¿Qué tienen los grupos sociales en la cabeza?

¿Qué tienen los grupos sociales en la cabeza?

¿Qué tienen los grupos sociales en la cabeza? Cada vez que hay circunstancias excepcionales que sacan a la comunidad de su letargo cotidiano surge la pregunta, no sólo con los protagonistas de los hechos sino con la sociedad que los presencia.

Acaba de pasar durante el último fin de semana, con los que se dedicaron a vandalizar bancos y mobiliario urbano de plazas y platabandas. Está pasando con el pedido de detención de uno de los policías que ejecutaron a Facundo Ferreira, el niño de 12 años de “La Bombilla” que circulaba en una moto de madrugada por el parque 9 de Julio hace siete meses. Los debates sobre el “caso Facundo” se actualizan.

Ya había pasado hace dos años cuando un adolescente de un country atropelló a una estudiante de Medicina en la avenida Aconquija y huyó. Después lo atraparon. Y se armó el debate: ¿debe estar recluido en el country o encerrado en el instituto Roca? ¿Qué tiene esa gente en la cabeza? ¿Y qué paradigmas tiene el que mira y juzga los hechos desde su mirada de grupo social? Y lo más importante: ¿qué criterios debe tener el Estado, que es el que organiza y regula la vida entre esos grupos sociales?

El dominante mandato social

Con el concepto de “habitus”, Pierre Bourdieu explicó que las personas de un entorno social homogéneo tienden a compartir estilos de vida parecidos. A obrar, a pensar y a sentir según la posición social. Eso nos permitiría entender las frases hechas instaladas como matrices (”los políticos roban”; “los varitas son coimeros”: “los policías son violentos y corruptos”; “la gente pobre es vaga y quiere vivir de planes sociales”; “la gente de clase media es miedosa y aferrada a sus posesiones”; “la gente rica es discriminadora y defiende sus privilegios por encima de la ley”) y también las reacciones ante las conductas.

Los paradigmas no son problemáticos, sino que se trata de anteojeras que impiden percibir el significado de los problemas cuando estos dejan de ser fenómenos aislados y pasan a ser tendencias en la sociedad. Por ejemplo, la delincuencia callejera.

Según el sector social, se puede calificar de lacra al motochorro Brian Cardozo, atropellado, embestido, pateado y golpeado hasta morir por el carnicero Daniel Oyarzún, absuelto hace 15 días por un jurado popular en Zárate (Buenos Aires). Pero también se puede ver al arrebatador como un sobreviviente (violento, al fin) que hace del delito su único oficio, como se lo representa en la película “El motoarrebatador” (de Agustín Toscano), que pinta parte de la realidad tucumana y la expone en el mundo. ¿El de Zárate es la realidad y el de Tucumán es una ficción? Depende de la mirada. Hace siete meses el miedo social hizo ver al pequeño Facundo Ferreira como un delincuente que salía de noche con malas intenciones (la Policía dio a entender entonces que Facundo y su amigo estaban buscando motos para robar y eso coincidía con el prejuicio social que estigmatiza a los chicos de barrios vulnerables) y hoy la sociedad trata de entender qué clase de agentes mal capacitados, adictos a la cocaína (a uno de ellos le dio positivo el examen de drogas) y detenidos por robar carteras, son los que lo ejecutaron esa madrugada, alteraron la escena del crimen y mintieron en el acta del incidente. Hoy Facundo es visto como siempre dijo su familia: una víctima absoluta. También se trata de entender por qué el juez de la causa demoró seis meses en detener a uno de los agentes, y por un delito contra la propiedad, no por homicidio. ¿”Habitus” de corporación policial/judicial?

Diferencias entre pobre y marginal

Cuando los fenómenos aislados se vuelven tendencias se advierte que ha operado un cambio en la sociedad. Ahí resultan llamativos entonces no sólo los hechos de alto impacto, sino también las explicaciones que muestran esos moldes rígidos, como ha sido hace poco el video “¿Qué tienen los pobres en la cabeza?”, la charla TED que ofreció Mayra Arena, de Bahía Blanca, y que se viralizó a comienzos de septiembre. Mientras mostraba la diferencia entre pobre (que tiene necesidades) y marginal (que ya no tiene esperanzas), esta mujer iba describiendo los “habitus” de la gente carenciada y al mismo tiempo desnudaba los prejuicios de las clases más acomodadas. Tucumán no tiene carrera de Sociología que arroje profesionales expertos en estos campos. Pero sí hay gente que estudia estos temas, desde distintas perspectivas.

“Inconsistencias en la macro”

La economista Ana María Cerro hizo alusión a las crisis cíclicas del país -“en varios trabajos advertimos que hay inconsistencias en la macro. La macro es como el cuerpo humano: es un modelo de equilibrio general. Las variables tienen que estar alineadas, pero pareciera que en la Argentina siempre estamos desalineando las variables”, dijo hace poco, en el ciclo de LA GACETA “La otra mirada”. También advirtió sobre los procesos que han ido cambiando la sociedad. “En mi niñez podíamos salir tranquilamente a la calle. Teníamos una plaza al frente (de casa), lo cual nos permitía hacer una vida de barrio, donde interactuábamos con los vecinos. Íbamos caminando al colegio. Vivíamos más la ciudad (...con el paso del tiempo) ya no se podía ir solo a la escuela. Se perdió esa relación de vida, de barrio, de vecindario”. Cerro ha estudiado la relación entre economía y delincuencia y sus trabajos han permitido un enfoque sociológico que explica conductas y tendencias, no ya fenómenos aislados. “La desigualdad del ingreso es muy importante a la hora de explicar el nivel de delincuencia en una sociedad: eso (la inequidad), el desempleo y algunas variables que muestran los ciclos de expansiones y recesiones”, afirma. También dice que está estudiando acerca de la persistencia del delito: “si una persona, que ante un shock negativo se inicia en actividades delictivas, puede luego salir de ello y volver a las actividades legales. Encontramos que la educación tiene un rol muy importante para explicar esa persistencia. Si la persona acumula educación, que es capital humano legal, es muy posible vuelva a introducirse en actividades legales. En cambio, si una persona tiene poco capital humano legal, una vez que se introduce en las actividades delictivas y adquiere experiencia, es decir capital humano ilegal, es muy difícil sacarla”.

Con una mirada amplia, y con grandes grupos de estudio, se podría entender conductas y variables delictivas no sólo en los grupos marginales, sino también en otros ámbitos del cuerpo social, como se ha visto con el escándalo de los cuadernos de las coimas, que desnudaron la trama corrupta entre políticos y empresarios. Pobres ahí no había, y vaciaron las arcas públicas. ¿”Habitus” político-empresario?

No obstante, el fenómeno de la pobreza es una tendencia que ha crecido, aunque las cifras del Indec parezcan bajar un poco en relación al habitual 30%. Una mirada más larga diría que, por ejemplo, las villas miseria y los asentamientos informales que comenzaron a formarse con fuerza alrededor de la capital luego del cierre de ingenios a mediados de los 60 han crecido sustancialmente hasta llegar a las 260 señaladas en 2013 en el programa de relevamiento de barrios populares (Renabap). Es mucha gente sometida a “problemas recurrentes como la falta de trabajo, inseguridad, abandono institucional -tanto de la policía como buena parte del sistema de salud- , sumado a la falta de infraestructura y equipamiento comunitario, discriminación, diferentes problemáticas ambientales con riesgo sanitario (...) irregularidad dominial, precariedad habitacional y falta de acceso a recursos públicos para el desarrollo de proyectos barriales”, señala la arquitecta Paula Boldrini, investigadora del Conicet. Ella y su equipo trabajan en cinco barrios (en capital, Yerba Buena, Alderetes y Banda del Río Salí) y señala también como problema fundamental en los últimos tiempos el fenómeno de las adicciones y el narcomenudeo. ¿Qué hábitos de vida tienen esas comunidades? ¿Qué impacto tiene eso en los otros grupos sociales de Tucumán? Fortísimo. Se lo ve tanto en las páginas policiales de los medios como en los informes sobre las crisis de los barrios y las escuelas en los sitios vulnerables, el 83% de los cuales está distribuido en la zona sureste de la capital.

Respuestas enlatadas

Boldrini, que sostiene que no hay forma de entender los fenómenos sin acercarse a esas comunidades y “generar instancias asamblearias donde la gente define sus propias necesidades”, critica los programas oficiales, que pecan de voluntariosos y resultan impotentes frente a los problemas. Se trata de los planes Promeba y Promevi, los cuales tienen recursos materiales y humanos insuficientes e ineficaces, explica. Además, dice, la Nación entrega “programas enlatados” y la Provincia los replica con talleres de carpintería, albañilería o costura, y con equipamiento comunitario “estándar”. Además de que los escasísimos equipos que trabajan con las adicciones en barrios vulnerables son precarios y siempre están en la cuerda floja, como ha planteado en numerosas ocasiones el psicólogo Emilio Mustafá, quien destaca que la Universidad tampoco está preparando a los profesionales para saber cómo encarar adicciones y narcomenudeo. Por ello el aprendizaje se hace a prueba y error in situ, mientras los narcos se van perfeccionando a toda velocidad a fuerza de drogas, dinero y armas y copan las barriadas.

Aprender con el cuerpo

Resultó muy llamativa, en el programa “Panorama Tucumano” del miércoles, la participación de dos arquitectas, Florencia Caminos y Milagros Correa García, quienes no se asustaron ante los vándalos (de clase social acomodada) que rompieron los bancos y plantearon que hay que saber qué lleva a esos grupos sociales a dejar salir esas pulsiones destructivas del espacio público. Reclamaron más bien creatividad, aprender con el cuerpo, educación ambiental, creatividad, “cambiar la conversación” (hablar de valores positivos como forma de cambiar las cosas), escuchar a los jóvenes (que lo que pasa sea un llamado de atención) y sobre todo inspirar. Acaso se pueda romper los paradigmas con los que la sociedad juzga los fenómenos, se asusta con la violencia y no encuentra la forma de mejorar. Así las cosas, ¿qué tienen en la cabeza los funcionarios que dictan las políticas se seguridad y de salud? ¿Y los legisladores, fiscales y jueces, frente al fenómeno de la violencia? Por ahora nuestra sociedad está atada a los paradigmas de cada grupo social y responde con los elementos a mano según cada escándalo. Por ahí hace falta una mirada amplia. En una nota a propósito de la muerte de Charles Aznavour, en “La Nación”, se cita que el cantante no olvidaba sus orígenes de inmigrante pobre que le dieron objetivos a su vida: “Yo no soy un nuevo rico; soy un antiguo pobre”, decía. Y con eso rompía los paradigmas.

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