La sal no sala y el azúcar no endulza

La sal no sala y el azúcar no endulza

La celebración tucumana del 17 de octubre, a pesar del lugar común, es un antes y después en la trama del poder en esta provincia. Y nada hay como la interna actual del oficialismo para advertir que el acto del Hipódromo es una singularidad política en la cual se anudan dinámicas que desde 2015 estaban en funcionamiento dentro del oficialismo; y cómo a partir de ese mismo momento se comienza a tejer un proceso hacia 2019. Y más allá también.

El “antes” se sintetiza en un fenómeno inédito para el escenario tucumano: Juan Manzur y Osvaldo Jaldo funcionan como una dupla. Como una fórmula. El binomio de gobernador y vice aparece con la Constitución de 1990, pero por lo general no funcionó como un tándem. El gobernador que no entró en “guerra” con su socio político, simplemente lo relegó. Con esa certeza histórica, José Alperovich, al final de su tercer mandato, tomó una decisión estadísticamente perfecta: escogió como sucesores a su vice y a su ministro del Interior, quienes por separado no podían hacerle sombra. Pero ellos dos hicieron lo imprevisto: se asociaron porque asumen que el senador no podrá contra esa yunta.

Así que los dos se coparticipan beneficios y costos políticos. Manzur comparte con Jaldo inauguraciones, anuncios y tribunas; y cede por largas temporadas la Gobernación. Y el contador saca todas las leyes que el médico demanda. Así que los dos muestran “gestión”. De igual manera, comparten el desgaste por la reforma política que no llega, por la prometida ley de acceso a la información pública que no se hace realidad, por la consecuente falta de herramientas para transparentar las acciones y los gastos del Estado, y por la designación como miembros de la Justicia de profesionales masivamente aplazados.

A partir de allí, cada cual modela su perfil.

Hacia afuera

Manzur, por un lado, quiere consolidarse como un mandatario cuyo plan es insertar a la provincia en el mercado internacional. Ya que el mundo sigue sin venir a Tucumán, hay que llevar al Tucumán del Bicentenario (o cuanto a su menos a una parte sustancial de su élite industrial, empresarial, comercial y universitaria) al mundo. Tal y como durante la generación del centenario.

Por otro lado, trabaja en su proyección nacional. De mínima, hoy, para estar en la mesa chica del peronismo. De máxima, para estar en la fórmula presidencial de 2023.

El acto del 17 de octubre, en el que Manzur se autoexcluyó de una candidatura federal para el año que viene, sintetiza lo que el tucumano acaso cree que debe encarnar un referente del PJ nacional, según lo que radiografían los pocos hombres que lo concurren fuera de la Casa de Gobierno. Esto es: que sea gobernador; que conozca el país (lo cual fue posible gracias a sus seis años como ministro de Salud del kirchnerismo); que sea convocante de otros gobernadores y referentes del peronismo federal; que tenga al sindicalismo nacional como aliado estratégico; que tenga buenas relaciones con el empresariado y con la Iglesia católica, entre otros credos; y que haya ganado las elecciones parlamentarias de 2017... y que vaya a ganar las de 2019. Alperovich lanzado como candidato a disputarle la gobernación es, entonces, un problema personal…

Hacia adentro

Jaldo también cincela su retrato político. En un flanco, se perfila como el hombre fuerte del peronismo territorial. Lo probó en el acto de hace tres miércoles: se encargó de darle el marco multitudinario al acto del Día de la Lealtad.

En el otro costado, se presenta como el candidato natural a la sucesión de Manzur en 2023. O, si la proyección de Manzur cuajara en una postulación federal en 12 meses, para 2019.

En el orden nacional

El acto del 17 de octubre, entonces, fue posible por el “antes” en el que fueron confluyendo esos intereses. El resultado fue el “después”: la fórmula se replicará el año que viene.

Demasiado para Alperovich.

Entonces salió a golpear duro. Anunció que él y la senadora Beatriz Mirkin votarán contra el Presupuesto 2019. Manzur, luego, es uno de los pocos gobernadores de la Argentina que no tiene un senador por su provincia que le responda. El ex mandatario, queda claro, también tiene problemas personales con su sucesor. El oficialismo no debe subestimar el poder de daño del parlamentario nacional.

En el orden provincial

Localmente, Alperovich no pudo hacer mucho. Y eso fue porque él puso los tiempos respecto de su papel en el Senado. Pero en el plano provincial, el 17 de octubre le marcó los tiempos a él. Ante esa celebración, que le resultó insoportable, el alperovichismo no siguió su agenda y se adelantó. Lo apuraron y se apuró. No sólo declaró que buscará la gobernación, sino que además anunció que lo hará por fuera del PJ.

Ya sea en bares, en gimnasios, en restaurantes, en pasillos de la Legislatura, en plateas en los estadios de fútbol, en despachos del Poder Ejecutivo o en estaciones de servicio, los alperovichistas aturdían repitiendo que todos estaban aguantando hasta marzo, con renta estatal, para concretar la ruptura. Pero el acto del Hipódromo fue un cimbronazo.

Alperovich resolvió entonces que el quiebre no podía esperar. Y terminó siendo el verdugo de su propia dirigencia. Jaldo, con anuencia de Manzur, guillotinó decenas de contratos de alperovichistas. Con independencia de si lo hicieron con amargura política o con disfrute personal, ejecutaron lo que manda el manual. No por lógica peronista, sino de poder: ningún gobierno puede albergar a una dirigencia que se pone a trabajar para desplazarlo. Alperovich lo entendía así: tras la interna por la conducción del PJ en 2007, le encomendó a Manzur que no dejara ni vestigios de los seguidores de Fernando Juri

Con esa receta cesó la designación del senador como asesor del Ejecutivo. Y le puntualizaron a la ex presidenta provisional del Senado, Beatriz Rojkés, que de ella depende el pedido de licencia a la presidencia del PJ, pero no su plazo.

Precisamente, que el anuncio del senador le costara a la ex senadora la conducción del PJ es la prueba cabal de que jugaron a destiempo. Ella tenía mandato hasta el primer trimestre de 2019. Por eso, también, marzo era el plazo. En un plumazo se llegaba a los comicios de agosto. Pero se fueron antes, siquiera, de que se anunciara el cronograma electoral interno. La salida “ordenada” en marzo le habría permitido a su sector montar un teatro de denuncias de presuntas irregularidades y atropellos (el PJ local no anda con sutilezas) y de victimización. Ahora, en cambio, todo cuanto queda es el desierto del llano. El senador tampoco puede ser sobreestimado.

El perfume

Hay una cuestión más. Una que no refieren los hombres de saco, corbata y aire acondicionado de las cumbres del poder. Un asunto que barruntan los dirigentes de a pie. De mocasines sin medias. De pantalón azul, camisa mangas cortas y carpeta oficio bajo el brazo. Para muchos afiliados justicialistas, que caminan sus barrios y saben hasta de las dolencias y la medicación de sus vecinos, Alperovich les está jugando mal a ellos. No a Manzur ni a Jaldo, que llegaron al poder y en algún momento se irán, como a muchos gobernantes que ellos han visto ir y venir. Para los punteros, el senador que aprendió de grande la Marcha de los Muchachos Peronistas, fue un radical que “reinó” en Tucumán sin una sola crisis de gobernabilidad gracias al blindado apoyo del justicialismo. Ahora, en cambio, muchos asumen que él juega a que el peronismo sea desalojado del poder. Porque el senador, analizan, no amenaza con la posibilidad de un triunfo, sino con poder de daño. Dividir el voto peronista para que la oferta opositora, imposibilitada desde hace dos décadas de ser mayoría, se convierta en una primera minoría triunfante, que se imponga sobre los pedazos estallados de peronismo.

Para no pocos militantes peronistas, el ex gobernador no le juega lealmente al movimiento. Toda una reacción de alergia política contra el Día de la Lealtad.

Es que cuando Juan Domingo Perón proclamó que “la única verdad es la realidad”, estaba diciendo, también, que lo opuesto a lo real (lo ideal, lo ideológico…) es secundario. Léase, lo real es el poder. Poder para el peronismo. Alperovich lo sabía de memoria: castigaba discursivamente a Domingo Amaya con el latiguillo de que un peronista jamás se va del PJ. El sándalo, advertía Confucio, perfuma la hoja del hacha que lo corta…

El ninguneo

La “desalperovichización” también muestra al tándem gobernante en una doble jugada. El tranqueño, que firmó los instrumentos de la purga política, sembró “Jaldoween” durante “Halloween” con intención pedagógica: si no les tembló el pulso para desplazar de lugares de poder al que fuera el matrimonio más poderoso de la historia provincial, ya pueden ir calculando qué pasará con quienes no avalen el proyecto reeleccionista.

Manzur, en cambio, optó por el ninguneo. Tan poca importancia le prestó a la reacción de los Alperovich que se fue de viaje sin siquiera musitar una opinión. Como si le pareciera ridículo, inclusive, destinarle un lugar de su agenda a la cuestión. Por caso, hasta el intendente Germán Alfaro partió hacia Europa y desde allá le dijo a LA GACETA Play, consultado sobre el cisma alperovichista, que a 15.000 kilómetros de distancia no tenía mucho para comentar.

En su ninguneo Manzur dice sin decir que de Alperovich se ocupará el vicegobernador. El segundo en la línea de sucesión. Lo curioso es que funciona: la senadora Mirkin, hace un par de días, habló de la pelea oficialista y disparó contra el titular de la Legislatura: dijo haberlo visto nervioso y con miedo. El manzurismo, en cambio, le apunta al corazón político del ex mandatario. El diputado José Fernando Orellana proclamó que el alperovichismo se encuentra en proceso de extinción.

Certezas y aciertos

La única certeza es que, una vez más, la arena de esa pelea será pública. Manzur y Jaldo usarán todas las herramientas institucionales que construyó Alperovich durante 12 años para blindarse en el poder. Por eso siguen ensayando alquimias con la Junta Electoral Provincial, cuando el problema no es la composición sino el organismo en sí mismo. Ese modelo de órgano administrativo para el control de los comicios acumula en Tucumán los suficientes años al servicio de comicios denunciados, y los suficientes años de aporte a la destrucción de la calidad electoral, como para jubilarse por los desastres comiciales que dejó pasar. El poder político sigue resistiéndose a que la Justicia, con un fuero específico, escrute las elecciones.

A la par, el restablecimiento de las dobles candidaturas reedita la estrategia de 2015: salgan todos en todas partes. En los municipios donde no puedan armonizarse las listas de concejales, que salgan todos con dobles candidaturas (a intendentes y a ediles) y le tributan votos a la fórmula. La batalla por el poder será manzana por manzana.

El alperovichismo ahora pide boleta electrónica y boleta única: se podrían haber consagrado con las leyes de Voto Electrónico y de Régimen Electoral, que la Constitución que él hizo reformar exige desde 2006. A LA GACETA le dijo que no haberlo hecho era, de su parte, una “equivocación”. Pero equivocarse es confundir la sal con el azúcar. Cuando la propia sal no sala y la propia azúcar no endulza, lo que faltan no son aciertos, sino poder.

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