La calidad del discurso, según la óptica de dos observadores

La calidad del discurso, según la óptica de dos observadores

Un analista vernáculo (Torres Zuccardi) y otro foráneo (López Calendino) desmenuzaron las exposiciones de los contendientes.

30 Mayo 2019

La mirada de afuera  

“Tucumán es un ejemplo porque en las provincias no siempre se dan debates de este tipo”, Sebastián López Calendino, subdirector del observatorio electoral - universidad nacional de La Plata

La distancia que existe entre la ciudadanía y la clase dirigente es cada vez mayor. Los debates son una forma de acercar a representantes y representados, sobre todo por la posibilidad de ver el lenguaje no verbal de los candidatos y, en este caso, incluso de observar su reacción frente a las caricaturas que hicieron los ilustradores del diario. Esa información incrementa el conocimiento sobre quienes se postulan, sobre todo en esta ocasión en la que debutarán como electores los ciudadanos de 16 y 17 años. Además, los debates se ven potenciados por las redes sociales y la velocidad que tienen para reproducir los mensajes. Si por el horario de la transmisión o por cualquier otro motivo alguien no vio el programa de LA GACETA, igualmente podrá enterarse de lo que sucedió por las repercusiones y comentarios. Eso es muy positivo para el objetivo de que la sociedad emita votos informados. La Argentina no está acostumbrada a los debates televisivos: recién ahora es obligatorio para la categoría presidencial y la ley será aplicada por primera vez este año, mientras que en otros lugares del mundo es una práctica arraigada ya sea porque así lo dispone el orden jurídico o por la costumbre. Tiene razón el candidato Ricardo Bussi en cuanto a que resulta necesario legislar sobre el debate e implicar al Estado en su organización de tal manera que participen en él todos los candidatos. Esa iniciativa contribuye a la cultura democrática: por eso lo que pasó ayer es encomiable y forma parte de un cambio necesario. Tucumán es un ejemplo porque en las provincias no siempre se dan debates de este tipo.

En cuanto a lo que se dijo anoche, Silvia Elías de Pérez acertó al criticar a Bussi por aspirar a la gobernación y a otros cargos electivos al mismo tiempo. La ley nacional lo prohíbe y hubiera sido bueno que la provincia también lo haga. Juan Manzur destacó que intentaron eliminar partidos municipales, pero con eso no alcanza para una reforma política seria: hay que reformar la Constitución y terminar con los acoples porque un candidato cada 65 electores es demasiado, lo mismo que la existencia de 18.561 aspirantes para 347 cargos. También es necesario transparentar el financiamiento de la campaña. Llama la atención, por el contrario, que Elías de Pérez cuestione a la Junta Electoral Provincial cuando faltan días para la votación y cuando sabía su composición desde octubre. Estos comentarios abonan la sensación de que los tucumanos están otra vez ante unos comicios complejos. ¡Ojalá no suceda lo mismo que en 2015!

La mirada de adentro

“Nuestros políticos todavía están utilizando el método de la barricada”, Raúl Torres Zuccardi, arquitecto y planificador urbano de la UNT

En el debate quedó claro que Silvia Elías de Pérez le reclamó a Ricardo Bussi que estaba haciéndole el juego al peronismo. Se trata de un cuestionamiento totalmente extemporáneo: ya no es momento de plantearlo porque faltan días para las elecciones. Había que decirlo antes para que sea útil a los fines de la política: hoy es un truco efectista para captar algunas opiniones manifiestamente antiperonistas.

Lo que hizo Juan Manzur respecto de Elías de Pérez cuando le dijo que es la representante del presidente Mauricio Macri es otro cargo para quitar prestigio a la candidata. Manzur la hace corresponsable de la destrucción de la economía argentina. Es un recurso propagandístico para denostar al adversario, cosa que no corresponde.

Silvia Elías se prendió en la misma tendencia cuando acusó a Bussi de tener una fortuna oculta. A Bussi también le achacan los errores de su padre (Antonio D. Bussi) en consonancia con la fuerte orientación casi hereditaria de su partido (Fuerza Republicana). Pero estos comentarios van a contramano de lo que se espera de un debate como momento para la exposición de ideas. Lo que se pretendía era conocer las iniciativas que los candidatos elaboraron a partir de su propia ideología o cosmovisión, no la formulación de cargos hacia las personas. Hay una confusión entre los protagonistas, los momentos y lo que correspondía haber dicho en un debate. El resultado de esto es que nadie ha hablado sobre cómo proceder y qué lograr a partir de la gobernación de la provincia.

Nuestros políticos todavía están utilizando el método de la barricada. Ello quedó en evidencia durante el tiempo para el debate libre: fue un desastre. Allí se vio una auténtica trifulca. Ninguno de los tres estuvo a la altura. Conviene recordar que el político no puede olvidarse de su racionalidad y de su obligación de observar un comportamiento éticamente correcto.

Otra cuestión para subrayar es que la Provincia no está en posición de ser una oponente de la Nación: pueden serlo los sujetos que la conducen, pero no la organización. Sostener lo contrario implica una gran confusión. Por lo demás, los postulantes se han referido a asuntos básicos de la gestión, como que hay que moderar el gasto y asegurar la provisión de agua. Ninguno de los tres candidatos se ha referido al futuro de Tucumán a partir de una respuesta a la pregunta de “qué debe ser” esta jurisdicción. Todos ellos aludieron a lo natural e indispensable. Obviamente hacen falta caminos, pero, también, definir el rumbo de la provincia y hacia dónde debe ir más allá del corto plazo.

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