Serrat y Tucumán vuelven a cruzarse

Hubo un tiempo en el que lo natural para un músico o una banda era editar, meses más, meses menos, un disco por año. Esos sprints creativos cruzaban los géneros y robustecían la industria a caballo de la incesante demanda de un público exigente. En el caso de Joan Manuel Serrat, en el período 1969-1979 dio a luz nada menos que 13 álbumes; ocho con letras en castellano y tres en catalán (una lástima: al bellísimo concepto de álbum se lo llevó puesto el cambio de época). Queda en el paladar de los fans la elección de sus favoritos, pero si de trascendencia se habla el más encumbrado es “Mediterráneo”. Serrat se lo entregó al mundo hace casi medio siglo, en 1971. Esas canciones iban a inundar esta noche el Teatro Mercedes Sosa, melodías indelebles que pertenecen al imaginario colectivo; versos que salen de memoria. La garganta de Serrat falló anoche. Para Tucumán no iba a ser un visado más en el calendario de visitas, que -por otra parte- son contadas tratándose del primer mundo artístico.

La parafernalia del Serrat de estadios -¿quién olvida la gira junto a Joaquín Sabina, con parada en la cancha de Atlético?- da paso al intimismo del Serrat de teatros. El show, “Mediterráneo da Capo”, se vende como un regreso a las fuentes del cantautor. Lo justo es apuntar que después de los 70 (y bastante antes también) el 99% de los músicos bebe de sus clásicos. Serrat cumplirá 75 en diciembre, y lleva tanta historia sobre los hombros que aquello de “no me siento extranjero en ningún lugar/donde haya lumbre y vino tengo mi hogar” asoma como el más natural de sus sellos distintivos.

Por estos días se consigue en las librerías tucumanas la biografía de Lou Reed escrita por Anthony DeCurtis, que además de ser un gran cronista del rock del siglo XX fue amigo del autor de “Walk in the wild side”. El libro se sumerge en los sentimientos y motivaciones de uno de los poetas urbanos por excelencia y deja al lector las herramientas para un desafío: ensayar su propia interpretación de esos mecanismos internos que derivan en una canción. Como Reed, como Tom Waits, como el australiano Nick Cave -protagonista de un extraordinario show esta semana en Buenos Aires-, o como Leonard Cohen, Serrat siempre exploró la humanidad -nuestra humanidad- jugando con las palabras para contar historias en apariencia simples. Las palabras apropiadas, en su justo lugar, hasta hilvanar un todo lleno de sentido y de preciosismo.

El tocadiscos solía formar parte del mobiliario hogareño con la misma naturalidad que el sillón o la heladera y entre la pila de vinilos propios de la música popular no faltaba “Mediterráneo”. La tapa combinaba un primer plano de Serrat -el pelo hasta los hombros, camiseta de cuello redondo-, transparentado para dar lugar, como fondo, a la playa y el mar. En la contratapa, la foto de un amanecer y a la izquierda la lista de las 10 canciones. Las dos primeras del lado A, los megaclásicos “Mediterráneo” y “Aquellas pequeñas cosas”. y más adelante, “Pueblo blanco”. En el lado B, “Lucía” y “Barquito de papel”. El disco pasó de padres a hijos, un día apareció en cassette y después se hizo CD. Si está bien conservada, aquella edición original en vinilo se cotiza muy bien y no falta en el catálogo de los coleccionistas. Contar con Serrat cantando todos esos temas en Tucumán ponía en movimiento un sinfín de recuerdos y de experiencias hasta completar un fenómeno intergeneracional.

El espectador afronta dos opciones: gambetear los spoilers que alimentan la web y disfrutar el espectáculo como una gran sorpresa; o rendirse ante la curiosidad y chequear el setlist. Respetando a los primeros, digamos apenas que las canciones elegidas por Serrat son más de 20 y que no faltarán los hits que todos esperan. A fin de cuentas, “da capo” quiere decir “volver al principio”. El comienzo de la gira no pudo ser en Tucumán. La salud del trovador puso luz amarilla. Después seguirá por Rosario, Buenos Aires (nada menos que nueve noches en el Gran Rex, en dos etapas), Córdoba, San Juan y Mendoza, antes de rumbear hacia Uruguay y Chile. Una agenda tan poderosa como la poética y el simbolismo de la obra de Serrat. El telón no pudo correrse hoy, que se mejore maestro, para que los argentinos podamos disfrutarlo.

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