Rougés y la desnatalidad

Rougés y la desnatalidad

Lo consideraba ”problema de vida y muerte”

ALBERTO ROUGÉS. Desde la izquierda, el filósofo tucumano, Juan Carlos Nougués, Ricardo Frías y Alberto Gallo Cainzo, en 1910. ALBERTO ROUGÉS. Desde la izquierda, el filósofo tucumano, Juan Carlos Nougués, Ricardo Frías y Alberto Gallo Cainzo, en 1910.

La “desnatalidad” se define como “la disminución -sea casual o provocada- del número de nacimientos en relación al censo de población”. Era un problema que mucho preocupaba al filósofo tucumano Alberto Rougés (1880-1945), como lo expresaría su acción de presidente del distrito Tucumán del Consejo Nacional de Educación.

En carta al ingeniero Alejandro Bunge, del 31 de julio de 1940, le manifestaba Rougés que esa cuestión era “un problema biológico”, un “problema de vida o muerte”. Y lo felicitaba por haberlo traído a la atención pública. Deploraba que “la conciencia nacional” estuviera “dormida y las pocas voces que claman no logran despertarla, aunque a veces parezca que el sueño se aligera y el héroe va a despertar”, como en “Ramayana”, el famoso poema de la India.

“Muchos son los que parecen oír y no oyen, los que parecen comprender y no comprenden”, decía. Agregaba: “¿No hemos visto acaso, indignar a (Nicolás) Repetto en ‘La Vanguardia’, porque Gino Arias considera el problema de la desnatalidad un problema moral, un problema de vida o muerte y no un problema económico, un problema de toma y daca? ¿No hemos visto a Martín Gil tratar en ‘La Nación’ este problema como una cuestión de vida más o menos cómoda de los integrantes de la sociedad, y al crecimiento de la población como una cuestión de vanidad nacional? Como si ante un niño cuyo crecimiento se ha paralizado por raquitismo, dijera alguien, a los padres alarmados, que no tiene razón de preocuparse; que se trata sólo de la vanidad de tener una cuarta más de estatura. Igual incomprensión hay en las iniciativas legislativas, con sus paliativos económicos, llevados allí donde el problema no existe”. El pueblo necesitaba “enseñanza moral”, opinaba Rougés, y “nada se ha hecho para detener la decadencia de nuestra capacidad de abnegación, corroída por el dogma del bienestar material”.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios