Grieta, acefalía, intervención

Habas se cuecen en todas partes. No sólo en el peronismo que piensa en su 17 de octubre -el que desnudará su fragmentación-, sino también en la UCR local, que va camino a no tener su 28 de octubre normalizador, deslizándose directamente a la intervención, como ya ocurriera en 2007. El radicalismo soporta su propia grieta y una crisis de identidad, situaciones que no parecen incomodar a la dirigencia local. Por el contrario, el caos interno parece ser la forma elegida para sobrellevar los meses por venir y los previos a los comicios de 2019. Una pelea política que parece pergeñada a propósito entre los principales protagonistas apostando más a los réditos particulares; en desmedro de la propia organización partidaria.

Algunos se mueven cómodos en medio de una crisis, pensando más en sus propias quintitas que en la vocación de poder que deberían esgrimir los correligionarios de Alem e Yrigoyen. Cabe sostenerlo a partir de lo que se observa en el proceso electoral del radicalismo provincial, tan complicado en su desarrollo que desde las mismas entrañas de la organización han reflotado la posibilidad de la intervención como alternativa final, y no precisamente como una solución extrema para arrimar acuerdos y destrabar el panorama, sino para potenciar las diferencias internas, porque allí parece que muchos se sienten a sus anchas y más seguros jugando sus propios partidos. En esa línea, la UCR local llegaría fracturada a los comicios del año próximo, nacionales y provinciales.

Dos visiones

Y no sólo dividida por las ambiciones personales o sectoriales, sino porque además hay dos visiones que pujan en el radicalismo respecto del rol del partido frente a Cambiemos y que pueden provocar un desenlace crítico. Justamente, ambas quedaron expuestas el viernes 28 de septiembre. Ese día, mientras la UCR nacional, con la participación del diputado José Cano, deliberaba junto con el PRO y la Coalición Cívica en Parque Norte -para defender a esa alianza en el peor momento de la gestión de Macri-; en Tucumán Ricardo Alfonsín junto con legisladores e intendentes radicales locales lanzaban el movimiento por la democracia social en abierto rechazo al ajuste impulsado por el Gobierno nacional. Dos miradas contrapuestas que alimentan el quiebre en el seno de la UCR, por las que va a sufrir las consecuencias a la hora de las urnas el año entrante.

El proceso electoral del radicalismo provincial navega en esas aguas con sus propios condimentos. En medio del cronograma electoral se mencionó la intervención -incluso antes de llegar a la presentación de las listas de candidatos-, lo que expone que no hay demasiada vocación por la democracia interna o intención por dirimir las diferencias en una votación. Esa medida extrema parece ser una forma de resolver su propio conflicto doméstico, por lo menos -si se verifica- en favor de la visión que asocia a la UCR al PRO como integrantes de Cambiemos. No la de Alfonsín, con la que comulgan los legisladores Ariel García y Fernando Valdez, quien dijo que el oficialismo evita la confrontación porque teme perderla, mirada con la que coincide su par Raúl Albarracín.

Hasta el momento ya hubo una postergación de la fecha de los comicios internos: debían haber ocurrido el 30 de septiembre, pero se los aplazó para el 28 de este mes. Sin embargo, con la excusa de problemas con miles de fichas de afiliaciones no sería posible que los correligionarios puedan elegir tampoco en esa fecha a las nuevas autoridades. O sea, se viene la acefalía y la consiguiente conducción del partido por parte de la mesa de la convención, tal como lo establece la carta orgánica. ¿Hay responsables de esta instancia? Por supuesto, aunque todos se acusan por los errores cometidos, porque a nadie se margina cuando aparecen los dedos señaladores. Hasta la propia Justicia Electoral Nacional cayó en la “volteada”, cuando su papel institucional está acotado a la entrega de los padrones, en función de las fichas que les presenten los partidos políticos, en este caso la junta de gobierno de la UCR.

Las fichas, he ahí el foco del conflicto, o la excusa para la crisis, para que el partido no pueda normalizarse por las vías correspondientes, sino por los caminos excepcionales: acefalía primero y probable intervención, finalmente. Cuando se expusieron los padrones provisorios en la UCR, a los fines de las tachas e impugnaciones, referentes de varias agrupaciones advirtieron que no figuraban como afiliados los que ellos -a través de la presentación de fichas- habían elevado a las autoridades partidarias. Hubo quejas y planteos ante la Justicia Federal con competencia electoral que derivaron en la primera postergación de los comicios. ¿Demora intencional o error involuntario al no presentar las afiliaciones en el fuero electoral? Nadie es inocente en la trama. En las filas opositoras hasta se habla de que en el partido se perdieron fichas y que esa “gaffe” es la que se quiere tapar.

El tema reapareció la semana que pasó cuando la junta electoral de la UCR decidió suspender los plazos del cronograma electoral porque la Justicia Electoral se demoraría en la provisión de los padrones con la incorporación de las nuevas fichas que llegaron a sus manos. De resultas, hubo reacciones de agrupaciones internas rechazando la medida de la junta electoral y declaraciones del presidente de la UCR, Julio Herrera, no descartando la intervención. Aunque luego reconoció que esta alternativa sería una locura no dejó de apuntar que varias pueden ser las motivaciones para que el comité nacional del radicalismo decida intervenir la organización, tales como “las amenazas que recibieron miembros de la junta electoral”.

Herrera reuniría mañana a la junta de gobierno para analizar y ver si se puede destrabar el conflicto y para tratar de llegar a nuevos comicios, ya sea con padrones históricos, o complementarios, o provisorios o con los que pueda aportar la Justicia Electoral. Para eso debería producirse un acuerdo generalizado, que incluya a las cuatro listas que han mostrado interés en participar de los comicios de renovación de autoridades. Esto no parece demasiado posible porque, además, hay condiciones que deben darse para que los nuevos afiliados puedan participar de una votación: tener una antigüedad mínima de afiliación de seis meses. Con dos años se puede ser candidato. ¿Los afiliados reconocidos a partir de las fichas entregadas a la Justicia Federal aparecerán con esa antigüedad?

Por de pronto se puede decir que la Junta Electoral Nacional ingresó 2.381 nuevos afiliados a los padrones radicales a partir de las fichas que le entregaron. Sólo 200 quedaron el camino. Desde el organismo nacional se aclara y especifica que la responsabilidad de los padrones es de la junta de gobierno de la UCR y que está en condiciones de proporcionarle al partido las planillas de afiliados referidos a la fecha que soliciten para que los usen en una interna.

Si bien la junta electoral partidaria suspendió los plazos del cronograma porque faltaba procesar fichas y que hubo apelaciones a esta medida, sería casi imposible que se verifique la elección del 28 de octubre. El juez electoral resolvería mañana el planteo de la lista Morada, de Esteban Ávila, que pidió que se prosiga con el calendario interno. Cualquier decisión que adopte no evitaría que se produzca la acefalía partidaria.

En ese marco, a la nueva fecha de elección debería ponerla la junta de gobierno mañana o bien la autoridad que asuma el 13 de octubre ante la situación de acefalía ya que el 12 vence el mandato de las actuales autoridades. En ese caso, quien deberá hacerse cargo del partido hasta su normalización -o eventualmente hasta que sea intervenido por las razones que sean- es el presidente de la convención provincial, Federico Romano Norri. El reglamento interno de la UCR no fija un plazo para que en este caso excepcional se determine una fecha de normalización a través de una votación. Puede ser un lapso breve o bien puede prolongarse hasta los comicios de 2019, con lo cual la situación puede analizarse desde muchas perspectivas, e intereses. Romano Norri se muestra partidario de convocar a los distintos sectores internos y de realizar una nueva convocatoria a elecciones. Pretende apostar a las coincidencia a los fines de evitar una intervención por parte del comité nacional, que ya estaría al tanto de lo que sucede con el radicalismo provincial. La intervención se huele inevitable a largo plazo.

Especulaciones

Vayan algunas consideraciones extras sobre todo el embrollo radical. García dijo que presentó más de 4.000 fichas en la UCR, número suficiente con el que podría armar su propio partido y salir por fuera en caso de que una eventual intervención no le dé la venia para convertirse en un acople radical en 2019. Sin embargo, el legislador pretende dar pelea interna porque cree que puede ganar la elección. En esa lucha moriría con las boinas blancas puestas. En el oficialismo, en cambio, entienden que el Gobierno provincial podría meterse en los comicios radicales y volcar las urnas en favor del parlamentario opositor, por lo cual la intervención les sería una salida favorable para encolumnar al partido en la línea de Cambiemos, no en la del alfonsinismo opositor. Grieta, crisis, acefalía, intervención, encolumnamiento a una visión. Cualquier camino, incluyendo hasta una votación en las urnas presagia conflictos en la UCR.

En fin, de las crisis todos quieren sacar ventajas, apuntan a jugar lo mejor posible en el caos. En esa instancia está el radicalismo provincial, habrá que ver cuál es la vía o atajo que toman. Los apellidos siguen pesando más que la sigla del centenario partido. En tanto, los socios del Acuerdo para el Bicentenario -como el intervenido PRO o el Partido por la Justicia Social-, siguen esperando que la UCR resuelva sus conflictos internos para empezar a pensar en conjunto en 2019.

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