Ser noticia o ser historia, esa es la cuestión

Ser noticia o ser historia, esa es la cuestión

Si, en términos periodísticos, toda semana se “mide” en noticias, la que está por terminar no ha reportado novedades para todos los espacios. Y si, en términos políticos, uno de los estándares para mensurar cuotas de poder consiste en protagonizar “noticias”, esta antepenúltima semana hacia los comicios del 9 de junio (cuando los tucumanos “harán votos” por la suerte de la cosa pública hasta 2023) concluye en Tucumán con ventajas para un sector, expectativas para otro, tendencias consolidadas para un tercero, e inmovilismo para un cuarto.

Un ejemplo de cómo la “noticiabilidad” es un indicador de cómo circulan las cuotas de poder en la opinión pública (la lisa y llana “opinión” que tienen los ciudadanos acerca de la cosa “pública”) está dado, en la más caliente actualidad, por el anuncio de la senadora Cristina Fernández de Kirchner de que ella será la candidata a vicepresidenta en el binomio que postula a Alberto Fernández (quien fuera jefe de Gabinete de su esposo, y también de ella). Esa revelación ha devuelto al kirchnerismo al centro de la escena informativa. Si a ello se suma el juicio oral por presunta corrupción en la obra pública de Santa Cruz, el espectro noticioso casi ha sido monopolizado por los “K” en todos los medios de comunicación de la Argentina. Correlativamente, la ex presidenta ocupa, otra vez, la centralidad de la política. Y lo hace desde su nuevo lugar a partir de 2015: la oposición.

Si a partir de ello el kirchnerismo logra llegar al ballotage en noviembre, o gana en primera vuelta, o termina tercero en octubre, es otro asunto. Por debajo del puente que conecta el presente con los comicios presidenciales deben pasar aún la campaña electoral, la inflación, los procesos penales contra el Gobierno anterior, las alianzas de las fuerzas nacionales (el plazo para celebrarlas vence el 12 de junio), la crisis del peronismo (y su salida con la unidad, o su cronificación con más ruptura), la cotización del dólar, la formalización de las candidaturas (el plazo para anotarlas vence el 22 de junio)... En fin, debe pasar el tiempo.

Mientras tanto, en el “ahora”, Cristina gana desde el sábado la pulseada informativa, aun contra la desventaja de que uno de los atributos de quienes conducen los poderes del Estado (hoy, sus adversarios) radica en la posibilidad de generar acontecimientos noticiables. A favor o en contra, la ex mandataria acaparó la atención de la opinión pública en las postrimerías de mayo. Y urgió necesidades en el peronismo federal y en Cambiemos.

En la vanguardia

La explicitación de la fórmula “Fernández – Fernández” también ha impactado en la campaña electoral tucumana. Entre sus efectos inmediatos, fue el manzurismo el que capitalizó la novedad en su favor. Juan Manzur se puso a la vanguardia de los gobernadores peronistas y fue el primero en saludar efusivamente, por las redes sociales, la entronización política de Alberto Fernández. El presidenciable del kirchnerismo también recibió el saludo del senador José Alperovich, pero sólo respondió (y correspondió) el del actual mandatario.

En rigor, ese intercambio a través de Twitter fue el menor de los contactos que mantuvieron Manzur y Fernández. Ambos conversaron largo y tendido por teléfono. Y después siguieron por WhatsApp. Al mediodía, el santiagueño Gerardo Zamora y la fueguina Rosana Bertone también habían expresado su entusiasmo por la nueva fórmula. Durante la tarde del sábado, confirman fuentes de Casa de Gobierno, el tucumano se habría ocupado personalmente con varios otros de sus pares. Cuando caía la noche, ya eran ocho los mandatarios provinciales que habían brindado por “Alberto – Cristina”. Seis de ellos se contaban en las filas del Peronismo - Federal.

La “novedad” kirchnerista, entonces, deviene “novedad” manzurista en Tucumán. No se trata de que un tuit de Alberto Fernández sea una bendición de investidura para el oficialismo provincial, sino, por lógica contraria, se trata de que la otra expresión del peronismo tucumano, la del alperovichismo, ni siquiera un humilde tuit ha merecido.

En esa “novedad”, el manzurismo suma un plus a la construcción pública de su proyecto político: le da contexto y sentido nacional. Dicho en otros términos, que probablemente se leerán en eslóganes próximamente, el voto de Cristina, en Tucumán, es el voto de Manzur. Y eso coloca al oficialismo en una “serie”. La cadena es que al kirchnerismo hay que empezar a votarlo en junio, para después seguir en las PASO de agosto y en las generales de octubre.

En el “clivaje”

Esa misma lógica encarna toda una expectativa para Vamos Tucumán: la esperanza de una dinámica de polarización que lo reposicione como alternativa al oficialismo provincial. Léase: si lo contrario al kirchnerismo es el macrismo, lo contrario a Manzur (que “es” el voto kirchnerista) es Silvia Elías de Pérez (que “es” el voto macrista). Claro que no es simple ni grato embanderarse de “amarillo PRO” en Tucumán (hasta del nombre “Cambiemos” renegaron). Pero lo cierto es que hasta aquí, el espacio opositor de la senadora no ha logrado encontrar una divisoria de aguas que ponga multitudes del lado de su orilla.

Primero se intentó con una apuesta por “salir de la grieta”, pero la “revolución de los corazones” no cuajó. Por el contrario, sus contendientes fueron moldeando un escenario donde el “clivaje” era el clásico “peronismo vs. antiperonismo”. Y en ese esquema, Vamos Tucumán no logró explicar a los tucumanos por qué la opción “no peronista” era ese frente y no el partido Fuerza Republicana. Tampoco por qué es la opción “radical”, considerando que el Frente Evolución por la Democracia Social se ha llevado legisladores, un intendente y una diputada nacional y muchos dirigentes históricos del centenario e invervenido partido. El alperovichismo, aprovechando esa fisura, también se presentó a pelearle el voto peronista al manzurismo. Sin embargo, si los próximos 15 días van a mostrar que la “fisura” electoral que divide con “peronismo vs. antiperonismo” se horada con un cincel que pregona en el mismo sentido “kirchnerismo vs. antikirchnerismo”, surge entonces la posibilidad de que haya porciones del electorado “indeciso” que encuentren, “espejados”, el voto del Frente Justicialista por Tucumán contra el de Vamos Tucumán.

En la región

El voto de FR sigue otra dinámica. Una que le viene funcionando muy bien y que ha quedado ratificada el miércoles por Eduardo Verón Guerra en el debate de los vicegobernadores en “Panorama Tucumano”. Su clivaje es “seguridad vs. inseguridad”. Pero hay más que eso.

En todo caso, la dificultad que se presenta para notar “eso otro” que hay detrás del fenómeno de FR en las encuestas radica en que Tucumán tiene “complejo de inédito”. Algo así como la convicción de que aquí se inventa todo y que luego se exporta. Y en nombre de que han habido hechos (algunos virtuosos y otros trágicos) que pueden abonar esta idea, la “pretensión de originalidad” de Tucumán peca de exceso de autoestima. Su dinámica política y electoral de las últimas dos décadas lo confirman: es empecinadamente latinoamericana y clientelista.

Cuando se advierte esto, es menos complicado darse cuenta de que Fuerza Republicana, como partido de derecha, conservador, religioso e identificado con las Fuerzas Armadas, recibe como viento a favor la ola del “bolsonarismo”. Es decir, del discurso del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, de combatir la inseguridad con mucha mano dura y sin muchos derechos humanos.

Dicho en otros términos, lo que ocurre en Brasil (país que Ricardo Bussi conoce bastante y frecuenta sin solución de continuidad, porque veranea empecinadamente allí, siempre variando los destinos) también reverbera aquí.

¿Cuánto puede incidir el “fenómeno Bolsonaro” en estas tierras? Difícil mensurarlo en esta provincia. Aquí, si a un tucumano le dan una encuesta, él sabe qué puede esperar; pero si le dan dos mediciones de distintas consultoras, ya no tiene la menor idea. En todo caso, las preguntas yacentes son si tiene dirigencia para canalizar los apoyos hasta las urnas y si “tendrá espaldas” para controlar los comicios. “Bolsonarismo” o el “bolsonerismo”, esa es su cuestión.

En la esquina

El alperovichismo, finalmente, no alcanzó a hacer pie en la correntada política de esta semana. Aunque atesora la foto de principios de mes, en la que la ex senadora Beatriz Rojkés aparece en la foto grupal con la que Cristina llamó a la unidad del PJ, se desesperó en los últimos días por la ausencia de gestos públicos favorables de Alberto Fernández. Al punto de difundir una foto de tiempos pasados, recobrada de algún álbum lejano, donde el senador Alperovich aparece con el ex jefe de gabinete. “Si no puedes soñar, golpea los baúles polvorientos”, recetaba el poeta Fayad Jamís. Pero ese es un remedio para la angustia de imaginación, no para la necesidad de poder.

El desaire del saludo no correspondido, y por ende del “albertismo” no certificado, dejó al Frente Hacemos Tucumán en la esquina, perfumado para siempre. Sin marquesina nacional, la semana de campaña del ex mandatario, sin embargo, no fue tiempo perdido. Por el contrario, estuvo abocada a la preparación de fiscales de mesa para del día de los comicios. El control de los votos, aseguran en su entorno, es toda una obsesión para el ex mandatario.

A la cuenta regresiva de los comicios le quedan 16 días de vértigo. Con tan poco margen de maniobra, los aciertos se cotizarán como un pasaporte al futuro cercano. Y los yerros pagarán cuatro años de remordimiento. Los protagonistas de unos y de otros estarán en los medios hasta el 9 de junio. Pero después, algunos seguirán siendo “noticia”. Y otros pasarán a ser materia de la historia.

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