La gloriosa batalla
03 Octubre 2018

Por Donato Alberto Calliera

Humorista

Amigo lector, lo invito a realizar un ejercicio. No tema, no se trata de algún esfuerzo físico, sino de imaginación.

Supongamos que la gloriosa Batalla de Tucumán sucediera ahora, en 2018. Desde Salta llega el general Manuel Belgrano al mando del Ejército del Norte y decide quedarse en Tucumán para enfrentar a las tropas realistas de Pío Tristán.

- “Excelente idea, general… aunque ¿no sería mejor dejarlos seguir y que se arreglen los cordobeses?”, le sugiere un alto funcionario local.

Belgrano se niega rotundamente y hace un llamado a la población solicitando voluntarios para la lucha. Se presentan 50.000 patriotas. Luego aparece un extraño personaje que le dice:

- Mire, general, yo soy el dirigente del Sindicato de Soldados Voluntarios Tucumanos y los muchachos quieren saber a cuánto asciende el salario, horario, aportes jubilatorios y…

- Espere. Aquí no hay ni un centavo… ¡Se trata nada menos que de salvar a la patria, qué embromar! -estalla el prócer.

- Pero… ¿no hay obra social, seguro de vida…?

Belgrano se muerde los labios y le señala la salida. Renuncian 25.000.

A la tarde se produce una marcha de protesta.

- “Somos simpatizantes de San Martín”, le explica uno.

- ¿De mi colega y amigo, el general San Martín?

- No, no. Del club, ¿entiende? -y aclara- de los Santos de La Ciudadela. Y bueno… queremos que comprenda. No podemos luchar.

- ¿Acaso tienen miedo?

- No, de ninguna manera, general. Es por los colores de la bandera… ¿en vez de celeste no podrían ser roja y blanca?

Belgrano se niega rotundamente. Al día siguiente se presenta en tribunales un abogado que dice representar a los voluntarios arrepentidos y exige una reparación histórica.

Más tarde llegan al casi desierto campamento patriota inspectores de Sanidad Ambiental, la Dirección de Trabajo, el IPLA, etcétera.

Conclusión: El Ejército patriota es derrotado por los realistas; la plaza Independencia se convierte en Plaza Madrid; Tucumán, Salta y Jujuy se incorporan a España y Pío Tristán se instala en Casa de Gobierno.

Don Manuel Belgrano se marcha hacia Buenos Aires… “triste, solitario y final”.

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