Entre la jefatura de ministros y la reelección indefinida

Entre la jefatura de ministros y la reelección indefinida

Si cuando Juan Manzur se desempeñaba como vicegobernador pasó a convertirse en ministro de Salud de la Nación de Cristina, ahora que es gobernador, y reelecto con el 50% de los votos, sólo podría aspirar a cubrir la Jefatura de Gabinete de Alberto Fernández. Suena a broma, pero no lo es tanto, porque en esa línea sobrevuelan los rumores en los pasillos de la Casa de Gobierno y en algunos despachos de la sede legislativa. Los movimientos del gobernador mostrándose como uno de los gestores de la unificación del peronismo para los comicios nacionales y su intención de poder sentarse en la mesa chica de las decisiones del PJ permiten considerar aquella hipótesis. Ya hay un antecedente: Jorge Capitanich pidió licencia como gobernador de Chaco y ocupó la jefatura de ministros entre 2013 y 2015 por pedido de la propia Cristina.

Es obvio que esa chance nacional para quien hace un culto de las relaciones públicas está atada, primero, a que la dupla Fernández-Fernández logre desplazar del poder a Macri. Pequeño detalle electoral. Segundo, a que efectivamente los eventuales ganadores piensen en él como una figura necesaria para integrar el equipo ministerial. Sin embargo, el martes último en su paso por Tucumán, el candidato presidencial del Frente de Todos abrió sorpresivamente esa puertita cuando LA GACETA le preguntó sobre si incorporaría a Manzur al gabinete nacional. “Tiene mucha experiencia, ¿por qué no podría estar?”, fue la inmediata respuesta. El gobernador, que estaba escuchando atentamente, sonrió detrás de las cámaras. ¿Música para sus oídos? Tal vez la imagen del chaqueño se le haya cruzado repentinamente por la cabeza.

En el mismo recinto, siguiendo ese diálogo periodístico, Jaldo se mantuvo inmutable, sin gestar una mueca frente a los dichos de Fernández, pese a que se convertiría en un protagonista clave en caso de verificarse el convite. El panorama político-institucional cambiaría radicalmente; las piezas deberían reacomodarse en el nuevo tablero, ya que si todos aquellos supuestos llegasen a producirse, el vicegobernador debería quedar al frente del Poder Ejecutivo según lo establece el artículo 91 de la Constitución provincial (en caso de muerte, renuncia, enfermedad, ausencia u otro impedimento del gobernador, sus funciones serán desempeñadas por el vicegobernador hasta el cese del impedimento, cuando fuese temporal, o hasta completar el período constitucional por el que fueron electos, cuando el impedimento fuese permanente).

Para más datos, el inciso 27 del artículo 67 de la Carta Magna indica que el Poder Legislativo -que dicho sea de paso seguirá siendo manejado por el oficialismo- puede conceder o rechazar las “licencias de carácter especial” que soliciten el gobernador o el vice. Sería una autorización más que especial si llegase a existir una solicitud de la Nación, aunque en ninguna parte de la Constitución se señala con precisión cuáles son esas licencias de carácter especial, por lo que el rango para su interpretación es bastante amplio. Por el lado parlamentario no habría impedimentos, no sólo porque el peronismo impondría su peso como bloque mayoritario y le facilitaría el sí, sino porque quien tiene las riendas de la Cámara heredaría temporalmente el poder. Ergo: aprobación sin obstáculos. Todas son especulaciones, claro, pero que -vale reiterarlo- circulan en los ámbitos palaciegos. Allí nada se descarta.

A todo esto, ¿Manzur realmente querrá sumarse al gabinete nacional? Los que dicen conocerlo -pese a que para muchos de los que lo rodean es prácticamente indescifrable en materia de conducta política- aseguran que ese traje le agrada más que el de titular del Poder Ejecutivo y que, por lo tanto, no le disgustaría instalarse en la Casa Rosada para retornar al ámbito nacional. La recepción que le organizó a Alberto Fernández en Tucumán permite considerar que no fue ajena a esa intención, menos todavía cuando invitó a 400 empresarios para que lo escucharan y sentó a decenas de funcionarios para que lo aplaudieran.

Planificar situaciones

El gobernador ya demostró que le agrada jugar en las grandes ligas. En ese marco no descuida la relación con el resto de los mandatarios peronistas -de hecho en los últimos días estuvo muy activo alentando la unidad del peronismo para la elección presidencial- y sus vínculos con los popes sindicales, con los que supo trabar fluidos contactos mientras era ministro de Salud de la Nación. En ese plano se mueve con habilidad, a gusto. Además, por los lazos que estableció con funcionarios y diplomáticos de otros países, por la forma de relacionarse con líderes religiosos de diferentes credos y por su perfil de dirigente no conflictivo, un rol ministerial no le resultaría complicado, o incómodo. Claro que la concreción de esta posibilidad -especulación que no surge del ocio creativo sino de charlas con oficialistas- está atada a que se encadenen varios capítulos en favor del titular del PE.

En ese sentido, nada más previsor en cuanto a estrategia que ir acomodándose a un futuro posible. Carlos Matus, un economista chileno especializado en planificación estratégica por quien Manzur siente gran admiración y respeto, supo decir: “es posible planificar situaciones, no para predecir el futuro, sino para luchar por crearlo. El hombre de acción necesita planificar situaciones” (Teoría del juego social). Aquel, el del acceso a un puesto nacional, es un futuro posible. Sin embargo, bajo la misma carpa del oficialismo se baraja otro camino alternativo y sobre el que se viene hablando con menos pruritos y más a cara descubierta: reforma constitucional con reelección indefinida. Es una carta con un contenido político amenazador, aunque igual de probable que lo anterior en materia de cristalización.

He aquí lo significativo y curioso, que la posible llegada al gabinete nacional -dicho con la advertencia anterior: siempre y cuando sucedan un sinnúmero de sucesos-, así como la posible reforma de la Carta Magna para facilitar una jugada que a la ciudadanía no le caería simpática serían las dos caras de la misma moneda que guarda Manzur. Y con la cual juega y se divierte. Una suerte de plan A y un plan B. La opción nacional provocaría un reacomodamiento institucional y desataría realineamientos políticos internos, especialmente de aquellos dirigentes que consolidaron su poder territorial en los comicios del 9 de junio. El tablero gubernamental se debería acomodar de otra forma, por lo que la conclusión es una: para centralizar la acción se necesitaría de un liderazgo fuerte.

Acomodamiento de capas tectónicas

La segunda opción es la más dramática y peligrosa para el Gobierno, porque como posible variable se perfila la eventual fractura en la hoy conducción bicéfala. Eso es sinónimo de trabas de gestión. Aquí hay que hacer un largo paréntesis, porque la aparición de la fractura implicaría admitir la existencia previa de manzuristas y de jaldistas; de dos frentes. Continuamente el gobernador subraya la solidez de la sociedad con su vice a la hora de justificar logros políticos y electorales conjuntos, lo que desalentaría la posible desunión del binomio. Ratifica la comunidad de propósitos. Ahora bien, al margen de sus dichos: ¿existe el manzurismo como expresión política? Lo seguro es que, por lo menos, hay manzuristas. Uno de los que camina por esta senda, y con manejo de lapicera, comentó: “creían que entre Alperovich y Jaldo se lo iban a comer crudo a Manzur en seis meses; mirá ahora, en el cuadro ya no está el senador”. De hecho, el mandatario despierta simpatías entre quienes lo consideran un “tiempista”, cuando en realidad su virtud pasa por no impacientarse y reaccionar inmediatamente frente a las dificultades como lo hacen los políticos viscerales. Su capacidad de paciencia excede los límites normales ante situaciones conflictivas; lo que se verifica en una frase que supo soltar alguna vez y que casi lo define: “las capas tectónicas siempre se acomodan”.

En los próximos días, el gobernador sorteará una prueba de fuego a los fines de fortalecer o de debilitar a ese manzurismo en proyección: la elección de diputados nacionales. Es que la lista del oficialismo lleva su impronta y ciertamente la venia de Jaldo; aunque haya causado disgustos por la falta de consultas a alguno que otro dirigente. Rápido de reflejos Manzur puso a la kirchnerista Mabel Carrizo en la nómina antes de que le llegara alguna sorpresiva “sugerencia” de los camporistas. La mano nacional nunca se ausenta para estas épocas electorales, aunque el kirchnerismo hoy está más focalizado en Buenos Aires que en el interior. Igualmente los “primereó”. La presentó allá tal como la pergeñó aquí y se la aceptaron -tampoco le iban a hacer mala cara a un gobernador reelecto-, aunque haya habido un pedido de último momento por la incorporación de uno de los diputados salientes. El reto para el oficialismo con esta boleta será repetir y superar la cifra de votos logrados el 9 de junio. Lo paradójico es que un excelente resultado le permitiría al mandatario soñar con el plan A y también amenazar con el plan B para desalentar el desgaste al que lo pueden someter debido a que su mandato ya tiene fecha de vencimiento.

De todas maneras, a esa posible nueva grieta en la conducción le rehúyen dirigentes peronistas que calzan años de experiencia política y hasta alguno que otro de los electos que van a formar parte de la estructura oficialista. No quieren verse enfrentados. Rechazan la posibilidad de una nueva crisis en la cúpula, apuestan a jugar para garantizar una gobernabilidad que viene atada a la continuidad de la sociedad Manzur-Jaldo. Sin fisuras y sin desconfianzas. Una disputa por una reforma constitucional obligaría a dividir aguas y a tomar partido por uno o por otro bando y a poner en riesgo la tranquilidad política, justamente después de haber atravesado con éxito la escisión del alperovichismo.

Sin embargo, algunas ansiedades se han manifestado tempranamente, como fue tempranera y calculada la decisión de adelantar los comicios para desacomodar a la oposición. Ahora se trata de adelantar definiciones para evitar disputas desgastantes por el poder o bien para marcar el territorio propio. Ya pensando en 2023. Frente al triunfo electoral de hace tres semanas, que consolida y ratifica al peronismo como principal fuerza política en la provincia, y al hecho de que tienen cuatro años de mandato por delante -y que comenzará dentro de cuatro meses-, un sector de peronistas apuesta a que todo siga como hasta ahora. Uno de estos últimos deslizó casi a manera de ruego un “espero que no se llegue a la división y que se apueste a la gobernabilidad”. Para Manzur, la gobernabilidad, además de las consideraciones locales, está muy ligada a que Alberto Fernández le gane a Macri.

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