El “fantasma” del Central Park nunca olvidó la invitación de LA GACETA

“Quédese tranquilo, por LA GACETA no dudaré en estar allí”, había dicho el maestro, al confirmar su presencia en el centenario del diario.

EN EL TEATRO. Pelli contestó las preguntas de docentes y de alumnos. LA GACETA / FOTO DE HECTOR PERALTA EN EL TEATRO. Pelli contestó las preguntas de docentes y de alumnos. LA GACETA / FOTO DE HECTOR PERALTA

LA GACETA se encaminaba a celebrar su centenario. Dentro de la cantidad de festejos que veníamos planificando, se nos ocurrió la idea de invitar a una figura emblemática para Tucumán. Pensamos en alguien que en una sola persona representara virtudes como la humildad, la inteligencia, el talento, el espíritu emprendedor, el sacrificio, el éxito fronteras afuera. Alguien que pudiera demostrar a nuestra juventud que desde una provincia pequeña en su geografía, pero pujante desde su cultura, habiéndose formado en la Universidad pública, podía convertirse en un profesional respetado en todo el mundo.

Nuestra periodista Irene Benito hizo el primer contacto: lo visitó y lo entrevistó en su estudio. En esa oportunidad, le transmitió mi invitación para disertar en el teatro San Martín en la semana del 100 aniversario de LA GACETA. Me llamó por teléfono y en su primer acto de amabilidad y de humildad me dijo: “quédese tranquilo, por LA GACETA no dudaré en estar allí”.

Se sucedieron los intercambios de correos para concretar los detalles. Faltando una semana para su llegada se comunicó conmigo: “doctor, le tengo que pedir un favor, me invitaron a recibir un reconocimiento en la Universidad de Córdoba, ¿puedo desviarme un día hasta allí y después llegar a Tucumán? Quédese tranquilo que De la Sota (entonces Gobernador de Córdoba) me pone el avión para llegar a tiempo”.

El ofrecimiento de De la Sota falló.

Pelli me llama desde el aeropuerto de Córdoba y me dice que por suerte había conseguido lugar en un vuelo de la aerolínea SOL y que, si todo salía bien, llegaría a Tucumán a las 19, cosa que finalmente ocurrió.

Cuando lo fuimos a buscar al aeropuerto Benjamín Matienzo, pensamos que con sus 85 años a cuestas y el cansancio del viaje nos pediría ir al hotel a descansar. Pero no. Nos dijo que lo dejáramos en la plaza Independencia: “quiero caminar la ciudad y respirar aire tucumano”, se entusiasmó. Se bajó del auto, sacó una pequeña máquina de fotos digital y comenzó a fotografiar todo lo que veía. La gente lo empezó a reconocer. Con paciencia y educación contestaba las inquietudes de los tucumanos.

Al día siguiente dio una conferencia impecable, a sala repleta, en el Teatro San Martín. Dejó mensajes muy claros para la juventud. Habló del valor del sacrificio y la meritocracia bien entendida. Mostró su gratitud a los maestros y profesores que lo habían formado. Emocionado hasta las lágrimas recibió un aplauso eterno. Al día siguiente visitó la Facultad de Arquitectura donde recibió una nueva ovación.

Apenas regresó a su casa, desde Nueva York nos envió un mensaje de agradecimiento a LA GACETA por haber recibido una “caricia invalorable”.

Un año después, caminábamos un domingo con mi hija por el Central Park. En el mismo momento en el que hablábamos sobre Pelli y de las obras que habíamos visto el día anterior en el World Trade Center, se nos apareció de frente, como un “fantasma”. Saco azul impecable, pantalón gris y las manos detrás de su espalda. Era su típico andar, un tanto contemplativo. “Hola, don José, ¿¡qué hace por estos pagos!?”.

No podía creer la coincidencia. Solo atiné a saludarlo, mientras Pelli volvía a referirse con enorme gratitud a aquellos lindos días que vivió en Tucumán en 2012. Esa fue su última visita.

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