Conocé la historia del “Doctor Bicicleta”

Conocé la historia del “Doctor Bicicleta”

Gonzalo Robles se autodenomina “estilista”, pero su oficio va mucho más allá: revive las bicicletas antiguas y las devuelve primorosas a las calles tucumanas.

Robles realiza un trabajo artesanal con las bicicletas. Robles realiza un trabajo artesanal con las bicicletas.
20 Febrero 2019

Santiago Pardo (26) se asoma por la calle Juan José Paso con una bicicleta vieja, herrumbrada, con ruedas que no giran y que denotan muchos años de abandono. Sin embargo, esconde una historia detrás del deterioro: perteneció a su abuelo desde 1976. Gonzalo Robles (34) le promete poner todo de sí en lo que va a ser una de sus nuevas creaciones. Él define a su trabajo como obras de arte que permiten las bicicletas viejas en la sociedad.

Sus comienzos se dieron hace más de diez años acompañado del seudónimo Lalo Style. Pero el emprendimiento se hizo real recién en el 2010 cuando su nombre cambió y así pasó a ser reconocido como Robles, Estilista de Bicicletas.

“Yo he aprendido a usar las herramientas trabajando a la par de mi papá, va de generación en generación: mi abuelo también tenía un taller y mi papá aprendió de él”, comenta Gonzalo y agrega que en sus comienzos decidió combinar sus conocimientos sobre herramientas con el mundo de las bicis. “Fabricaba cuadros de bicicletas, manubrios, entre otras cosas”, recuerda.

Para muchos es sólo un medio de transporte, para Gonzalo significa mucho más. “La bici es el eje de mi vida. Yo trabajo con una bicicleta, me muevo en bicicleta, hago deporte en bicicleta. En todo lo que engloba mi vida diaria hay dos ruedas de por medio”, explica. Su taller, colmado de herramientas que cuelgan y partes de bicis que esperan a ser restauradas, lo hacen sentirse en su lugar. “Yo me siento muy feliz de lo que hago porque cada trabajo tiene parte de mí”, agrega.

Gonzalo se encarga de restaurar aquellas compañeras de dos ruedas que permanecieron en sus familias por mucho tiempo, que fueron encontradas entre chatarras o que tienen innumerables historias por detrás. Es por eso que él les pide a sus clientes que le pongan un nombre. “La gente que viene ya de alguna manera conoce mi trabajo, sabe básicamente el resultado que busca. Entonces me propone su idea” y ¡manos a la obra!, luego Gonzalo se encarga del resto: elige los accesorios, combina los colores e interpreta el mensaje que hay detrás de todo esto.

El “problema” viene al momento de la entrega, en donde se despiertan una mezcla de sentimientos. “Como artista me cuesta un poquito despegarme de mi obra, pero cuando veo la reacción de la gente, ahí es cuando veo que valió la pena. Después trato de pedirles que vuelvan de vez en cuando porque a veces se van y no vuelven más y es parte de mi vida que también se va”, explica y retruca: “cuando la gente viene a retirar su bici para mí ese es mi verdadero salario”.

Gonzalo sueña con llegar a ser un maestro bicicletero, pero mientras tanto busca generar en el usuario de bicicleta la comodidad estética y sentimental justa para salir a la calle orgulloso de su medio de movilidad y una garantía mecánica que va incluida en el combo.

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