgullosa aun de haber sido sitio de la importante victoria de La Ciudadela en 1812, del Congreso que proclamara la Independencia cuatro años más tarde y del levantamiento de la Liga del Norte contra Rosas”.

Así, “desde muy niños, casi desde que aprendíamos a hablar, los muchachos sabíamos y repetíamos con patriótica satisfacción tales timbres de honor para nuestra tierra. Y la población toda, con verdadero fervor, exteriorizaba su entusiasmo en todas las conmemoraciones patrias en las que hombres y mujeres, grandes y chicos, de todas las clases sociales, se mezclaban en la plaza alrededor de los improvisados artilleros que hacia la ‘salva’ a la salida del sol; en el solemne Te Deum, para escuchar la oración patria de un predicador elocuente; en el marcial desfile de unos pocos escuadrones milicianos que formaban el ‘piquete’ policial; en la contemplación, en fin, de los fuegos artificiales que, desde el viejo Cabildo, vistosamente iluminado con pobres farolitos chinescos de papel, daban, con verdadera pena de todos, la señal del final de la fiesta tan esperada”. Recordaba: “¡Qué modestia, qué sencillez, qué quietud en aquellos días lejanos! Pero también ¡cuánto amor de patria, cuánta virtud doméstica, cuán intensa noción del deber cívico en medio de tanta humildad!”