Inevitablemente devaluados

Si algo le faltaba para cerrar un año para el olvido era un escándalo como el que protagonizan River y Boca. Los incidentes pusieron a gran parte de los argentinos de la euforia al desencanto. Ni el entretenimiento ni la pasión les cambian el humor a los argentinos. Y si lo hacen, nos ponen al borde de la ciclotimia. La política tiene también claros ejemplos. Los aliados de ayer pueden ser los rivales de mañana. Cuando se producen fricciones entre los socios, los intereses prevalecen sobre los proyectos. Así, la sociedad observa una lucha anticipada por el poder. Y, en muchos casos, no desde veredas opuestas. También desde la misma acera como la que compartieron, durante casi tres lustros, el senador José Alperovich y el hoy gobernador Juan Manzur. No hubo lugar para la charla ni para el acercamiento. De la euforia por el triunfo electoral de 2015 se pasó, sin escalas, al enfrentamiento prematuro de este 2018 al que le queda poco más de un mes de vida.

Manzur delegó prácticamente todo lo concerniente al armado territorial en su compañero de fórmula, Osvaldo Jaldo. Él se ha dedicado a tejer las relaciones con la conducción nacional del Partido Justicialista y sus futuros aliados. De allí la llegada del kirchnerista Felipe Solá y del líder del Frente Renovador Sergio Massa. El acto del 17 de octubre pasado, por el Día de la Lealtad, se ha convertido en un pasaje que lo condujo directamente a la mesa de las decisiones de Alternativa Federal, la fuerza política que intentará desbancar del poder a Cambiemos en las generales del año que viene. El gobernador tiene programados otros encuentros con referentes nacionales. Es probable que el fin de semana que viene vaya a territorio santiagueño para encontrarse con algunos de los principales referentes del conurbano bonaerense. Algo así como jugar en terreno neutral.

¿Qué hace Alperovich? Espera que las aguas dejen de estar tan turbias; realiza sondeos por toda la provincia acerca de intención de voto e imagen de dirigentes. Dice que está en zona de resistencia, por tantos embates peronistas, ese mismo partido que lo ayudó a convertirse en gobernador en 2003. El PJ es ni más ni menos que la estructura que lo acompañó, en su inmensa mayoría, en sus tres períodos al frente del Poder Ejecutivo. Y el mismo partido con el que, según anticipó, pretende enfrentarse en los comicios de 2019. Manzur lo sacó a bailar veladamente (le sugirió internas); Alperovich no contesta.

La economía también ha tenido este año comportamientos llenos de turbulencias. La recesión, la devaluación y la inflación constituyeron la tormenta perfecta para cambiar los hábitos de consumo de la población. Según un estudio de la consultora Kantar TNS y Kantar Millward Brown, el 93% de los consumidores argentinos concretó en los últimos meses recortes en los gastos destinados a la compra de indumentarias, remodelación del hogar y uso de servicios, a causa del actual contexto económico.

El dólar arrancó el año en $ 18,76 y hasta ayer cotizaba a $ 39,54 para la venta, según la cotización minorista difundida por el Banco Central. El valor de la divisa alimentó el reajuste de las tarifas de los servicios públicos privatizados (acumuló un incremento del 51% transcurridos 10 meses del año) y también el de las naftas que, en promedio, aumentaron un 65%. La inflación también ha retraído el consumo. Las consultoras privadas estiman que el año cerrará con una variación al alza del 50% en el Índice de Precios al Consumidor (IPC). ¿Alguien se acuerda de que la pauta inflacionaria oficial para este año había sido calculada en un 17%? La inflación golpea a todos, pero su efecto es catastrófico en los sectores sociales más vulnerables. Por caso, la canasta básica total (CBT), la que marca el límite de ingresos mensuales para no caer en la pobreza, fue proyectada en $ 21.627 para una familia tipo. El incremento de esa cifra ha sido del 6% entre octubre y septiembre último. Hay que tomar en cuenta que ese monto equivale a dos salarios mínimos, vitales y móviles. Y hasta roza lo que puede ganar un empleado público en Tucumán. De allí el reclamo de la activación inmediata de la cláusula gatillo.

Así, la pasión futbolera, la política y el bolsillo tienen algo en común: tienden a devaluarse más que el peso.

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