Margarit, el gran poeta de la misericordia

Margarit, el gran poeta de la misericordia

El Gobierno español galardonó al poeta catalán Joan Margarit con el Premio Cervantes. Su poesía bilingüe reseña la historia reciente de España y brinda consuelo.

Joan Margarit acababa de sentarse a almorzar cuando lo interrumpió el ruido del teléfono. Era el ministro de Cultura y Deporte español, José Guirao, que quería pedirle que el próximo 23 de abril viajase a Madrid para recibir el Premio Cervantes. “Dio la casualidad de que estaba solo en casa. Seguí comiendo antes de que se me enfriara el plato”, le contó Margarit a la agencia Europa Press unas horas después. Una declaración tan concisa y medida como su poesía.

Sanahuja, en la provincia catalana de Lérida, es un pequeñísimo pueblito medieval que en la década del 30 habitaba poco más de 1.000 personas. Margarit nació allí el 11 de mayo de 1938, en plena guerra civil española, y creció corriendo desde el pie de la colina hasta los restos del castillo, entre las huertas de las casas. En su infancia convivieron el idioma catalán de la intimidad de su familia y la prohibición franquista de su uso público. Desde entonces hasta ahora, desde sus primeros poemas en castellano hasta su escritura bilingüe en paralelo, ha transcurrido su vida.

De niño intentaron arrancarme la lengua/ que mi abuela me hablaba/ al regresar del campo mientras atardecía./ Como la soledad, las flores y las piedras,/ las palabras/ nos acompañan siempre a todas partes./ Incluso mutiladas,/ terminan por decir lo que debían.

“Estación de Francia”

Al comienzo de la breve entrevista que le concedió ayer a Europa Press, Margarit sentenció: “no le voy a devolver el español al general Franco, que me lo metió a patadas”. Y un rato antes, en la conferencia de prensa donde informó quién era el ganador, Guirao había destacado: “Margarit ha enriquecido tanto la lengua castellana como la catalana y representa la pluralidad de la cultura peninsular en una dimensión universal”.

De hecho, durante su periplo creativo Margarit no tiró el castellano por la borda, sino que echó ancla en los puertos de ambas lenguas. Recién subió al barco de los escritores catalanes con “L’ombra de l’altre mar” (1981) tras 16 años de navegación poética en castellano. Y a partir de “Estación de Francia” (1999) asumió la decisión literaria, política, de la autotraducción.

Aunque, en realidad, desde entonces no se trata de poesía en catalán traducida al español, sino de poemas escritos a la vez en ambas lenguas. “Todas las versiones, modificaciones y vueltas a empezar que sufre en mis manos un poema -escribe en el prefacio de ‘Estación de Francia’- las he realizado en catalán y en castellano a la vez. No me preocupan las diferencias entre los dos poemas resultantes: tienen un origen común y ambos buscan ser dos buenos poemas”.

Una mujer ignora, cuando es joven,/ que no hay lugar alguno/ donde poder quedarse para siempre./ Y no comprende por qué nunca llega/ aquel o aquella donde hallar descanso./ Las muchachas lo ignoran: los principios/ no se parecen nunca a los finales.

“Cálculo de estructuras”

Además de poeta, Margarit es catedrático jubilado de la Escuela Superior de Arquitectos de Barcelona. Él acepta el sesgo arquitectónico de su mirada, que funda la defensa irrenunciable de una poesía medida, equilibrada y cerrada. “Un poema -define en el epílogo de ‘Cálculo de estructuras’- es como la estructura de un edificio muy particular a la que no le puede faltar ni sobrar ni un pilar, ni una viga: si sacásemos una sola pieza, se desplomaría”.

Cuando los edificios se desploman, la poesía (de Margarit) se convierte en la última casa de la misericordia adonde huir de la intemperie. “Con esta descarnada metáfora -explica Marisa Martínez Pérsico, editora de Margarit- él enlaza el ámbito más íntimo con el dominio público: la poesía es una casa de misericordia porque se apela a ella en circunstancias adversas y porque cumple la fundamental misión de consolar, amparar y dar cobijo”.

Hospicios y orfanatos eran duros,/ pero más dura era la intemperie./ La verdadera caridad da miedo./ Como la poesía:/ por más bello que sea, un buen poema/ ha de ser siempre cruel./ No hay nada más. La poesía es hoy/ la última casa de misericordia.

“Joana”

Si bien el crítico Francisco Díaz de Castro hace hincapié en el amplio concepto del amor que despliega la poesía de Margarit (la relación amorosa a lo largo de las sucesivas edades, el recuerdo ante la muerte de los padres, el vínculo con los hijos, los amores fugaces o irrealizados y la amistad), la expresión de este sentimiento sale del molde en los poemas dedicados a su hija Joana, nacida con una discapacidad en 1970 y muerta en 2001.

Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, resume en pocas palabras el significado de esa lúcida meditación sobre lo irreversible que es el libro “Joana”: “la poesía de Margarit nos enseña que hay que interrumpir el tráfico de las ciudades y cortar las calles solo para que una niña pueda bajar tranquilamente de su coche y regalarnos sonriendo el misterio de su calma”.

Cuando me miro en el retrovisor/ veo unos ojos que no he visto nunca,/ pues brilla en ellos el amor que dejan/ tantas miradas, y la luz, la sombra/ de lo que he visto y la paz que trae/ tu lentitud, que está dentro de mí./ Tan grande es la riqueza/ que no parecen míos los ojos del espejo.

“Todos mis poemas”

En la introducción a la voluminosa obra completa “Todos mis poemas”, José-Carlos Mainer asegura que Margarit es el poeta vivo más leído de la literatura catalana. Antes de ayer, el flamante Premio Cervantes ya había recibido los otros grandes premios de la literatura española, incluido el Reina Sofía de Poesía de este año, que recogió en mayo.

Ahora su nombre se inscribe también entre los de tres ganadores del Premio Nobel: Octavio Paz, Mario Vargas Llosa y Camilo José Cela. Pero este honor, sin embargo, no resulta para Margarit lo más importante. En realidad, la noticia reivindica el milagro de la poesía, donde el lector se habla a sí mismo a través de una voz que no es la suya. “El premio -destacó ayer después de almorzar- permite que la poesía como herramienta de consuelo llegue a más gente”.

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