Una de ciencia ficción

La política tiene mala memoria. O, en el mejor de los casos, es de corto plazo. Lo dicen los propios protagonistas de una película que, hasta ahora, lleva el género de ficción: una verdad presente puede ser una futura mentira. Y la distancia que hay entre ambos polos es algo que se define como negociación. El margen existe desde que alumbraron las disputas prematuras. El oficialismo ha ocupado el centro de la batalla. Las peleas por los espacios son tan públicas como las pintadas que amanecen con un apellido y terminan la noche con otro. La única coincidencia es el año: 2019.

Desde la vereda del frente Cambiemos las peleas son privadas, hasta más puntillosas. El intercambio de mensajes ha sido masivo en los últimos días, pero pocos de ellos apuntaron a sentarse alrededor de una misma mesa y analizar las estrategias que la coalición que encabeza el presidente Mauricio Macri puede llegar a montar a partir de la fractura en el oficialismo tucumano. Las encuestas que varios hombres y mujeres del macrismo manejan pueden llevar al triple empate entre Juan Manzur, José Alperovich y Cambiemos, pero no garantizan que ese 26% de empate técnico gire en torno de una oferta electoral ya definida. Hay muchos que quieren ser y pocos espacios. De allí los mensajes cruzados y la necesidad de cobrar cierto protagonismo en algunos de sus referentes. La tercera fuerza que asoma en esta campaña preelectoral es el bussismo que ya está buscando posicionarse en el tablero de las elecciones que se avecinan. Así está el Tucumán político, alejado de una discusión sincera y coordinada acerca de qué hacer con la inseguridad y de los problemas inflacionarios que carcome el poder adquisitivo de la sociedad.

Nadie habla, concreta y francamente, de la necesidad de reducir la carga tributaria, cada vez más pesadas para todos aquellos que aportan mensualmente para sostener un Estado nacional que pautó casi $ 4 billones para 2019, y un Tucumán que estimó erogaciones por más de $ 96.000 millones para el año electoral que está cerca. Esa es la película de terror que viven los contribuyentes cotidianamente. Los presupuestos públicos alimentan el guión del film que no es más que una remake de épocas pasadas. El déficit cero le dio paso a la fuerte reducción del rojo fiscal por imperio de medidas sugeridas desde el exterior. La Argentina debe regenerar su capacidad de pago de la misma manera que la Provincia debe buscar que los gastos no superen a los ingresos. No hay grandes recetas para cumplir estos objetivos; sí fuertes tentaciones de apelar al mayor gasto en años impares, de elecciones y renovación de gestiones.

Frente a esa realidad, en la Casa de Gobierno han decidido bajar los decibeles en las contiendas comarcanas. No creen que los sondeos de intención de votos estén tanto a favor del senador nacional que los enfrentará por fuera del PJ y tampoco de que Alperovich tenga la fortaleza suficiente como para enfrentar a un aparato atomizado. Alguien sostiene que hay luchas por espacios territoriales que el alperovichismo no podrá sortear; es el que dominan los intendentes.

Osvaldo Jaldo, el vicegobernador que quedó a cargo del Poder Ejecutivo y del distrito local del PJ, aparece como la piedra de la discordia de la anterior fórmula gubernamental. ¿Acaso las apetencias personales pueden romper una sociedad que se mantuvo por más de una década? Alperovich y Manzur tienen la respuesta. El senador dice que no negociará (no dijo con quién); el gobernador se alejó del fuego político, con una gira que, en estos momentos, se desarrolla en los Estados Unidos y que luego continuará por Israel. Hasta su regreso, las aguas se habrán calmado, aunque los posicionamientos públicos continuarán. A Jaldo le recuerdan que, cuando asumió como diputado en 2013, juró “por Néstor y Cristina Kirchner, y por el mejor gobernador de la historia de la provincia de Tucumán (en alusión a José Alperovich)”. Hoy el tranqueño reconoce aquella frase, pero le agrega otra: “hasta que llegó Juan Manzur a la gobernación”.

Para la elección de renovación de autoridades falta un tramo largo. Los tucumanos observan los fuegos de artificio de un partido que aún no se disputó. Todos quieren entrar a la cancha, pero nadie tiene asegurado el puesto. La tribuna todavía está vacía.

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