Los cuatro sentimientos del festival más grande

Los cuatro sentimientos del festival más grande

En la edición de este año, el rock clásico de Don Osvaldo y Las Pelotas se combinó con Miss Bolivia y hasta DJs de música electrónica. El calor fue intenso y hubo complicaciones con la provisión de agua en los puntos de hidratación. La lluvia fue la gran ausente.

DESDE EL AIRE. Una multitud colmó el predio cordobés donde se realizó la edición de este año del festival más grande del país. cosquinrock DESDE EL AIRE. Una multitud colmó el predio cordobés donde se realizó la edición de este año del festival más grande del país. cosquinrock
12 Febrero 2019

(Por Nany Núñez Corai) Sábado 9 a.m. Las calles de Córdoba se inundan de gente, las rutas empiezan a colapsar y en las puertas del predio ubicado en Santa María de Punilla ya se pueden respirar aires de festival.

A medida que avanza el día la “manija” aumenta, los mensajes explotan en WhatsApp y la música suena a todo volumen. Este año se viene la edición número 18 del “festival más grande del país”.

El reloj marca las 14 y el comienzo de la primera jornada se hace real. El sol pega más fuerte que nunca y la falta de nubes promete romper con la tradición de un Cosquín pasado por agua. “No recuerdo cuándo fue la última vez que no llovió”, comenta el tucumano Alberto Núñez que desde el año 2008 tiene asistencia perfecta al festival.

La imposibilidad de arribar rápidamente al predio denota que este año se va a cumplir un récord en concurrencia. Llegar, dejar el auto y caminar hasta el predio es la rutina para quienes vienen de alojamientos cercanos a Santa María de Punilla, mientras que los que eligieron el camping empiezan a caminar por las rutas y otros van llegando en colectivo. La impaciencia se siente en el ambiente. Pero el camino inminente hacia la entrada los invita a relajarse y a disfrutar de la música que viene de los bares cercanos. Así se vive el primer sentimiento de una experiencia completa: la ansiedad.

“¡Apuren que está tocando Guasones!”, gritan alrededor de las 17.30 mientras algunos corren por las calles que guían hacia el predio. Un camino que la Municipalidad se encargó de arreglar poniendo adoquines en el primer trecho.

A medida que el predio se acerca -o nosotros nos acercamos a él- los carteles asoman con frases características de esta edición: “Bienvenidos Manijeros” o “Aguante Todo”, slogan que acompañó también al merchandising oficial.

“¡Entradas en mano!”, gritan los de seguridad preparando el acceso para hacer más efectivo el ingreso. “Pasá, pasá”, se escucha que dicen los policías encargados del control (muchos aseguran que fue casi nulo). Más adelante, con un sistema electrónico, las entradas son marcadas y el deseo de muchos se hace realidad: están adentro del Cosquín Rock, y los atraviesa el segundo sentimiento de esta experiencia: la emoción.

Atardecer caliente

El calor no es impedimento para disfrutar de una jornada que regala un hermoso atardecer acompañado por La Vela Puerca y muchas otras bandas que conforman una grilla cargada de íconos. La sed se siente, pero los bares que pusieron no alcanzan. Comprar un vaso de cerveza sale $220 y esperar hasta conseguirla puede costar una performance completa. Sin embargo, miles hacen las colas y compran vasos que responden a una iniciativa ecológica que consiste en eliminar los de plástico descartables y pagar $70 por uno que puede ir de souvenir a casa o ser devuelto a cambio del dinero.

Con los baños ocurre lo mismo: las colas son interminables y la sensación de perder algunas canciones impacienta a muchos. Pero el mayor problema en cuanto a la organización está en los puestos de hidratación: únicamente dos en todo el predio. Uno de estos puestos dejó de funcionar a las 22. “Una vergüenza los precios y la falta de agua”, tuiteaba el cordobés Santiago Villa, dando lugar así al tercer sentimiento: la indignación.

Sin embargo la noche sigue su curso y las múltiples actividades que ofrece el predio permiten distenderse y disfrutar de peluquería, patio de comidas, art trucks, juegos y kioscos.

A pesar de la cantidad de gente, la seguridad es efectiva y los casos de robos son ínfimos en comparación con años anteriores. Los policías vestidos de civiles no faltan y muchas personas son sacadas del predio por participar de situaciones comprometedoras.

En esta edición se incorpora la electrónica en el Escenario Sur. Babasónicos se encarga de ir preparando el pasaje del rock a los DJs.

Odisea en coche

Entre el público, las edades son muy variadas. Hay familias con bebés de meses, niños pequeños, otros más grandes, adultos y algún que otro viejito copado. Pero a la verdadera odisea la viven quienes van con coches y bebés propensos a sufrir un golpe de calor.

Cerca de la 1.30 de la mañana Las Pelotas comienza un show al cual le falta potencia. Ante esto, muchos deciden salir antes de que termine para evitar los amontonamientos.

So las ocho de la mañana y recién termina la primera jornada. Así se rompe un récord: nunca antes había terminado tan tarde.

Gracias por el rock

Segundo día. La ansiedad es aún mayor que la jornada anterior. Pero esta vez muchos deciden cargar el protector solar, botellas de agua y repelente.

17.30 y hay más gente que el sábado: La “grilla rollinga” obliga a muchos fanáticos de Los Gardelitos y de Don Osvaldo a ir más temprano.

La sorpresa viene del escenario Hangar Del Metal, donde tocan Led Ladies “Tributo a Led Zeppelin” y las ovaciones reflejan que la presencia de mujeres en la grilla no solo sorprende, sino que agrada. Lo mismo sucede con Eruca Sativa en el Escenario Norte y con Miss Bolivia en el Espacio Alternativo Naranja.

Don Osvaldo es la banda con mayor convocatoria en la segunda jornada, pero las demoras de la organización permiten que algunos vayan a escuchar a Attaque 77, que despierta recuerdos con canciones como “Espadas y serpientes”, “Hay una bomba en el colegio” y “Hacelo por mí”. Así se vive el cuarto sentimiento de esta experiencia: la felicidad. Por todo lo vivido. Por los amigos. Por la familia. Por la ausencia de lluvia. Por las bandas. Por el rock.

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