Sopló y rompió todo

El “Huracán” volvió a soplar, esta vez con la potencia propia de la furia que había sido contenida. Osvaldo Jaldo arrasó con la primera línea alperovichista en la Casa de Gobierno y en la Legislatura. Así, de un soplido, el vicegobernador le quitó parte del poder en la estructura del Estado que mantenía quien supo ser 12 años gobernador. Se trata del mismo hombre al que se señala como el que le habría cortado el paso demoledor al vicegobernador el año pasado. Jaldo se había llevado puestas las urnas con su viento huracanado en las PASO de 2017, cuando encabezaba la lista de diputados. Con el 52,36% de los votos, se erigía en el gran elector y parecía que iba a asestarle un duro golpe al por entonces envalentonado Cambiemos, quedándose con tres de las cuatro bancas en juego. Sin embargo, en las generales algo pasó y la lista oficialista resignó unos 60.000 votos. Demasiado curioso en tan poco tiempo y que haya ocurrido en distritos donde el alperovichismo podía hacer travesuras.

Ese fue el primer punto de quiebre en lo que venía siendo una suerte de mesa de conducción tripartita del poder en Tucumán. Quizás por eso resonaron como un rugido las palabras de Jaldo, que sin tapujos habló de un Alperovich que no “trajo nada para Tucumán” y que encima “anunció que peleará por la Gobernación” por fuera del PJ. Enojado, molesto, liberado, aliviado, Jaldo sopló. Ahora se sabe fuerte porque con su acción de desterrar a los alperovichistas -y al propio ex gobernador del cargo de asesor- sabe que ya no hay margen para que antecesor y sucesor acuerden nada. Si bien Juan Manzur se mostró conciliador para con su ex líder, la limpieza jaldista eliminó cualquier chance de acuerdo. El vicegobernador se aseguró que ya no lo acosará el fantasma del hombre por el que supo jurar en la Cámara de Diputados.

En contrapartida, Alperovich saca números, realiza reuniones y recorre la provincia. Sus aliados visibles están nerviosos porque saben que pagarán con recortes de personal y de recursos su fidelidad al senador. El ex gobernador se exhibe tranquilo, pero mastica bronca. Evita en público hablar de traiciones y traidores, pero debe soñar con ellos tanto como con volver a la Gobernación. En su nuevo búnker de la calle Martín Fierro intenta reeditar la patriada de comienzos de milenio que lo llevó por primera vez a ocupar el histórico sillón de Lucas Córdoba. “Soy otro José”, repite y se cuida de no criticar a “Juan” y a “Jaldo”, pero también de recordar que él los inventó. En una reunión con periodistas, hasta contó una anécdota que hasta hace poco era privada: “no me pueden decir que no soy fiel, porque yo salvé a Julio Miranda de la intervención”. Así contestó cuando se le preguntó sobre traiciones y traidores, al revelar que el entonces presidente Eduardo Duhalde le había ofrecido ser el interventor de Tucumán y que él se habría negado. Mensajes del inconsciente.

Lo cierto es que la tijera del renovado oficialismo calará mucho más profundo en el mundo alperovichista. Restan desvinculaciones en la Cámara y en el Ejecutivo. Luego seguirán en organismos centralizados diversos, después en los descentralizados y hasta en los autárquicos. La finalidad es que más pronto que tarde los dirigentes se den cuenta de que el único camino es el que señalan Manzur y Jaldo. O caminar por el llano solo con la mochila llena de las promesas de José.

Cuatro para triunfar

En medio de esa pelea entre oficialistas, las encuestas se convirtieron nuevamente en las brújulas de los dirigentes. Aunque lo nieguen, en la Casa de Gobierno están preocupados por el lanzamiento de Alperovich y por eso buscarán hacerlo desaparecer de la faz de la tierra política de Tucumán. El senador afirma que los números le sonríen y que por eso se lanza. Según su nuevo encuestador (Hugo Haime se quedó con Manzur), tendría treintaypico de puntos de intención de votos, por encima del gobernador y mucho más que cualquier candidato de Cambiemos.

En el Ejecutivo dicen lo contrario y muestran al mandatario varios puntos por arriba de Alperovich o de cualquier otro postulante, mientras que en Cambiemos observan un triple empate en veintypico. Hasta Ricardo Bussi se anota y calcula que él puede llegar a ser el pescador que resulte ganador en el río revuelto.

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