Lo fácil no suele funcionar
Lo fácil no suele funcionar

Con un megaoperativo de fin de semana, 250 policías coparon villa 9 de Julio en busca de una persona acusada de homicidio. Al cabo de 27 allanamientos, hubo un detenido, cuatro aprehendidos, secuestro de armas (no se dice cuántas), motopartes, motocicletas, un cuatriciclo y estupefacientes (no se sabe cuánto). La aparatosa medida, ordenada por el Ministerio Público Fiscal, que cada vez más asume las funciones de seguridad, se realizó al cabo de una semana tremenda, en la que hubo cuatro personas asesinadas entre el martes y el miércoles y un brutal ataque a un chico trans en barrio El Bosque. ¿Va a redundar el megaoperativo en la baja de la violencia urbana y de los delitos? En el Ministerio Fiscal creen que sí, por eso anunciaron hace dos semanas que irán a los barrios vulnerables o conflictivos. La realidad misma, con las tragedias cotidianas, parece impermeable a los costosos esfuerzos de las fuerzas conjuntas judiciales y policiales.

Tropezones federales

La moda de los megaoperativos se va generalizando. Las fuerzas federales, que desde que asumió el gobierno de Maurico Macri han puesto el foco en la droga como la causante central de la inseguridad y la violencia, no sólo han multiplicado sus operativos y los decomisos de estupefacientes, sino que ven droga en todo y se sobreesfuerzan en esta porfía, a tal punto que han caído en situaciones rayanas en el ridículo. Ejemplo de esto han sido la detención de los empleados de la citrícola Trapani que viajaban a Perú con frascos una sustancia con ajo y cebolla que a los perros y a los agentes de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) les pareció cocaína (parece que no es) y el megaoperativo del jueves con allanamientos de las carnicerías de La Carlota en capital y Yerba Buena (parece que fue un error del juez Santiago Inchausti de Mar del Plata).

Al final, los federales no saben cómo explicar lo de los empleados de Trapani y especulan con que podría ser una “suerte de prueba para futuros envíos de la sustancia”, a contramano de cualquier lógica delictiva, puesto que todos los contrabandos o envíos de drogas vienen de países al norte de Argentina hacia el sur y no al revés. Por si acaso, se esperará un mes más una contraprueba (la pericia no se hace en Tucumán) antes de descartar que haya sido cocaína.

En cuanto a los allanamientos en La Carlota, ya hace dos años se había establecido, en la misma causa contra el supuesto narco detenido Iván Cabezas, que este tenía una cadena de carnicerías en Orán a las que las había llamado “La Carlota”, y que los empresarios carniceros en Tucumán no tenían nada que ver, según se aclaró entonces. Parece que el juez de Mar del Plata no lo sabía, y que los operarios federales judiciales y policiales de Tucumán tampoco lo sabían, o no le avisaron. Si esto llega a ser mala praxis de las autoridades, ¿quién pagará los costos en juicios, además del gasto inútil de horas hombre, móviles y nafta? ¿Quién mide la calidad de gestión en este caso? El poder acusador es un arma de efectos devastadores si no se usa adecuadamente y con prudencia.

Cantidad vs. calidad

Como sea, a medida que se vaya ampliando la moda de los megaoperativos de fin de semana habrá que buscar el modo de medir sus resultados. Por ahora, los únicos que pueden dar información al respecto son los mismos fiscales que los realizan. ¿Serán autocríticos? El del 13 de junio en el barrio Oeste I y en las Talitas insumió trabajo de 600 hombres y el uso de 150 vehículos durante 16 horas. Ya debería haber un informe de costo –resultados, sobre todo porque pocos días después ocurrió el asesinato del vigía peruano Sandro Reyes en barrio Padilla. El megaoperativo de ayer de Villa 9 de Julio se lleva a cabo dos días después del crimen de un motociclista en la calle Álvarez Condarco. O se hacen operativos todos los días -y noches- o se busca otro modo de hacer frente a la violencia. Basta ver lo que dicen las despojadas comisarías de las zonas violentas -nunca tienen gente para patrullar sus barrios- para entender que el problema pasa por otro lado.

Las palabras y los hechos

¿Dónde están las claves? El divorcio entre lo que se dice y lo que se hace explota como pústulas con cada tragedia o cada hecho grave. En el informe cuatrimestral del ministro Claudio Maley a la Comisión de Emergencia en Seguridad de la Legislatura se cuenta que la Oficina de Violencia Familiar policial va a hacer, junto con el Ministerio Fiscal, un registro de casos de violencia contra la mujer. Pero dice muy poco de violencia de género, pese a que desde 2016 se anuncia que se capacita a policías para prevenir casos de violencia doméstica y de género, para que cumplan con el protocolo de intervención. Parece que el personal de la comisaría 6ª no recibió la capacitación, porque niegan que hayan recibido denuncia del joven trans que dijo en un video que el miércoles fue atacado, robado y violado por patoteros en barrio El Bosque. Los anuncios dicen una cosa, los hechos, otra.

Mientras tanto, la violencia está contaminando a la sociedad, que a fuerza de pánico ya no sabe qué es paz, solidaridad, convivencia, y reclama cada vez más mano dura. Las cárceles y las comisarías están llenas y el fenómeno sigue creciendo. Si para los vecinos la Policía no aplica el rigor de la ley, los transeúntes mismos ejercen la mano dura, de motu proprio. Por eso cada vez que es atrapado un arrebatador recibe primero una paliza vecinal y luego otra en el calabozo. Esa “justicia por mano propia”, que ya fue advertida por los fiscales Diego López Ávila y Adriana Giannoni hace dos años, no habla sólo del azote de la delincuencia sino de la regresión a estado primitivo de la comunidad.

Esfuerzos vanos

En eso tienen responsabilidad no sólo los policías, los fiscales y los jueces, sino también el poder legislativo y otros componentes de la sociedad que hacen la vista gorda a la emergencia. Los legisladores no han cumplido con la tarea de revisar lo que se ha hecho en estos dos años de reuniones de la Comisión, y de formar un grupo de expertos que dictaminen sobre lo conseguido y lo faltante. De esto apenas resultó una veintena de leyes surgidas del afán legislativo, muchas de las cuales habrán terminado en un tacho de basura del Poder Ejecutivo. Al cabo de tres años de estas administraciones (nacional y provincial) la sociedad sigue sumida en miedo y asistiendo a megamedidas efectistas que poco muestran, excepto alguna detención puntual. En la película “Bowling for Columbine”, Michael Moore entrevista al productor del programa televisivo “Cops”, Dick Hurland, que se ocupa de mostrar críticamente “Los videos más salvajes de policías”, con espectaculares operativos con detenciones (generalmente de hombres negros pobres) de los agentes norteamericanos. Moore le pregunta: “¿Por qué no hacer un programa que se enfoque en las causas de tanta criminalidad y no en la persecución de los criminales?” Y el productor le responde: “Porque es muy difícil de hacer, y no sé si funcionaría”. En la realidad, lo que se está viendo es que lo fácil no suele funcionar.

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