De silenciosos, cultos y verdes a brutos y violentos

De silenciosos, cultos y verdes a brutos y violentos

Hay dos formas de hacer las cosas, con dinero o con imaginación. Cuando faltan ideas, el dinero puede movilizar recursos, voluntades, acciones. Cuando no hay un peso, la creatividad puede superar obstáculos que parecían infranqueables o alcanzar metas insospechadas.

Muchas de las curas milagrosas que ha descubierto la ciencia en los últimos siglos fueron gracias a genios creativos antes que a grandes inversiones. Claro que si a la imaginación le aportamos algunas monedas entonces las fronteras pueden llegar a ser invisibles a los ojos del hombre.

Tucumán atraviesa desde hace tiempo el escenario más infortunado. Escasos recursos y aún menos ideas.

Si queremos datar un posible origen de la debacle, digamos que comenzó poco después del golpe militar del 28 de junio de 1966, cuando se cerraron 11 ingenios azucareros en la provincia, la principal industria en ese entonces.

En pocos meses, 50.000 personas perdieron su trabajo y 200.000 tucumanos abandonaron la provincia.

La sangría representaba en ese momento el cuarto de la población total. Es la única provincia argentina que mostró una marcada disminución demográfica entre los censos de 1960 y de 1970.

En agosto se cumplieron 52 años de ese desastre socio económico. Siempre faltaron recursos y los pocos que hubieron fueron sistemáticamente malgastados.

En cuanto a las ideas, algunas muy buenas, quizás brillantes, pocas veces ocuparon cargos importantes en esta provincia.

Genialidades made in Tucumán

Levantamos un descomunal edificio legislativo, que nadie duda, necesitaba la provincia desde hace muchos años, pero a solo ¡ocho cuadras de la plaza Independencia!

Tenemos un microcentro invivible, colapsado, hípercontaminado, sonora y atmosféricamente, y no se nos ocurre mejor idea que construir la sede del Poder Legislativo a 800 metros de la Casa de Gobierno.

Desperdiciamos una gran oportunidad. Ya que lo erigíamos desde cero, podríamos haber descomprimido un poco el centro y de paso haber desarrollado otro sector postergado de la ciudad.

No, decidimos hacerlo en Barrio Norte, la zona más densamente poblada de la ciudad, donde la explosión inmobiliaria ya detonó hasta la red de cloacas. De paso, ya que nos sobran los espacios verdes, también eliminamos una plaza.

Edificio que, por otra parte, nadie sabe cuánto terminó costando y parece que este no es un dato importante, ya que la Corte Suprema determinó que la Legislatura no está obligada a dar esa información a los ciudadanos.

Y como nuestra creatividad descollante no discrimina a ninguno de los tres poderes, decidimos construir el nuevo fuero penal también en Barrio Norte, y a 200 metros de la Cámara. Genios es poco.

Ahora, cada vez que se desarrolla un juicio oral, 20 parientes indignados, ya sea del acusado o de la víctima, según el caso, cortan la neurálgica avenida Sarmiento. Esto ocurre hasta dos o tres veces por semana. Interrumpir el tránsito de esta avenida significa congestionar 10 cuadras a la redonda.

Gracias a estos dos edificios nuevos, hoy ingresan cada día a Barrio Norte cientos de vehículos más que antes.

Tenemos pocos recursos, los malgastamos y encima en secreto.

“Embalizados”

Hace tres meses cerraron las populosas oficinas de la Anses de 25 de Mayo y Córdoba. Muchos nos ilusionamos con su traslado, una vez más, para desarrollar algún sector más postergado del área metropolitana. No sólo no hubo traslado, sino que ampliaron la capacidad receptiva del edificio. Ahora más gente podrá congestionar esa esquina crítica del microcentro.

En Tucumán las balizas de los autos significan “permitido estacionar en cualquier parte”. No se usan como en el resto del mundo, excepcionalmente, ante desperfectos mecánicos o paradas de emergencia. Aquí la gente con sólo prender las balizas ya pude estacionar donde quiera, en doble o triple fila, en una esquina, sobre la vereda o frente a una cochera. “¿¡No ves que tengo balizas!?”, es la respuesta promedio de un tucumano cuando le reprochan que interrumpe el tránsito.

Si a un extranjero le explicáramos que en nuestro centro está prohibido estacionar en todas las calles, como mínimo de 8 a 22, cuando no las 24 horas, pensaría que estamos drogados, al ver que están todas las cuadras repletas de autos, de punta a punta.

Es muy poco probable que hoy Domingo Sarmiento nos volviera a bautizar el “Jardín de la República”. Mucho más si viera los accesos al área metropolitana, sin señales, mal iluminados y repletos de basura y malezas.

La debacle comenzó hace medio siglo. Como cuando ingresamos a la casa de una persona que no está bien anímicamente, en el acto nos damos cuenta del abandono. No hace falta dinero para que una vivienda transmita buena energía. Limpieza, un poco de orden, un ramo de flores y un mantel colorido alcanzan.

Con las ciudades ocurre algo parecido. Supimos ser un polo cultural muy importante de Argentina. Se decía que la noche tucumana era la segunda más movida del país, después de Buenos Aires. Teatro, música, casino, espectáculos, restoranes, cines y cabaréts. Hace mucho perdimos ese protagonismo. La estocada final a la noche la dio José Alperovich con la oportunista y fatídica ley 4am, que luego derogó tras siete años de fracasos, pero el daño ya estaba hecho. La clandestinidad había ocupado el espacio que habían cedido la cultura y el entretenimiento formal.

En una reciente entrevista con LA GACETA Play, el empresario Oscar Castillo recordó que la empresa de su padre se inició vendiendo bicicletas, porque Tucumán parecía Holanda.

La primera mitad del Siglo XX nos encontraba a los tucumanos pedaleando o andando en tranvías eléctricos, en una ciudad silenciosa y verde de día, y culta y divertida de noche.

La segunda mitad del Siglo XX y comienzos del XXI nos encuentra congestionados, contaminados, embrutecidos y violentos, de día y de noche.

¿Posibles soluciones?

Según el estudio de “Movilidad Urbana en el Área Metropolitana”, realizado en forma conjunta entre el Ministerio de Planificación de la Nación y la Municipalidad de la capital, sólo el 17% de los tucumanos se moviliza en autos particulares. Sin embargo, la ciudad toda se encuentra organizada alrededor de los intereses y de las necesidades de los autos.

El mismo estudio informa que el 40% de la gente se traslada en colectivo, el 37% a pie, el 13% en moto, el 6% en taxis y el 5% en bicicleta. Los porcentajes superan el 100% porque hay gente que usa más de un medio de transporte.

Si el gobernador y los siete intendentes del área metropolitana vieron este informe -y seguramente lo vieron-, habrán llegado a la misma conclusión: “estamos haciendo todo mal”. No tenemos dinero, pero tampoco se nos cae una sola idea.

La ciudad gira en torno del 17% que anda en auto, el 13% en moto y el 6% en taxi, cuando debería estar subordinada a la gran mayoría que utiliza colectivos y camina (el 77% de las personas, o el 82% si sumamos a las bicicletas).

Los taxistas han copado el macrocentro, estacionan en cualquier parte y congestionan las principales arterias, pero trasladan apenas al 6% de la población.

Según el estudio, la ciudad debería tener carriles exclusivos para ómnibus (metrobuses) para que sean más rápidos y eficientes, y debería haber veredas más anchas, más peatonales y ciclovías. En cambio, nuestros “creativos” inyectan cada día más autos y motos al centro, a Barrio Norte y a Barrio Sur.

Con unos cuantos camiones de cemento y algunas latas de pintura, en un par de meses podríamos tener carriles exclusivos para ómnibus, veredas más anchas, nuevas peatonales y ciclovías en todo el centro.

La Legislatura podría convertirse en uno de los mejores centros culturales del país, con museos, salas de cine y un elegante “anfiteatro” en el centro, y el fuero penal de Sarmiento y Laprida en una necesaria escuela pública de oficios.

Hay decenas de edificios donde pueden funcionar transitoriamente estas reparticiones hasta tanto se construya el centro cívico fuera de la ciudad.

Estos son sólo ejemplos de las cientos de ideas y propuestas que circulan, económicas y prácticas, harto posibles, para mejorar la calidad de vida de la ciudad y de los tucumanos.

“La imaginación al poder” fue una de las consignas del Mayo Francés, una revuelta contra la sociedad de consumo y que exigía un cambio cultural y político.

Ocurrió en mayo y junio de 1968, justo en los años en que la imaginación había empezado a abandonar el poder aquí en Tucumán, de una vez y para siempre.

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