Se cierra el bar donde se encontraron Sábato y Borges

Se cierra el bar donde se encontraron Sábato y Borges

Se silenciaron los ecos de una charla que hizo historia.

Se cierra el bar donde se encontraron Sábato y Borges
03 Octubre 2019

Borges cierra los dedos en torno a la copita de caña, mientras la mano izquierda permanece aferrada al bastón. Sábato, que ya despachó la suya, tiene las piernas cruzadas y esconde una palma en la profundidad del abrigo. Se lo ve más distendido. Parece llevar la conversación, mientras Borges escucha. Los separa un puñado de centímetros, demarcados por la mesita de madera, tan cuadriculada como el piso en damero que los sostiene. En el blanco y negro de la foto se adivina una boiserie de fondo. Al frente, dos pocillos vacíos y dos ceniceros de latón, de los de antes. Escenografía propia de un cafetín de Buenos Aires, aunque no es cualquiera. Corre el verano de 1975 y el Plaza Dorrego eleva su categoría de clásico rincón de las tertulias porteñas a escenografía de un choque de colosos. Choque intelectual, para nada físico, entre dos figuras de las letras argentinas que jamás llegaron a entenderse ni a quererse.

Pero hicieron el intento, y el Plaza Dorrego puso lo mejor de sí, tentándolos a relajarse con su impronta bohemia, de lecturas interminables al cobijo del ventanal y discusiones regadas por el café o, por qué no, alguna copita de caña.        

A Buenos Aires se le estruja el corazón porque el Plaza Dorrego bajó la persiana. San Telmo no será el mismo, porque ¿cómo se disimula el vacío al cabo de 140 años en los que el bar fue protagonista en la emblemática esquina de Defensa y Humberto Primo?

 Por más que en 2011 había sido declarado “notable” por la Legislatura porteña, las malas administraciones fueron ahogando al café, hasta que se precipitó el cierre. Por estas horas, los empleados negocian con el propietario, ya que pretenden reabrirlo con la forma de una cooperativa.

Aquella charla entre Borges y Sábato -propiciada por la revista Gente- jamás fue más allá de las generalidades. Al final, provocó más incomodidad que puntos de encuentro. Pero estuvieron cara a cara y en el lugar apropiado, al amparo de la clásica neutralidad de una esquina de Buenos Aires dibujada con forma de bar al paso. Al Plaza Dorrego ese recuerdo no se lo borra nadie.

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