El dueño del cetro opositor

La democracia se equilibra con la existencia de una oposición fuerte, porque le ofrece a la ciudadanía una alternativa de poder y porque puede funcionar como dique de contención frente a las posibles desviaciones autoritarias de los oficialismos de turno. Poderes legislativos equilibrados en cuanto a su integración obligan a negociaciones políticas que encaminan gestiones de gobierno. En teoría. En la historia reciente hay ejemplos para todos los gustos, desde los que van hasta en contra de las hipótesis para una sana convivencia democrática, porque hubo mayorías hegemónicas que facilitaron la calificación del concepto de “escribanía” a los cuerpos legislativos a causa de la fuerte concepción presidencialista arraigada en la Argentina. O de verticalismos provinciales.

El 27 de octubre se definirán quiénes quedarán de un lado y del otro lado del mostrador. Se podrá visualizar al jefe o al representante central de la oposición, o a sus principales referentes, para los tiempos de pactos obligados que se vienen a causa de la profunda crisis económica y social. De repetirse el resultado de las PASO de agosto, la coalición que sostiene al Gobierno nacional puede estallar por los aires; de hecho algunos de los jugadores de la propia tropa del ex Cambiemos -por no decir del PRO original- ya están pensando en salvar el propio pellejo político distanciándose o abriéndose de Macri.

¿Será el Presidente quien juegue ese rol después del 10 de diciembre o se mandará a guardar a cuarteles de invierno? ¿Será Rodríguez Larreta?, ¿algún dirigente radical que se salve del naufragio? ¿Quedará diezmada la oposición? ¿Qué sucederá con la UCR? Al margen de las posibles respuestas, Alberto Fernández tendrá que gobernar a partir de consensos y de mucho diálogo con toda la oposición, sean quienes sean sus referentes; si es que la ciudadanía lo acompaña, esta vez en la elección en serio.

En Tucumán, ¿quién se alzará o apuntará a alzarse con el cetro opositor, el que convierta al que lo posea en el líder, jefe o conductor de ese espacio? A diferencia de la Nación, donde resta jugarse el partido definitivo, en la provincia ya hubo votación, ya se conocen los roles institucionales que desempeñará cada dirigente. Restan las definiciones políticas: con quién se habrá de negociar, a quién se va a ningunear. Siempre se elige al adversario, para una u otra cosa. Vale en uno u otro sentido, desde el oficialismo hacia la oposición, o viceversa. Ya está sucediendo.

Si bien la mayoría de la dirigencia -especialmente la que tiene responsabilidades ejecutivas- está más preocupada por cómo atravesar la crisis -porque los arrastra a todos, sin distinción de ideologías-, algunos andan con el tablero de ajedrez bajo el brazo especulando sobre el espacio de poder al que pueden aspirar y en el que finalmente se van -o los van- a instalar. Hay atisbos tempraneros en la comarca, aunque no se debe ser tan explícito, ya que lo central pasa por arremangarse y trabajar en conjunto en los famosos próximos “cien días” o en el no bien ponderado “primer semestre” para encaminar al país.

Luego, con menos nubarrones socio-económicos, la disputa por ocupar la centralidad opositora puede ser más visible. Erigirse ante la ciudadanía como “el” opositor más confiable, por ejemplo, abre las puertas para pelear con mejores chances por la senaduría por la minoría en 2021. Pero, cuidado, el interés por esa codiciada poltrona también puede ser motivo de fracturas internas. ¿Lejos? Para nada, ya se piensa en esa banca, aunque está prohibido admitirlo públicamente.

Los comicios del 27 también incidirán en el formateado opositor definitivo, pues la representatividad que se ganó en junio se puede perder en octubre, o a la inversa. Los resultados justificarán las demandas de espacios de influencia internos. Más aún, si finalmente gana el Frente de Todos con cifras parecidas a las de agosto, la coalición electoral local de Juntos por el Cambio corre serios riesgos de implosionar, provocando que sus integrantes busquen refugiarse en sus propios espacios y privilegien sus intereses sectoriales como una natural reacción de supervivencia política.

Una diáspora de la oposición le añadiría nuevos condimentos y nuevos actores a la disputa por adjudicarse la cucarda opositora de primera categoría. El desafío será cómo seguir unidos, cómo rearmarse como una alternativa de poder para disputar las bancas de 2021 y, nuevamente, aspirar al gobierno en 2023. ¿Lejos? Para nada, sólo la crisis ralentiza un poco los planes en ese sentido.

De la elección del 9 de junio surge que de los 347 cargos en disputa, el oficialismo se quedó, además de los puestos de gobernador y vice, con 15 de las 19 intendencias, con 31 de las 49 bancas legislativas, con 92 de las 93 delegaciones comunales, y con más de la mitad de los 184 puestos de concejal de toda la provincia. Un poder institucional y político absoluto, casi hegemónico, con el que puede hacer lo que se le plazca -dentro de la legalidad y legitimidad-, porque la oposición ha quedado reducida a cuatro intendencias, a 18 legisladores, a un comisionado rural y a menos de la mitad del total de los ediles.

En ese esquema de minoría, encima atomizada, ¿quién tiene las mejores chances para llevarse el bastón de mando opositor en Tucumán? Y quiénes querrán involucrarse de lleno en esa disputa: ¿Alfaro?, ¿Bussi?, ¿Cano?, ¿Elías de Pérez?, ¿Campero?, ¿Sánchez?, ¿Amaya? Alperovich se instaló en la vereda de enfrente del Gobierno. ¿Disputará esa corona? En términos de poder institucional, el ex gobernador cuenta con dos bancas senatoriales, cuatro legislativas -aunque dos de sus propietarios estarían más cerca de saltar el cerco-, y tres concejales, dos en la Capital y uno en Yerba Buena. Para el oficialismo el senador es un opositor más y con plazo de vencimiento político en 2021, cuando cumpla su mandato en la Cámara Alta. Si Alperovich sueña con regresar en 2023, no podrá eludir los comicios de medio término, tendrá que ir en una boleta, ya sea en el PJ o por fuera del partido; lo más seguro.

Bussi fue un adelantado en esta carrera, hizo lo propio al reclamar la vicepresidencia segunda de la Cámara para Fuerza Republicana. Su bloque tendrá ocho miembros y será la primera minoría parlamentaria. El concejal consolidó su espacio con la composición en la futura Legislatura siendo la tercera fuerza más votada.

Sin embargo, hizo un poco más en el camino por aquel cetro, elípticamente apostó a una eventual división de la sociedad Manzur-Jaldo jugándose tácitamente en favor del gobernador. Metió una cuña, o cizaña, para alimentar esa fractura al decir públicamente que apoyará la reforma constitucional para establecer la reelección. Esto sólo puede tentar al titular del PE. O sea, optó por abrir un puente con el mandatario y enemistarse con el vicegobernador.

El tranqueño le cerró la puerta a una intentona reformista tras la votación provincial, lo que fue interpretado como una traba implícita a la chance de otorgarle la reelección indefinida al gobernador. Si bien Bussi condiciona su apoyo al cambio de la Carta Magna a reducir el gasto político -menos legisladores, menos intendentes y menos concejales-, anticipó con su movida con quién está más dispuesto a negociar: con el uno, no con el dos.

La directa consecuencia de este gesto será que el oficialismo parlamentario liderado por Jaldo decida no concederle la vice segunda, o bien que analice otorgárselo a otro opositor. O llevarse los tres cargos porque los números se lo permiten.

Además, desde Vamos Tucumán le ponen en bandeja una justificación a Jaldo para cerrarle el paso a la pretensión de FR: que la coalición que postuló a Elías de Pérez fue la segunda fuerza en los comicios provinciales, ya que obtuvo 200.000 sufragios frente a los 136.000 de Bussi. En el caudal electoral y no en las bancas obtenidas justifica su relamo a aquel puesto en la Cámara. Vamos Tucumán obtuvo sólo seis bancas (Canelada, Ascárate, Berarducci, Pellegrini, Albarracín y Masso -quien se abrirá y constituirá un unibloque-) pese a la cantidad de sufragios conseguidos. El acople los perjudicó, o bien no supieron explotar este sistema de listas colectoras.

Es una forma de interpretar la realidad política para exigir la vice: la distribución territorial de los votos y no de la incidencia numérica en la Legislatura, que es lo que defiende Bussi.

Vaya un dato interesante a considerar: Alfaro rechaza la posibilidad de una reforma constitucional para establecer la reelección, entendiendo que de esa manera se privilegian los intereses de dirigentes y no de la gente para la cual se tiene que gestionar. Una diferencia conceptual que lo enfrenta a Bussi y que lo pone en la sintonía de Jaldo. Las especulaciones al respecto dan para escribir otra columna.

Un interrogante en este panorama opositor es qué sucederá con la UCR, tanto a nivel nacional como provincial, si finalmente no se puede reelegir a Macri. En Tucumán, está intervenida y su sigla partidaria no formó parte ni siquiera de los comicios provinciales. Debe rearmarse como la fuerza alternativa al PJ en la provincia.

Luis Argañaraz, el interventor que tiene hasta el 31 de marzo para normalizar al radicalismo, promueve una autocrítica, plantea la necesidad de un sinceramiento y una definición de hacia dónde se quiere ir. Sillón, no bancas; en esa idea el edil sintetiza el camino que tiene que hacer la UCR. En otras palabras, dejar de pensar en las quintitas y soñar en serio con acceder al poder.

¿Con quiénes? Cano es el principal referente opositor, aunque haya sufrido desgaste, pero en la UCR hay tres intendentes con influencia a partir del dominio territorial que le dieron los votos: Campero (Yerba Buena), Sánchez (Concepción) y Salazar (Bella Vista). Hay muchos dirigentes de la vieja guardia y jóvenes que pujan en el centenario partido. ¿Se producirá un mix de cuadros o habrá renovación a la hora de reconstruir al partido? ¿Candidatos eternos o nuevas caras? La UCR también tiene su propio desafío interno.

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