Liderazgo puesto en jaque por la plaza de los palos

Liderazgo puesto en jaque por la plaza de los palos

Si los comicios nacionales se definen hoy, cerrándole la puerta a la segunda vuelta electoral, el enfrentamiento del jueves entre líneas internas del PJ en la plaza Independencia quedará como una mera anécdota en medio de la campaña; pero si ocurre el milagro del balotaje para Juntos por el Cambio, la pelea a palos entre simpatizantes peronistas será usada para justificar los discursos del miedo sobre el caos que se viene en el país si se imponen los Fernández: un país en crisis y sumido en las tensiones internas en el Frente de Todos. Ya lo dijo Pichetto. La imagen será potente sólo en ese caso fronteras afuera, como lo fueron las de la represión policial contra los opositores que se reunieron en la misma plaza hace cuatro años para repudiar los polémicos y judicializados comicios en los que se impuso Manzur por más 100.000 votos. Esas imágenes fueron clave en la campaña de Cambiemos para mostrar el peor rostro del kirchnerismo y para sostener la candidatura presidencial de Macri. Le sumó inapreciablemente. Y si bien la batahola tuvo una profusa difusión, el inmediato inicio de la veda electoral impidió una mayor exposición y explotación electoral por parte de Juntos por el Cambio. Ahora bien, si hay balotaje, seguramente serán parte de la campaña visual del macrismo hasta el 24 de noviembre. Eso no pasaba en las plazas de la esperanza. Si eso no ocurre y Alberto se impone, la lucha callejera no será una simple anécdota de compañeros incorregibles en el seno del oficialismo; algunos ya han tomado nota de los que provocaron los disturbios y van a ser sometidos al coscorrón interno. No cabe menos, y por varias razones. Tendrá costos para los que no frenaron a los suyos, producto de las diferencias personales de algunos referentes capitalinos.

La plaza de los 70.000 que Manzur quería ofrendar a los Fernández, como una muestra peronista de “recuperación” de la calle, no resultó como lo esperaba. Se le fue de las manos. Y si hoy, encima, se produjese el milagro del “sí, se puede”, el daño alcanzará el concepto de irreparable en términos proselitistas. Toda la gestión política que viene desarrollando el gobernador en favor de consolidar el albertismo en el país, y que lo puso en los primeros planos de la política nacional -incluso mencionándoselo como posible integrante del gabinete de Fernández-, puede derrumbarse por una sorpresiva e imprevista situación interna. Lo que lleva a preguntar si, pese al poder acumulado -dejando atrás a Alperovich y convirtiéndose en presidente del PJ-, realmente conduce a todos los muchachos del partido. Es lo que se ha puesto en duda la calle, el principal bastión del justicialismo. La “plaza de los palos” lo expone en la encrucijada de tener que adoptar medidas de “disciplinamiento” con aquellos que han contribuido a minar su poder como jefe del PJ. ¿Quién conduce a la dirigencia peronista? Para abajo, el mensaje de los disturbios horada su ascendencia sobre los compañeros. Es que el enfrentamiento callejero provocó sonrisas entre los macristas y muecas de fastidio en el oficialismo, porque la movilización de ofrenda a Alberto se terminó convirtiendo en una bandeja de plata para el Gobierno nacional. Si los Fernández no superan hoy los 45 puntos, Manzur deberá preocuparse en serio por los efectos de la plaza de los palos, tanto por las consecuencias externas como por las internas en el peronismo.

El sayo también le cabe al vicegobernador en alguna medida, porque integra la dupla la que conduce al oficialismo. Sin embargo, al margen de cómo resuelven internamente aquella “anécdota”, lo central para lo que se viene es que Manzur y Jaldo han resuelto consolidar la sociedad política de cara al próximo mandato que inician el martes. Básicamente, lo que han decidido es poner diques de contención al posible armado de líneas internas manzuristas o jaldistas, hecho que conspiraría contra la fortaleza de la dupla, especialmente contra la relación institucional y la gobernabilidad, principalmente. No le conviene a ninguno. Hasta ahora, como fórmula para la acción política les ha ido bien, prácticamente han sacado de la cancha interna al alperovichismo -y no lo van a dejar entrar, según se dice-, y se han consolidado en la conducción como la dupla técnica que lidera al equipo de San Martín. No serán “santos”, pero van a privilegiar el mote de peronistas como concepto unificador hacia abajo, y cerrar las puertas a posibles aventuras manzuristas o jaldistas. Por ahora. En la unión les ha ido bien, por qué no seguir así. Están en sintonía fina, incluso hasta en el armado de las mesas de conducción de los cuerpos legislativos y del gabinete provincial. No hay demasiadas sorpresas por allí y los pasos que vienen tomando van en línea con tratar de mostrar, primero, que no hay fisuras entre ellos y, segundo, que son los que lideran. Lo dejó en claro Fernando Juri cuando, en un diálogo con LA GACETA en su calidad de presidente del Concejo Deliberante capitalino, al pasar, señaló que es orgánico y que acatará lo que resuelva la conducción del espacio que integra. O sea, por más perfil dialoguista y hombre de consenso que exponga, acatará lo que se resuelva en materia de relación entre el Gobierno y el principal dirigente de la oposición hoy por hoy, por su peso territorial, como lo es el intendente Alfaro. Con la elección de Juri al frente del CD, la dupla envió una señal de apuesta a una mejor relación institucional, aunque en lo político Manzur, por lo menos, desee arrinconar al jefe municipal. Si Alberto Fernández gana hoy, será incorporado a ese juego. Ahí hay más que una mera rivalidad política que, para los primeros años, Manzur resolvió disimular con la designación del ex vicegobernador al frente del cuerpo legisferante. A Manzur no le agrada Alfaro. Paz institucional no es lo mismo que tranquilidad política.

Así como no resultó sorpresivo el nombramiento de Juri, tampoco parecería que habrá mayores novedades en la composición del gabinete provincial o de la mesa de conducción de la Legislatura que obliguen a realizar especulaciones sobre la dupla gobernante. Los colaboradores del gobernador se mantendrían en sus puestos, aunque la secretaria de Gobierno, Carolina Vargas Aignasse, cambiaría su jerarquía ejecutiva: asumiría como legisladora y luego pediría licencia para conducir la cartera del área. El bancario Eduardo Bourlé asumiría en su lugar -regresando a la Cámara-, ya que le seguía en la lista de Tucumán en Positivo. El mantenimiento de otros ministros que resultaron electos obligaría a que asumieran segundos o terceros de la lista del Frente Justicialista por Tucumán en la Legislatura. La designación de Regino Amado como presidente subrogante parece cantada, ya que es un dirigente que le da tranquilidad tanto a Manzur y como a Jaldo en materia de lealtad; mientras que la novedad se daría por el lado del vicepresidente primero. Ruiz Olivares no seguiría en esa función, pese a ser su fuerza, Acción Regional, la tercera más votada de la provincia en materia de adhesiones legislativas: 175.900 el FJT, 85.500 Fuerza Republicana y 82.000 AR. He allí un cortocircuito, porque el monterizo es uno de los principales referentes del interior del oficialismo, con bastante peso y ascendencia territorial.

Párrafo aparte para los niveles de representatividad conseguidos por el voto y el consiguiente reconocimiento a los espacios en las integraciones de las mesas de los cuerpos legisferantes. Por aquellas cifras, una opción sería, por ejemplo, la subrogancia para el oficialismo, la viceprimera para FR y la segunda para AR. Pero, como se sabe, los dos primeros lugares han quedado reservados para el peronismo y el tercero para Fuerza Republicana, para Nadima Pecci; Ricardo Bussi prefiere conducir el bloque. Regino salió por el FJT, mientras que el viceprimero sería un referente de un acople que obtuvo 8.900 votos en la Capital. Representatividad por el voto obtenido y representación política, en este caso, no son lo mismo. Algo parecido pasó en el Concejo de San Miguel de Tucumán, donde la oposición se llevó todos los cargos: dos el peronismo y uno el bussismo. Si se hubiera atendido, por ejemplo, la representatividad que dan los sufragios para integrar la mesa, esta debiera haber sido conformada por FR (38.162 sufragios), el alperovichista Hacemos Tucumán (23.040) y el alfarista Partido por la Justicia Social (15.803). Sin embargo, los dos primeros lugares fueron para frentes y acoples que, juntos, reúnen menos votos que FR (22.300). Cosas de la representatividad popular y de la representación política de los espacios partidarios. Anótese en la grilla de los efectos negativos del sistema de partidos existente en la provincia y de la vigencia del esquema de acoples, que los desjerarquiza más todavía.

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