Con la ilusión de estar mejor

Con la ilusión de estar mejor

Hay un objetivo común entre todas las fuerzas que se presentan para llegar a controlar el poder en la provincia. Se diferencian en los caminos que eligen los candidatos. Los puntos de partida también son diferentes. Señales de alerta.

Estar mejor. Esa es la consigna. Hoy, llegar al cuarto oscuro y votar es tomar la decisión de estar mejor. Sólo dos palabras. Los tucumanos estamos a menos de un mes de asumir esa responsabilidad.

Estar mejor encierra mucho egoísmo. Esconde mezquindades porque cada uno buscará la fórmula mágica que le dé la certeza de que en el mismo momento en que se abran los sobres ya se sienta mejor.

“Estar” implica un estado del ciudadano. Refiere sin discusión un presente. El presente del individuo, del sujeto.

“Mejor” es un adjetivo superlativo que carga en su semántica una comparación ineludible. No se para en un tiempo presente. Hace equilibrio entre el pasado y el futuro. Mira el pasado y proyecta un futuro. Critica lo que ya ocurrió y promete que aquello será diferente.

En esta precaria y débil elucubración se sintetiza la política por estos lares. El político hace política y por lo tanto, elige lo peor del pasado para sembrar la esperanza de lo que viene. Eso seguramente tendrá un bienestar diferente, agradable y mullido. A partir de ese diagnóstico el dirigente dibuja el camino que -según él- cambiará la vida de los ciudadanos.

Lo curioso es que en estos comicios el punto de partida es muy diferente. Juan Manzur ha decidido que la referencia para estar mejor es mirar lo que pasa en la Nación. Desde allí sale su estrategia de campaña. La falacia está en que el destino no depende de él ni de su coequiper porque lo que se dirime es un comicio provincial, no nacional.

Poca nafta

En el caso de Silvia Elías de Pérez, su punto de partida es la gestión del propio Manzur y su destino es transformarlo definitivamente. Pero sus problemas están en el transporte que los lleva de un lado hacia el otro. El vehículo que los acarrea registra un recorrido errático y sinuoso. Es tan heterogéneo el pasaje que confunden a la volante. Está el claro mensaje autonómico de Germán Alfaro en su recorrido hacia la reelección, pero también está la desarticulación de la UCR provincial en el armado de Ariel García y Aurora “Tatá” Pisarello, que decidieron correr por separado. Y a esto se suma el diputado José Cano quien, preocupado en su orfebrería nacional, no deja de advertir que los radicales están en Cambiemos. Así confunde la ruta nacional con la provincial, máxime cuando Elías de Pérez ha decidido embarcar a “Vamos Tucumán” en discurso absolutamente local. No es para menos porque, si bien su candidatura tuvo la bendición de la Casa Rosada, su vehículo es propulsado con combustible propio ya que ninguna estación de servicio de la Nación les provee ni una gota de nafta para el camino. Ni la cuenta corriente está abierta.

Sin pasado

En su recorrido, José Alperovich tiene graves complicaciones. Su punto de llegada es ideal. Tiene un discurso capaz de sembrar esperanza y de ilusionar. Invita a soñar que se puede estar mejor con instituciones más fuertes y con acciones más transparentes. Su gran problema es el punto de partida. La salida de Alperovich no existe, pertenece al mundo de lo irreal, de las fantasías. El año cero del mundo alperovichista comienza como si él nunca hubiera sido gobernador y como si la mayoría de los actores (protagonistas y secundarios) de la historia reciente de Tucumán no tuviera absolutamente nada que ver con él. Y, más complicado aún es que, en los últimos días, el ex mandatario se ha quedado mudo, sin voz.

Eslogan seguro

Para Ricardo Bussi, “estar mejor” es simplemente una cuestión de seguridad. No hay mucho más de qué hablar. Desde su Fuerza Republicana, tanto el punto de partida como el de llegada están difusos. Sólo le preocupa meter presos a los que roban y hasta poner el Ejército en acción. Con más eslogan que discurso, transita el camino hacia el 9 de junio.

Por la misma ruta del “estar mejor” circula en un auto Clarisa Alberstein, del Movimiento Socialista de los Trabajadores; y en otro vehículo va Ariel Osatinsky (Frente de Izquierda). Para ambos conductores, el punto de partida es muy parecido. Para ellos, los males actuales tienen el mismo origen. Caben en la misma bolsa kirchneristas, peronistas o macristas. El punto de llegada es repartir y dar de nuevo con los trabajadores como protagonistas centrales. Por esos senderos transitan él y ella. Con la salvedad que impone la diferencia de género porque la potencia y la mayor transformación la impulsa Alberstein proponiendo una serie de cambios para robustecer el rol femenino en el poder y en las instituciones.

Otros dos autos andan perdidos en el viaje al país de “estar mejor”. Se trata de Marcela Alejandra Sosa (del Movimiento de Izquierda de la Juventud) y de Carlos Ruiz Vargas (Nos une el cambio), quienes más que competir se muestran para reconocer el camino de la política.

El Obelisco distrae

Los candidatos tucumanos miran de reojo la realidad nacional, pero están abocados sólo a transitar los senderos de la provincia que se bifurcan a cada paso. Sin embargo, no pudieron esquivar los sucesos que se desarrollaban a la vuelta del Obelisco. Y, allá, la protagonista casi única fue Cristina Fernández. Primero, con la increíble intromisión de la Corte Suprema de Justicia que se metió (antes de tiempo) en el juicio oral que afrontará la ex presidenta este martes. Durante toda la semana el país se dedicó a opinar sobre este desliz del que terminaron arrepintiéndose los ministros de la Justicia Nacional. Apenas pasó este vendaval, Cristina sopló por Twitter y se desató un huracán. La ex presidenta anunció que el candidato será Alberto Fernández y ella irá como vice. La decisión provocó la fiebre del sábado. Así se constituyó una fórmula menos refractaria. Cristina trató de mostrar el perfil menos agresivo al ponerse como segunda. En cambio, los más cristinistas vieron una Eva renunciando o un Perón respaldando a Cámpora para que después renuncie y le allane la llegada al poder. Sea como fuere, fue una señal de debilidad que confirma la incapacidad para armar la unidad del peronismo y para confirmar que su postulación a presidenta tiene un techo que puede no alcanzar para ocupar la Casa Rosada otra vez. Y, para los hombres del Presidente, sin dudas el ahora famoso video, fue un alivio.

También lo fue para Juan Manzur, que siempre va a estar más cómodo dialogando con Alberto Fernández que con Cristina, a quien negó varias veces y, al final, tuvo que mentarla porque necesitaba votos e identidad kirchnerista.

Manzur y compañía también disfrutan de los movimientos de Cristina. En la medida en que la ex presidenta ocupa la opinión pública y sus movimientos atrapan a la política, en Tucumán el oficialismo camina sin mayores inconvenientes a lo largo de la campaña. Los momentos de mayor tensión pasan inadvertidos gracias a Cristina.

En los últimos días hubo dos episodios insoslayables. Uno fue el desplante inesperado que le hizo el ministro de Gobierno, Regino Amado, al irascible legislador Marcelo Caponio. Amado fue tajante y contundente cuando sancionó el proceder de Caponio por haber promovido los mercaditos a cambio del respaldo a su propio partido.

Otro “momento Kodak” fue un mensaje de WhatsApp de Víctor Hugo Arias, el dirigente massistas que le regaló el adelanto de las elecciones al gobernador Manzur. En su envío fue conciso, pero sincero: “En una reunión del partido se decidió participar en los comicios provinciales a pesar de la desigualdad financiera a la que estamos sometidos dentro del Frente Justicialista y esperando poder imprimir nuestro votos para poder participar en estos comicios que se anticiparon por nuestra presentación judicial”. La queja, el enojo, la sensación de maltrato y de desagradecimiento por parte del manzurismo describe miserias de la política tucumana. La plata es fundamental para llegar. Con partidos convertidos en espacios, y con oportunistas que confunden comicios con negocios, las instituciones afrontan una “capiti diminutio”.

En su corto mensaje Arias adelanta lo que serán los próximos días en la vida política tucumana. Hacen falta muchos millones de pesos para imprimir los votos; para asegurar los fiscales que ya no son hijos de la pasión política, sino empleados de la industria electoral; y para tener todos los engranajes aceitados para que la maquinaria no falle durante el domingo “9J”.

Estar mejor es la consigna. Son sólo dos palabras que todos los ciudadanos anhelan que no sean un zanahoria tras la cual se mueve el burro. Es la ilusión de una transformación. Todos comparten ese fin, pero no deberían justificar los medios.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios