Una lucha que no se paraliza ni aún muerta

Una lucha que no se paraliza ni aún muerta

“El caso de la mujer que no quiso ser jarrón” vuelve a la vida el desafío de Salvadora Medina Onrubia a los cánones sociales.

MUJER INDÓMITA. Victoria Felipini compone a Salvadora Medina Onrubia y Gilda Sosa a Josefina, quien la invoca. PRENSA JULIO CULTURAL.- MUJER INDÓMITA. Victoria Felipini compone a Salvadora Medina Onrubia y Gilda Sosa a Josefina, quien la invoca. PRENSA JULIO CULTURAL.-

ACTÚA HOY

• A las 21 en el Centro Cultural Virla (25 de Mayo 265).

Salvadora Medina Onrubia podría haber elegido no existir. Haber sido, simplemente, una mujer rica que recorra la mitad del año la porteñísima avenida de Mayo y el resto, la parisina Champs-Élysées; una ama de casa cómoda; figurante de lujo en fiestas fastuosas o la esposa del poderoso Natalio Botana, el dueño del diario Crónica y decidor de muchos destinos en la Argentina de hace un siglo.

Pero no. Decidió tener nombre propio; ser feminista, combativa, dramaturga, luchadora por los derechos humanos, organizadora de la fuga del penal de Ushuaia de Simón Radowitzky (el asesino del jefe de la Policía, Ramón Falcón) y luego impulsora de su indulto, poeta y directora de Crítica cuando murió su esposo. Era tan peligrosa que en 1931 José Felix Uriburu la detuvo tras clausurar el diario y cuando hubo gestiones para liberarla, rechazó su perdón con una carta memorable (ver “La carta a Uriburu”). Falleció en 1972, a los 78 años.

Esta noche, en el Centro Cultural Virla y en el marco del Julio Cultural Universitario, Victoria Felipini la trae de la muerte porque su pelea no ha concluído y debe terminarla, demore lo que demore.

La actriz personifica a Salvadora en la obra “El caso de la mujer que no quiso ser un jarrón”, coescrita por ella con Andrea Ojeda (directa de la puesta) y Gilda Sosa, quien la acompaña en el escenario como Josefina, una mujer apasionada por las vidas y obras de mujeres que marcaron vanguardia en el arte. Al invocarla, se corporiza y un espíritu revolucionario toma nuevos bríos.

“El lugar que le daban a la mujer era ser ‘la acompañante de’, un mero adorno, y no lo admitió, no estaba para eso, era de acción. Es muy apasionante todo lo que hizo. Junto con Alfonsina Storni, militaron el voto de la mujer a principios del siglo pasado y escribió textos de avanzada a su tiempo, con cuestionamientos a los cánones sociales y reivindicaciones feministas, como ‘Las descentradas’”, afirma Felipini, en una entrevista con LA GACETA.

- Sus posiciones la llevaron a ser descalificada varias veces.

- Sí, incluso la vincularon falsamente como amante de Radowitzky, a quien conoció en Montevideo y se decepcionó. Esa forma de descalificar se repite actualmente. Lo cierto es que Salvadora no encajaba fácil en ningún rótulo. No era anarquista porque estaba casada con un millonario y paseaba en Rolls Royce; no era buena madre porque no se dedicaba a la casa y a los hijos; como esposa era rebelde... Fue contradictoria.

- ¿Fue dificultosa la investigación sobre este personaje?

- Nos llevó más de un año la investigación documental exhaustiva, porque su obra es muy vasta pero no tiene reediciones; y luego abordamos el montaje teatral. En la obra tenemos muchos pasajes de sus creaciones literarias y se cuenta parte de su historia. Hacemos mucho hincapié en el contexto político, social y cultural en el cual ella logró hacer todo lo que hizo. Si aún hoy las mujeres tenemos dificultades por los prejuicios, en abrirse espacios, en conseguir cupos laborales en igualdad de condiciones, en su momento era muchísimo más difícil. Fue una mujer valiente.

- Su rechazo a Uriburu es una pieza muy potente...

- Ese pasaje lo tenemos en el espectáculo. El diario Crítica organizó el golpe de Estado contra Hipólito Yrigoyen y apoyó la subida de Uriburu, pero cuando llegó al poder, se le volvió en contra. Tanto Botana como ella son detenidos; su esposo sale primero, y Salvadora demuestra toda su fortaleza y dignidad en el rechazo a las gestiones para que la suelten.

- ¿En qué género encuadran la puesta en escena?

- La planteamos como un realismo mágico, con mucho humor. Todo comienza con una suerte de acto de espiritismo de una investigadora donde se corporiza a quien invoca, pero nada sale como espera porque Salvadora sigue siendo rebelde y no acepta órdenes. Se mezclan dos épocas diferentes y se genera un diálogo entre generaciones sobre conflictos que son atemporales, mientras se relata su historia. No es una biografía documental, sino teatro dinámico, que no aburre; por ejemplo, sólo mencionamos al pasar que es la abuela de Copi (el escritor argentino Raúl Damonte Botana), quien es heredero de su espíritu.

- ¿Cuántos de sus planteos tienen vigencia actualmente?

- Muchísimos, muchos de sus textos podrían ser dichos ahora. El movimiento feminista, que está en pleno auge, tiene sus raíces en miles de mujeres que vienen militándolo desde hace décadas.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios