Fútbol y brujerías (volumen II)

Fútbol y brujerías (volumen II)

Los títulos se consiguen dentro del campo, pero hay quienes aseguran que muchos de ellos se "cocinan" en otros ámbitos.

29 Abril 2019

Que las brujas no existen es una frase que se escucha a menudo, mucho más cuando una persona quiere tirar por la borda la idea de que una sucesión de episodios que al parecer no tienen una justificación en lo natural, pueden ser producto de la fuerza del más allá.

En el mundo del fútbol existen miles de historias en torno a campañas que, de acuerdo al relato de boca en boca, pudieron haber sido “empujadas” por esa ayuda especial que escapa a lo deportivo. Pero también, en el baúl de los recuerdos, aparecen situaciones que merecen una reconstrucción de los hechos para tratar de dilucidar si lo que muchos dicen tienen sustento en la veracidad.

Así como en estas páginas hace algunas semanas hablamos del embrujo de Dora que persiguió por casi una década a Quilmes, en la segunda edición de la zaga, presentamos la maldición que desde hace más 56 años tiene a maltraer a Benfica.

El “mal” empezó ni bien se puso fin a una de las épocas doradas de uno de los clubes más grandes de Portugal. A comienzos de la década del 60, las “Águilas” vivían casi un sueño. En 1961 se consagró campeón de la vieja Copa de Campeones de Europa (actual Champions League) venciendo por 3 a 2 en la final a Barcelona en el que brillaban los húngaros Sándor Kocsis y Ladislao Kubala. Un año más tarde, por la misma competencia, logró el bicampeonato: derrotó 5 a 3 en el juego decisivo al mítico Real Madrid de Alfredo Di Stéfano y Farenc Puskas. Pero justo en ese instante de gloria y alegría, sus dirigentes “firmaron” una sentencia que aún no pueden quebrar.

El timonel de este Benfica fuera de serie era Béla Guttmann, un controvertido entrenador húngaro. Si bien como entrenador era un adelantado a la época (fue uno de los pioneros en implementar el sistema 4-2-4) y se lo conoce como el mentor de Eusebio, la gran figura de la historia portuguesa, tenía un carácter bastante particular y siempre estaba en el ojo de la tormenta por sus inimaginables salidas.

Así, ni bien su equipo se consagró por segunda vez consecutiva en el máximo torneo continental europeo a nivel clubes, Guttmann pensó que era hora de hablar con los dirigentes y plantearles que merecía una mejora salarial. “He llevado al club a lo más alto, por lo que me he ganado un considerable aumento de sueldo”. Palabras más, palabras menos ese fue el mensaje que el DT le dio a la directiva de Benfica, que cansada por los arrebatos del entrenador y obnubilada por el poderío que mostraba su equipo pensó que Guttmann no era necesario.

Los dirigentes lusos no sólo tomaron la decisión de no aumentarle el salario, sino que despidieron sin causas justificadas al entrenador húngaro dando inicio, sin saberlo, a una racha negra que aún se mantiene vigente.

“En cien años a partir de hoy, Benfica sin mí no ganará una copa europea”, fueron las palabras del verborrágico Guttmann en su despedida de las “Águilas”. Muchos tomaron esa declaración como una salida arrogante de alguien que a esa altura y, apoyado en la fuerza que le daban los hechos, se sentía todopoderoso. Pero esas mismas personas que rieron con esa declaración comenzaron a mostrar una cara de preocupación con el correr de los años.

El primer golpe se dio al año siguiente, cuando las “Águilas” buscaban el tricampeonato. En la final, Milan cortó en seco su poderío y ganaron 2 a 1. Dos años más tarde, en 1965, Benfica volvió a llegar al duelo decisivo y esta vez fue Inter de Milán el que lo privó de consagrarse. Fue 1 a 0 para los “tanos” y otra decepción para los portugueses.

En 1968, fue Manchester United el que se consagró campeón en sus narices, goleándolo por 4 a 1. Y fue en ese preciso instante cuando muchos comenzaron a recordar las palabras de Guttmann.

Lo cierto es que pasó el tiempo y Benfica se alejó de los primeros planos en Europa. Hasta que, en 1983, logró ser finalista de la Copa de la UEFA, pero otra vez recibió un cachetazo, al perder con Anderlecht por 1 a 0.

En 1988, luego de 20 años, el equipo portugués logró volver a una final de Champions League. Eso sí, no pudo torcer su suerte. El duelo decisivo ante PSV Eindhoven terminó 0 a 0, pero los holandeses estuvieron más certeros en la tanda de penales y terminaron venciendo por 6 a 5.

Según cuenta la “!eyenda”, antes de la final de 1990 ante Milan, la “Pantera” Eusebio, pupilo de Guttmann, fue hasta su tumba y rezó para intentar cortar la maldición. Pero no hubo caso. Los italianos se consagraron como los mejores del certamen, al vencer 1 a 0.

Los últimos registros indican que Benfica perdió sus últimas finales europeas (Europa League) en 2013, 2-1 ante Chelsea, y en 2014, 4 a 2 por penales con Sevilla.

Luego, el equipo siguió disputando juegos en competiciones continentales, pero no logró llegar al juego final. Pasaron 57 años de esa declaración de Guttmann que generó risas primero y dudas después. Lo cierto es que Benfica, sin él, no volvió a festejar en Europa. ¿Deberá esperar 43 años y llegar a los 100 de los que habló Guttmann para cortar el hechizo?

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