Como un perro que se muerde la cola

En teoría, nadie mejor que una bióloga del Conicet como Marina Simian, de la Universidad bonaerense de San Martín, para ganar la competencia “¿Quién quiere ser millonario?”. Buena observadora, curiosa, memoriosa, capacitada en investigación, contestó sobre historia, computadoras y cultura general. Y ganó $ 500.000 que usará para financiar este año su investigación sobre el cáncer de mama. No fue una combinación de audacia y azar, como le ocurre a Jamal, el protagonista de la película india “¿Quién quiere ser millonario?”, sino un uso pragmático de su capacidad y de su oficio. ¿Fue una buena decisión? Dio que hablar al país, por la singular estrategia (obviamente, pone a las autoridades en un sitial del absurdo) para generar los recursos que el Estado está negando y por la situación aun más absurda de que, por un lado, un científico tenga que autofinanciarse para poder trabajar, y, por otro lado, que tenga que dejar de lado su objeto de investigación para preocuparse por generar recursos de otro modo. Es decir, trabajar de concursante o de lo que sea. En suma, hacer otro trabajo. Asumir que “para poder hacer lo que hago tengo que hacer otra cosa”.

Contradicción política

En Tucumán la discusión pública sobre esta investigadora se focalizó en el comentario que el diputado nacional Facundo Garretón hizo por Twitter, felicitándola por haber ganado el concurso. ¿No entendió nada de la situación? El hecho de que Garretón participe en el Gobierno que ha reducido el ministerio de Ciencia y Técnica a Secretaría y ha bajado el presupuesto a niveles intolerables lo inhabilitaba para comentar el caso. Lo incineraron en las redes sociales, pero el caso quedó expuesto en esa contradicción política y no en la gran contradicción que subyace en nuestra sociedad, que asiste anestesiada, bajo la excusa de la crisis económica, al derrumbe de la investigación. “Hay que ponerse de acuerdo en cuáles son las prioridades de la Argentina… Tenemos que hacer un esfuerzo en dejar de vivir de prestado”, contestó el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, al día siguiente del programa de preguntas y respuestas (Página 12, 8/5).

La discusión sobre el derrumbe de las investigaciones ha quedado asordinada. El director del Conicet Tucumán, Atilio Castagnaro, dice que es muy probable que se vean casos como el de Simian. “En Ciencias Naturales hicieron vaquitas para pagar insumos básicos. Está habiendo muchísimos problemas de presupuesto. La inflación lo comió; la devaluación nos mata porque casi todos los insumos son importados. Aunque queden algunos subsidios otorgados, la capacidad adquisitiva para hacer experimentos está totalmente disminuida”. Y agrega: “En algún momento se tiene que recomponer la situación con el Estado nacional para que haya recursos para investigar. Si no surge eso de nuevo, se va a morir por inanición o nos vamos a transformar en una cosa que no son el Conicet, o la ciencia, o el desarrollo tecnológico”.

“Algo oscuro”

En este sentido, Pablo Barrionuevo, investigador en Luminotecnia, publicó una carta (“Maltrato al futuro”, 12/5) en la que describe el recorte presupuestario, el corte o retraso de los subsidios para investigar, la caída brutal de los ingresos a la carrera de investigación, el “desmoronamiento institucional con un mensaje ausente o falaz de las autoridades al no nombrar a los miembros del directorio que fueron elegidos por sus pares”. Se refiere a directivos críticos, que el Gobierno de Mauricio Macri ha ignorado durante un año. Por eso la renunciante Dora Barrancos, de las áreas sociales, ha dicho que “es claro que hay algo oscuro”.

Barrionuevo, que investiga la luz en la retina y el glaucoma para tratar de generar un sistema de prevención temprana, dice que tiene demorado su trabajo por atrasos en los subsidios y también ve afectada sus investigaciones en ciencia básica.

¿Se trata sólo de que los científicos, además de haber sido ignorados por el Estado, se han quedado solos para arreglárselas como puedan? Todo el sistema está recalculando para ver cómo enfrentar el atolladero. Castagnaro dice que “la mayor parte del tiempo estamos pensando cómo podemos generar recursos propios. Ya damos servicios, pero estamos tratando de optimizar los que les damos a municipios, empresas privadas, a la Provincia. Eso es importante, lo tenemos que hacer siempre, pero no podemos solo hacer eso porque, si no, nos transformamos en equipos técnicos de servicios y dejamos de hacer investigación, que es para lo que estamos.”

¿Entonces? El panorama es tétrico. En el diario “El País” de España, salió ayer una nota “La asfixia de la ciencia argentina”, donde da cuenta de que se redujo el presupuesto del 0,35% del PBI en 2015 al 0,25% en 2019, y de que quedaron afuera del sistema 2.145 investigadores preparados, y da ejemplos de investigaciones “prioritarias” que quedaron paradas por desfinanciación. En el día del investigador científico, el 10 de abril, los científicos se juntaron en el “debate con mate” para plantear estrategias. Mariano Garmendia, titular de la Secretaría de Innovación y Desarrollo Tecnológico de la Provincia (Sidetec), dijo que hay que discutir sobre el presupuesto para Ciencia y Técnica en un contexto de crisis.

Desarticulados

En ese momento se conocía de las vaquitas para buscar fondos. Ahora se conocen los concursos de preguntas y respuestas. Mañana acaso haya algo más impactante, pero todo indica que seguiremos como anestesiados. No se trata sólo de las investigaciones que se pierden por falta de recursos, sino de las investigaciones que se hacen sin que se sepa cómo darles uso. “Hay un montón de cosas que se conocen y que no están transferidas, que el Estado no está adoptando”, opina Castagnaro. Barrionuevo dice que habría que crear una Agencia de Promoción Científica, que articule las investigaciones con las necesidades de la sociedad, para ver cómo hallar esa unión que existe en muy pocos casos. Para Castagnaro, el embrión de eso se hizo el año pasado, cuando se convino con la Sidetec financiar algunos proyectos prioritarios. Ese acuerdo está a mitad de camino. “Muchas veces los políticos dicen “sí’, pero lo piensan como una cuestión electoral o decorativa y no se dan cuenta de la importancia cotidiana que tiene la ciencia para vivir cada vez mejor, porque tampoco se da cuenta la misma sociedad”. Para él, es “un perro que se muerde la cola, porque nosotros queremos que los políticos nos den bolilla, pero ellos nos van a atender cuando la sociedad se lo exija”.

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