Huarmis, las fundadoras del rugby femenino tucumano

Huarmis, las fundadoras del rugby femenino tucumano

Hace más de 20 años, un aviso publicado en LA GACETA dio origen al primer equipo de mujeres rugbiers de la provincia, en lo que fue la génesis de un fenómeno que sigue creciendo hasta el día de hoy.

REPRESENTANTES. Gabriela Farías, Laura Diarte, Lucía Krapovickas, Florencia Sidenius, Mirta Cabrera, Flavia Quinteros, Nora Helguero y Silvina Neme, en la cancha donde todo empezó. LA GACETA / FOTOS DE ANALÍA JARAMILLO.- REPRESENTANTES. Gabriela Farías, Laura Diarte, Lucía Krapovickas, Florencia Sidenius, Mirta Cabrera, Flavia Quinteros, Nora Helguero y Silvina Neme, en la cancha donde todo empezó. LA GACETA / FOTOS DE ANALÍA JARAMILLO.-

En sólo nueve años, las mujeres que juegan al rugby en Tucumán pasaron de ser apenas un puñado a contarse por centenares en más de una decena de clubes. Pero como todo fenómeno expansivo, el rugby femenino de la provincia tuvo su big bang: ocurrió hace más de 20 años con las “Huarmis”, un grupo de chicas decididas a terminar con la paradoja de un deporte que se jactaba de tener lugar “para todos” (para el alto, el bajo, el flaco y el gordo), pero no para la mujer.

Ese grupo fundacional se formó a partir de un aviso publicado en 1997 en LA GACETA, en el que se anunciaba la apertura de la cátedra de rugby de la por entonces Escuela de Educación Física a mujeres que no estuvieran cursando el profesorado. Hasta entonces, se trataba de una materia opcional de la carrera incluida por el profesor Fernando Erimbaue luego de que en 1990 una alumna lo sorprendiera al consultarle dónde podía aprender la disciplina ovalada.

Si en estos tiempos de pleno empoderamiento femenino sigue siendo considerado una audacia que una chica elija un deporte de contacto como el rugby, hace 20 años era directamente una locura. Sin embargo, y para sorpresa del propio Erimbaue, las “locas” que se presentaron por el aviso no fueron pocas.

Algunas, como Lucía Krapovickas y Silvina Neme, ya tenían alguna conexión previa con el rugby. “Yo vengo de una familia ligada a este deporte. Mi papá fue jugador y árbitro, y desde chiquita me enseñaba. Yo estaba esperando que abrieran la cátedra, así que cuando salió el aviso en el diario me vine de cabeza”, grafica Lucía, pronto bautizada como “Tweety”. “Yo venía del seleccionado de fútbol de mi escuela y quería seguir jugando, pero no encontraba un equipo que me gustara. Y mi papá, que había jugado al rugby y que luego haría de entrenador nuestro, me comentó que se había formado un equipo femenino en la Eudef. Así que un día caí con mi bolsito”, recuerda Silvina.

Para otras, en cambio, se trataba de su primer contacto con el rugby. “Es más, en mi casa me hacían la cruz por meterme en esto, pero a mí me encantaban los deportes, y más si eran medio brutos”, asegura Nora Helguero. “Yo venía desde Concepción porque estudiaba Medicina y quería hacer un deporte en grupo”, revela su motivación Flavia Quinteros. “Yo vivía frente al Lawn Tennis y me gustaba ir a ver los partidos. Entonces cuando salió el aviso me pareció una linda oportunidad. Mi mamá se extrañaba, porque a mí me gustaba el vóley”, cuenta María Florencia Sidenius. “En mi casa estaban totalmente en contra, ni se podía hablar de ese tema”, aporta Gabriela Farías. Se cuenta que hubo quienes debían escaparse de sus casas o mentir que se iban a otro lado para poder asistir a los entrenamientos. Así fueron los inicios de las “Huarmis”, que en quichua significa “Mujeres”.

FESTEJO. Las “Huarmis” dan la vuelta olímpica tras ganar el torneo que organizaron en Natación, en 2000. FESTEJO. Las “Huarmis” dan la vuelta olímpica tras ganar el torneo que organizaron en Natación, en 2000.

Jugar como sea

Para Erimbaue y sus colaboradores Leonardo Díaz y Gustavo Laurant esas primeras prácticas fueron un desafío. “Tuvieron que enseñarnos desde cero: cómo agarrar la pelota, cómo pasarla, cómo caer. Todas cosas del rugby infantil, porque no sabíamos nada. Al principio íbamos todas para el mismo lado, éramos como palomas a las que les tiran migas. Después cada una empezó a tener su posición y su función”, cuenta Gaby.

Al año siguiente, se sumaron otros dos actores clave en la historia: Carlos “Poquito” Prado y Sergio “Turco” Ahmad, hombres de Universitario que se ocuparían de entrenar y contener a las chicas durante esos primeros años difíciles, en las que varias se fueron cansadas de practicar sin tener con quién jugar. Ocasionalmente enfrentaban a alguna división M14, hasta que llegó la gran oportunidad con ese primer encuentro femenino en Chaco en el 99. “De ese primer torneo, lo que más recuerdo es cómo llegamos a Castelli. Fuimos en una combi que se rompió varios kilómetros antes, así que tuvimos que completar el camino viajando paradas en un camión volquete que nos levantó en la ruta. Y así salimos a jugar”, relata Lucía.

“Fueron épocas de mucho sacrificio. Viajábamos como podíamos y dormíamos amontonadas en cualquier lado, pero siempre podían más las ganas de jugar. Con tal de tener un partido, nos bancábamos lo que sea”, explica Mirta Cabrera, una de las referentes de aquél grupo. “Yo también viví esa época y si alguna de las chicas de ahora se queja por algo, le recuerdo que antes era mucho peor. Nos dábamos maña con lo que había, porque pasaban meses entre un partido y otro. Hoy tenés fecha casi todos los fines de semana”, compara Laura Diarte, que se sumó en 2000, después del primer torneo femenino organizado en Tucumán, y que al día de hoy sigue jugando.

Legado

Aunque tiempo después la mayoría terminó dejando el rugby por diferentes motivos (personales, familiares, académicos y/o laborales), la charla entre las chicas durante la entrevista conserva la fluidez de aquellos años, que recuerdan casi como un extenso viaje de egresados. Cada anécdota es el disparador de otra, y otra, y reproducirlas al detalle -así como los pormenores de su historia- requeriría un libro. De todos modos, casi todo está documentado en los álbumes de fotos que Nora guarda como un tesoro. “Es que no te imaginás, era una alegría vernos. Nos juntábamos todos los fines de semana”, jura Mirta, quien en 2004 se convertiría en la primera Puma tucumana y que llegaría a jugar hasta los 50 años. Su persistencia sería clave para que en 2009, lo que quedaba de las “Huarmis” desembarcara en Cardenales, dándose inicio al período de “renacimiento” del rugby femenino tucumano.

Las pioneras reconocen que les hubiera gustado jugar en el rugby competitivo de hoy, aunque ninguna cambiaría lo que vivió con ese grupo. “Se lo vivía de manera muy especial. Si se mantuvo durante varios años es por el grupo que se había formado”, respalda Flor. Pero más allá de las historias y los recuerdos, y al margen de que muchas manos posteriores también aportaron lo suyo, les queda el orgullo de saber que su osadía fue la chispa fundacional de un fenómeno que al día de hoy sigue derribando prejuicios y extendiéndose por toda la provincia.

> PUNTO DE VISTA

"Fue un gran desafío"

FERNANDO ERIMBAUE | Primer entrenador de Las Huarmis

En su momento provocó un gran impacto la convocatoria que se hizo a través del diario, porque no era común que se invitara formalmente a las mujeres a practicar un deporte de este estilo. Algunas ya conocían el rugby a través de sus hermanos, amigos o novios y estaban interesadas, mientras que otras se acercaron por mera curiosidad. Y el éxito que tuvo el rugby tucumano en los 90 sin dudas que también sirvió para atraerlas.

Fue difícil tomar la decisión de lanzar esa invitación. La idea de armar un equipo era desafiante, pero recuerdo cuánto me sorprendió ver que en uno de los primeros entrenamientos había 70 chicas. No esperaba semejante cantidad. El tema llamó la atención hasta de medios nacionales. Y en una encuesta de Gacenet, en la que se le preguntaba a personajes del medio sobre si les parecía correcto o no que las mujeres jugaran al rugby, un 70% estaba de acuerdo y el resto lo rechazaba. Algunos incluso estaban enojados.

Los primeros tiempos fueron difíciles. No había con quién jugar. Las chicas se pasaron dos años entrenándose y jugando entre ellas. Eso demostraba la perseverancia que tenían. Una de las imágenes más lindas que se me vienen a la mente fue la alegría que tenían cuando organizamos el primer partido, entre chicas que cursaban el profesorado y las que venían de afuera. Estuvieron presentes oficiales nacionales de la UAR y entrenadores tucumanos, uno de los cuales era Daniel Hourcade. Fue por esa época en la que surgió el nombre de “Huarmis”.

Muchas veces tuve que defender y argumentar por qué las mujeres sí pueden jugar perfectamente al rugby. Gracias a Dios, y a la colaboración de quienes estuvieron conmigo al principio y de quienes lo continuaron después, se pudo sostener en el tiempo y llegar a lo que es el rugby femenino hoy en día.

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