“Es una forma de expresarme y me saca de lo cotidiano”

“Es una forma de expresarme y me saca de lo cotidiano”

Ariana Ruesjas es una de las alumnas que da su testimonio sobre lo bien que hace aprender a bailar.

EN CLASES. Las alumnas de una academia hacen su coreografía. EN CLASES. Las alumnas de una academia hacen su coreografía. LA GACETA / INÉS QUINTEROS ORIO
27 Febrero 2019

“Los alumnos y alumnas vienen a bailar a la academia para desenchufarse de la vida real, es una hora al día que se dedican a sí mismos, muchos vienen buscando salir de una crisis o de una depresión; es un ambiente súper ameno, de familia, que ayuda mucho a la inclusión y a mejorar el estado de ánimo. Bailar ayuda a la plenitud de una persona”, afirma Soledad Varela, directora de “La casona cultural”, academia de salsa y bachata.

“Tenemos alumnos desde los cuatro años y hasta los 65. Es hermoso compartir la danza, no hay límites de edad para aprender”, precisa Varela.

“Nuestros grupos son mixtos; tenemos la misma cantidad de hombre y mujeres. Años atrás estaba instalado el prejuicio de que bailar era sólo para la mujer. Por suerte eso se fue eliminando de la mentalidad de la gente”, reflexiona.

Cuenta que algunos alumnos quieren convertirse en profesionales del baile y dijo que la pone muy feliz ver nacer esas vocaciones artísticas en los jóvenes. “Con nuestra academia queremos compartir la danza, porque lo que se comparte se expande”, afirma.

Oriana Velárdez, de 17 años y Sol Gómez, de 15, bailan desde que son pequeñas. Lo que más les llama la atención de Feeling, la academía de la que partcipan es poder presentarse en un teatro.

“Es una experiencia hermosa e inolvidable poder estar del otro lado del escenario. Convencimos a muchos amigos para que vengan a vernos mostrándoles los videos de las obras”, comentan.

Ariana Ruesjas, de 23 años añade: “Bailo desde chiquita porque me saca de lo cotidiano, me dio una forma de expresarme y hacer lo que me gusta. Tengo la oportunidad de meterme en la piel de personajes que los llevo conmigo siempre y la academía ocupa un lugar muy importante en mi vida, somos (con sus compañeros) como una familia que entre todos nos ayudamos a crecer y eso se nota en el escenario. La satisfacción de pertenecer a un grupo así hace que genere en otros las ganas de formar parte”.

Agustín Ferroni, de 19 años, asegura que no hay nada que lo haga sentir tan feliz como bailar.

“Disfruto la adrenalina de estar a punto de salir al escenario”, destaca. “En mi academía encontré calidez, un buen ambiente y una buena enseñanza. Convencí a muchos amigos que vengan a bailar simplemente contandoles como me hace sentir a mí”, añadio.

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