Los pirpintos son la esperanza

Los pirpintos son la esperanza

Los cambios medioambientales amenazan a los lepidópteros. Científicos instan a convertir los jardines de las casas en pseudo mariposarios. “Cuando se reemplaza el yuyo por el césped brasileño o la lantana por la palmera, las mariposas se quedan sin su hábitat”, ejemplifica la bióloga Adriana de Cristóbal. La vegetación foránea, una amenaza letal.

 la gaceta / foto de ines quinteros orio la gaceta / foto de ines quinteros orio

Lo primero que usted debe saber es que el enjambre de pirpintos que este verano ha flotado como nieve de verano por las calles rurales de Tucumán podría desaparecer para siempre. La reducción de la vegetación nativa, el uso de pesticidas y el calentamiento global son algunos de los factores que amenazan a las mariposas del mundo entero.

Lo segundo es que los pirpintos o pilpintos -puntualmente- protagonizan cada año una de las migraciones más impresionantes. El trayecto empieza cuando las flores de Bolivia (de donde provienen) les resultan insuficientes para procrearse. Entonces, se desplazan cientos de kilómetros hasta La Pampa, Río Negro o Mendoza, en la Argentina. En ese periplo, liban flores, esparcen polen y ponen huevos. Es decir, procrean a su especie y contribuyen a la polinización.

LA GACETA / FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO.- LA GACETA / FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO.-

En consecuencia, lo tercero es concienciar a las personas sobre la importancia de todas las especies de mariposas y sobre la necesidad de contribuir a su salvación.

¿Por qué están en peligro?

Aunque hoy esos pirpintos que parecen haber sido destilados de la calidez del aire sean cientos de miles, el ecólogo Alejandro Brown -presidente de la fundación ProYungas- advierte que en el pasado eran más todavía (“las mariposas se están yendo de los lugares en los que han vivido por cientos de años”).

Algunas especies -prosigue- han reducido su distribución, y otras han subido hacia las montañas, extinguiéndose de las partes bajas. “Lejos quedaron aquellos días de nuestra infancia, donde atraparlas era la diversión de las siestas de verano”, recuerda.

La migración anual de la mariposa monarca -por ejemplo-, entre México y Canadá, solía ser uno de los espectáculos naturales más vistosos. En 2004, se estima que 550 millones recorrieron una ruta de 4.000 kilómetros. Diez años después, en 2014, lo hicieron apenas 50 millones. Se trata de una reducción del 90 %. En Europa, se habla de una disminución del 50 % de las variedades de praderas. “Nos fijamos en la sensible mariposa porque su comportamiento es un efecto visible de un mundo que se está calentando”, añade Brown.

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Qué podemos hacer

Además del calentamiento, los lepidópteros tienen que sortear otra amenaza letal: la falta de vegetación autóctona. Es que la preponderancia que los árboles y plantas exóticas han adquirido, en desmedro de la flora propia, ha tenido su correlato entre los pájaros, las mariposas y otros insectos, pues los ha forzado a seguir el mismo camino del exilio.

“Sin plantas nativas, no hay mariposas. Cada variedad se alimenta y pone sus huevos en determinada flor”, sintetiza Pablo Quiroga, biólogo de la Reserva Experimental de Horco Molle, en cuyo jardín botánico se conformará un mariposario. “La inserción de plantas que no son típicas genera un impacto negativo. Necesitamos que la gente tome conciencia de ello”, añade.

Es que la mariposa es, más que ningún otro insecto, una excelente bioindicadora del estado de salud de los ecosistemas. Debido a esa estrecha relación planta-animal, suele ser la primera en notar cualquier cambio. Por ello, no es casual que las poblaciones que habitan esta región hayan mostrado un declive en las últimas dos décadas. Así lo precisa la bióloga Adriana Chalup. “Están perdiendo su hábitat”, dice.

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En el mundillo entomológico local, ella es conocida como la científica de las mariposas. Es doctora en biología y lepidóptera, e investiga para el Instituto de Entomología de la Fundación Miguel Lillo, principalmente. En esos estudios suyos, sostiene, en consonancia con Quiroga, que el reto consiste en rescatar del olvido a las plantas silvestres y en darlas a conocer al público. Luego menciona otras acciones humanas que están empujando a cientos de especies a la extinción: los cambios en el uso de la tierra y las fumigaciones.

En este punto, la bióloga Adriana de Cristóbal menciona no sólo la utilización de herbicidas y pesticidas en el cinturón agropecuario, sino también en los jardines y balcones. Para que surjan las bellas mariposas -razona-, primero tiene que haber orugas (”debemos dejarlas que coman nuestras plantas”).

De Cristóbal dirige el primer mariposario privado de Tafí Viejo. En ese pequeño santuario ha llegado a contabilizar hasta 80 especies en un año. En contraste, en los relevamientos en el área central de San Miguel de Tucumán no ha podido registrar siquiera 10 especies. “Un niño del centro debe haber visto más mariposas en la televisión que en las plazas de su barrio”, ironiza. Para dar batalla, produce y comercializa plantas hospederas y nectíferas. ¿Qué más se puede hacer?, se le pregunta. Entonces, pide que el Gobierno, a los científicos y a la sociedad que asuman acciones concretas. En lo que a esta última le atañe, insta a sembrar algodoncillo -donde se desarrolla la monarca- o lantana -de la que se alimenta la borde de oro-. También el diente de león, considerado una mala hierba, atrae a la mariposa.

En definitiva, si hay algo que el ser humano debe aprender de la naturaleza, es que en ella nada es casual: todo tiene un motivo. Hoy, la invasión de los peregrinos pirpintos supone un baño de esperanza: están con nosotros. Y de nosotros depende que continúen. Hombre y naturaleza podemos convivir; se trata de respetar el espacio del otro, nada más. Ese debería ser el mensaje de esta tierra norteña al resto del mundo.

> Mariposas
Debajo del cielo, arriba del mundo

Las mariposas son insectos voladores. Se agrupan en un orden denominado lepidópteros. Según su comportamiento, pueden ser diurnas o nocturnas. El ciclo de vida consta de cuatro fases: huevo, oruga, crisálida y adulto. En general, viven entre 10 días y un año. Cada mariposa hembra pone entre 500 y 1.000 huevos, aunque solamente un 5 % llega a adulto. Las mariposas detectan las flores que les son necesarias para alimentarse y reproducirse. Algunas especies son más sedentarias, sobre todo si viven en sitios cálidos todo el año. Otras migran hacia donde su instinto les indica. La mariposa pirpinto -Ascia Monuste, según su nombre científico- es blanca y pequeña. Una vez que la oruga abandona su crisálida y se vuelve mariposa, puede vivir un mes. Durante las migraciones de verano nacen hasta dos generaciones.


> ¿Sabías que...?
Las mariposas diurnas se llaman Rhopaloceras, y las polillas o mariposas nocturnas se denominan Heteroceras. Todas ellas forman un vasto orden de insectos, conocidos como lepidópteros (una palabra de origen griego que significa alas con escamas).


> Qué poner en tu jardín
Lantana; cardo; diente de león o panadero; margarita del campo o verbena roja, sen del campo; passiflora; menta; cedrón; ruda; achira o caña de Indias.


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> Algunas especies amenazadas

Bandera argentina:
Lleva su nombre por los colores de la bandera. Vive en los ambientes selváticos de América del Sur.

Monarca:
Es una de las especies más destacadas, pero también más amenazada (el 90% de su población ha desaparecido).

> "En Tucumán, la población de mariposas ha caído en las últimas dos décadas"
Adriana Chalup
Fundación Miguel Lillo


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