La otra pobreza es de los dirigentes

La otra pobreza es de los dirigentes

El gobernador de La Pampa sinceró que a los dirigentes sólo les interesa “caer parados”. El debate de candidatos a diputado, el acto de “boinas blancas” en Central Córdoba y el deterioro institucional de Tucumán avalan el diagnóstico.

Las declaraciones de Carlos Verna pasaron inadvertidas entre tanta hipocresía electoral. Sin embargo, el dirigente peronista tuvo un rapto de sinceridad y dejó sentado uno de los problemas centrales de la vida política.

“Nosotros los dirigentes siempre caemos parados, siempre tenemos un cargo, el problema son los millones de argentinos que pasan hambre”. ¿Habrá preparado este discurso? ¿Habrá tomado conciencia de lo que dijo? El gobernador de La Pampa, en tan sólo 20 palabras, sintetizó todo.

En medio de la algarabía, no se reparó en sus palabras, que desnudan que “por la plata baila el mono”, como solían decir las abuelas allá hace tiempo. Es tal la avidez por caer parados y por cuidar sus bolsillos, que mucho de lo que hace la dirigencia política empieza por el egoísmo antes que por la solidaridad.

Con el paso de los años los “cuadros políticos” se han ido bajando solos porque el interés por pasarla bien ha sido mayor que el beneficio de toda la sociedad. Verna no se equivoca. Las ideas no son importantes. Las campañas electorales supieron transmitir ilusiones, proyectos y sueños que después, para hacerlos realidad, hacía falta la magia.

En el debate último de los candidatos a diputado nacional se vio a cinco dirigentes muy preocupados en sus respectivas imágenes y en ganar el desafío que tenían adelante. No parecían desesperados para dejar en claro aquellos sueños o ideales. Se trenzaron en una discusión muy simple y con pocos argumentos. Uno de los postulantes, el de Fuerza Republicana, mostró sus dos caras. Cuando le hablaba a la cámara era alguien que quería transmitir su forma de pensar, pero cuando debatía volvía a ser “Ricardito”, aquel apelativo con el que todos lo llamaban cuando vivía su padre. Y, como quien juega, Bussi hijo lanzó una estocada a Domingo Amaya consultándole si era kirchnerista o macrista. Amaya estuvo al borde del nocaut. Sintió el golpe certero, pero los demás contrincantes estaban tan preocupados en hablar, en gritar, en hacer sentir sus voces y no sus razonamientos e ideas, que le dieron el tiempo justo para que Amaya, que ya estaba colorado del ahogo, encontrara aire y sacara un manotazo. ¿Y usted qué habla si lo vimos desayunar con Alperovich? “Ricardito” siguió con sus chicanas e hizo como si no lo hubiera escuchado.

Así han nacido los espacios donde caben dirigentes de varios partidos porque estos han perdido definitivamente su identidad. No es fácil trasladar multitudes de un lado a otro, son los dirigentes saltimbanquis los que se mueven y saltan de un lugar a otro.

Botón de muestra

Uno de los ejemplos más impactantes de esta política líquida que se escapa de las manos sin ideales sólidos ha sido el acto que se realizó en el Club Central Córdoba. Fue un mitin dedicado al peronismo, pero organizado por un hombre radical que militó siempre en la UCR y a quien ese partido centenario le dio ideales, sueños, trabajo y cargos desde muy joven. Ariel García deambulaba por el viejo Concejo Deliberante de capital (en 24 de Septiembre al 300) y entraba y salía por los diferentes despachos radicales. Allí los ediles lo señalaban como una promesa, como un político que daría que hablar. Y se les cumplió porque fue creciendo hasta que esta semana rompió definitivamente aquellos sueños de viejos dirigentes. García no tuvo ningún empacho de rendirse a los pies de Juan Manzur y de Osvaldo Jaldo. Impensado para aquellos dirigentes que veían crecer al joven radical García. Este lo justificó despotricando contra el gobierno macrista que no sacó de la pobreza al país. Pero lo cierto es que el dirigente radical tuvo un gesto de agradecimiento al buen trato que recibió en los últimos cuatro años de parte de peronismo, que lo puso como vicepresidente de la Legislatura. Es más, en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) ya había optado por otro espacio, el de Roberto Lavagna, a quien también dejó plantado.

Muchos dirigentes radicales no mostraron sorpresa por la actitud de García que terminó jugando en el equipo del frente (como Miguel Ángel Pichetto a nivel nacional). Es lógico porque ya no sorprenden estos saltos de cerco. Se van haciendo costumbre. Y a sus principales seguidores tampoco les llama la atención: lo siguen en la medida en que haya conveniencias, ya sean trabajos, planes sociales o determinados beneficios. La mística del dirigente también se va diluyendo con los espacios.

Mientras los radicales no alcanzaban a sorprenderse, los peronistas, en cambio, tuvieron un golpe a menos de 24 horas del Día de la Lealtad, fecha fundamental en la vida de los seguidores de Perón. Juan Manzur fue junto con Osvaldo Jaldo a Central Córdoba y ambos se colocaron la boina blanca con la que se identifica al radicalismo y que da nombre a la agrupación que lidera Ariel García. Manzur sigue embarcado en la soberbia del triunfo y en la embriaguez del poder. La boina blanca sobre su calva fue un mensaje de vale todo, de no importan algunos símbolos si a cambio de eso mostramos multitud y gente alrededor.

Verna tenía razón: los dirigentes siempre caen parados, el problema es la gente, que hasta los principios debe abandonar por culpa de la pobreza. Es ella la que los obliga a aplaudir por el sánguche y la coca; no la empatía del líder.

Los argentinos no son una excepción en la caída de las identidades políticas. Pero en Tucumán la dirigencia ha hecho esfuerzos especiales para el deterioro de la calidad institucional. El alperovichismo, que no es otra cosa que un espacio con un líder radical que coptó el peronismo con la plata y con los cargos (… y pensar que Alperovich asumió diciendo que iba a cambiar la dirigencia), se encargó de sellar constitucionalmente el deterioro de los partidos. Creó los acoples, pequeñas y medianas empresas para colocar algunos dirigentes y asegurar que nada cambie en la estructura política de la provincia. Tanto es así que sólo los que tienen el aparato estatal son los que ganan. Es muy difícil que un idealista que declame sueños pueda llegar al poder sin la plata ni la lapicera de las estructuras estatales, sean el Poder Ejecutivo, el Legislativo o los municipios.

Pero el deterioro ha avanzado tanto que pensar en una reforma constitucional sólo para cambiar eso sería improbable. Ya los tucumanos han experimentado que las reformas se hacen por el interés individual de quienes están en el poder, no por el bien de los ciudadanos. Por eso Osvaldo Jaldo pone el grito en el cielo contra una reforma. Teme que su “querido Juan” se tiente y abandone la amistad política que supieron forjar y proponga la reelección sempiterna.

Momento de decisión

La semana que viene, los argentinos habrán tomado la decisión central para los próximos cuatros años. No sólo se elegirá presidente: también habrá definiciones muy concretas sobre la vida de los tucumanos. Y, dos días después, el gobernador estará asumiendo de nuevo como titular del Poder Ejecutivo.

Si hay algo en lo que coinciden todos los “sijuancistas” es que no tienen la menor idea de lo que quiere hacer o hará Juan Manzur. Silencioso y parsimonioso, llega a desesperar a sus seguidores, a su estructura e, inclusive, a sus principales colaboradores. Sus silencios y sus acciones inesperadas sacan de quicio al mismísimo Jaldo. Manzur y el peronismo reaccionaron con vergüenza después del acto masivo de Macri en plaza Independencia. Desde entonces no descansan y siguen haciendo actos. E intentarán doblegar los números del Presidente. Después de que jure deberá decidir. Tiene que definir cómo será su gabinete y también si terminará imponiendo a Juan Antonio Ruiz Olivares en la presidencia subrogante de la Legislatura, algo que pone los pelos de puntas a Jaldo. Pero, por sobre todo, cuando Manzur jure de nuevo como gobernador ya sabrá si tiene la posibilidad de irse a Buenos Aires como funcionario, o no. La paciencia hasta para Manzur tiene un límite.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios