Palabras con nuevos significados

Palabras con nuevos significados

La política escribe términos que ya no significan lo mismo. Acordar significa ceder y este vocablo es sinónimo de perder. Con esta interpretación se vuelve dificultoso el ejercicio en la vida pública. La vida actual en tiempos diferentes.

Los “chalecos amarillos” franceses dicen demasiadas cosas. Tantas, que la misma sociedad francesa no termina de descifrar sus mensajes. Haga lo que haga, Emmanuel Macron no logra apaciguar los ánimos. Simplemente, porque ni la protesta es absolutamente preclara ni la respuesta es totalmente certera. La sentencia se anticipa a la decisión de hacer o de reaccionar.

Los tiempos y valores con los cuales se criaron, se formaron, se educaron y actuaron los líderes actuales tienen una velocidad y una repentización que pocos pueden administrar con la burocracia del presente. La misma diferencia ocurre entre adultos y jóvenes. Mayores que se criaron con un paradigma muy distinto al que rige la vida de los más chicos que nacieron con un celular en la mano.

En ese contexto se construyen y desarrollan las redes sociales. El presente y el pasado conviven como si fueran dos ingredientes de un presente incapaz de ceder un segundo de sus vidas. Y, por lo tanto, el futuro es impredecible, ya es parte del mismo cóctel. Entonces, hechos que han ocurrido anteayer tienen la potencia del hoy y resuelven el mañana en este mismo instante. Sin discusiones. No hay espacio ni tiempo para debatir. El abuso que Juan Darthés perpetró hace una década movilizó a todo el país (desde el Presidente de la Nación hasta el ciudadano más desapoderado de la Argentina). Las tribunas dictaron sentencia. Ni Justicia hace falta. Pero además actuó políticamente porque marcó el accionar de miles de jóvenes -y no tanto- que antes nunca se habían animado a hablar y que ahora no sólo dan su cara y nombre; también denunciaban casos que las habían paralizado durante varios lustros.

La Argentina ha tenido leyes lo suficientemente maduras como para prever estas conductas. Ya a principios del siglo pasado, violencias como la de los abuso s estaban contempladas para castigar y juzgar. Sin embargo, esta Argentina ha sido poblada por incultos e incapaces que no supieron administrar esas normas. Hoy la realidad les pasó por arriba y las instituciones quedaron temblando.

Líderes

Es en este nuevo y vertiginoso mundo donde vivimos, pero es el que les toca administrar y conducir a los devaluados líderes de hoy. De hecho los “chalecos amarillos” son eso, chalecos amarillos, antes que la multitud liderada por el sexagenario y enmascarado Jean-Francois Barnaba o por cualquier otro de los referentes.

El martes pasado, cuando Darthés no se había convertido en el tema central que ocupaba a los argentinos, Juan Manzur eligió pelearse con el intendente de la Capital Germán Alfaro acusándolo de no hacer nada. Casi al mismo tiempo, el vicegobernador Osvaldo Jaldo condicionaba la vida institucional de una ciudad como Alderetes al apoyo a su persona y a la del gobernador. En realidad, le advertía que no debía ser alperovichista al legislador Julio Silman y al intendente Sergio Venegas. Parecen hechos viejos, vencidos, con discursos que sirven para el regocijo personal. Son parte de la campaña electoral que ya ha comenzado. Son también señales de estos tiempos que describen tres cuestiones básicas que han llevado al deterioro y al aislamiento de los políticos con la vida misma: 1) El discurso y las acciones de los políticos se desarrollan en el dicotomía amigo-enemigo. En ese lenguaje y bajo ese paradigma se desenvuelven los principales dirigentes. Eso atrae a los acólitos de siempre como la luz a los bichos del verano. Pero, sin dudas, aleja a quienes quieren construir a la par de esa dirigencia o leer bajo esa iluminación. 2) Los temas no suelen ser los que aturden a los ciudadanos, sino los que desvelan a los articuladores de aquellas políticas. Y no está mal ni deberían ser criticados por ello, ya que el voto popular les ha delegado tal potestad. El inconveniente es que no terminan hablando de lo que los pobladores están dialogando. Y cuando las autoridades reaccionan, los demás ya cambiaron de tema. 3) La presencia en las redes, donde ni siquiera vuelcan lo que sienten, sino que dibujan un deber ser con tal de complacer. Así pierden toda su autenticidad. Es difícil refutar aquellas enseñanzas de las abuelas que decían: “… a buen entendedor, pocas palabras”, pero terminan convirtiéndose en expresiones cuasi extorsivas cuando se supedita el dinero, la política y el apoyo a la “fidelidad”.

Los tiempos han cambiado aún cuando las redes condenan al ostracismo a quien tiene una expresión minoritaria y, peor aún, si da la cara. No obstante, los principales referentes se desvelan por ser alguien y hasta fingen verdades, posturas o ideas con la sola intención de caer bien o de sumar “likes”. Justamente, casos como el de Darthés muestran cómo, al fin y al cabo, lo que se espera es la sinceridad y el hallazgo de la verdad. Sin embargo, hay una tropilla de trolls dispuestos a recibir plata con tal de maquillar a quien les paga.

Vacunas contra el odio

En este contexto se ha ido construyendo un nuevo paradigma donde la política ha perdido su esencia. Winston Churchill, un experto del diálogo, del acuerdo y de la diplomacia, sería -pasa con los dichos del abuelo- “un perro en cancha de bochas”. Hoy se ejerce la violencia (por lo general de arriba hacia abajo) ante la incapacidad para dialogar. Y, peor aún, acordar, asentir, aceptar se han convertido en sinónimos de ceder. Y, a su vez, ceder es un vocablo que se ha devaluado tanto que implica perder. Y, valga la aclaración, perder es tener una actitud deleznable.

Una vez más todo ha quedado reducido a una lógica individual, no del ejercicio y del trabajo para favorecer el bien común. Tal vez un ejemplo de la voluntad de consenso y del acuerdo ha sido la sanción que logró en los último días la Ley de Vacunas, una norma del diputado tucumano Pablo Yedlin, opositor al gobierno nacional. Allí primaron otras cuestiones y no la acostumbrada necesidad de diferenciarse del otro por el odio o el enfrentamiento. Y la sociedad, agradecida.

Esta semana ha dejado a muchos en plena campaña electoral. A más gente aún, debatiendo un tema central que vibra en todos lados. El año que viene, los unos y los otros deberán elegir, decidir, dar su veredicto. Curiosamente, aún no está claro qué temas serán los centrales en esa discusión. Y, si no se precisa, se seguirá votando para que no salga electo alguien, o en contra de, como si todos se pusieran un chaleco amarillo sin importar quién lidera ni qué se discute a cara descubierta.

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