Oscar Castillo: “el secreto es que hay que seguir adelante pese a todo”

Oscar Castillo: “el secreto es que hay que seguir adelante pese a todo”

El empresario tucumano repasa sus orígenes y las crisis económicas que enfrentó, desde 1966 en adelante. Sostiene que los argentinos deben ser perseverantes, consecuentes y, en especial, respetuosos de nosotros mismos.

REFLEXIÓN. Castillo, en la entrevista con Van Mameren, reniega de que “cualquier cosa” separe a los argentinos. lg play REFLEXIÓN. Castillo, en la entrevista con Van Mameren, reniega de que “cualquier cosa” separe a los argentinos. lg play
26 Septiembre 2018

Ahora forma parte del Servicio Sacerdotal de Urgencia, el voluntariado nocturno que recorre salas de urgencia de hospitales llevando curas para que administren la unción de los enfermos a quiénes lo soliciten. Antes, fue director del Banco de la Provincia de Tucumán y también del Banco Empresario. Ha creado, junto con otros tres socios y amigos, la fundación Apoyar, que construye obras civiles (aulas, bibliotecas y hasta edificios) para instituciones comunitarias. Y se inició, a finales de la década del 40, ayudando durante las vacaciones en el negocio de su padre: una casa de fotografía en Laprida segunda cuadra de San Miguel de Tucumán. Cuando arrancó la década del 50, se hizo cargo de ese emprendimiento, que ya había incorporado el rubro “óptica”. Oscar Castillo, quien hoy tiene 84 años y practica yoga, recuerda que tenía entonces 16 años y que ya había completado el bachillerato en el Tulio. Tomar las riendas de ese comercio lo llevó a ser el empresario que es hoy, según revela en la entrevista con el secretario de Redacción de LA GACETA, Federico van Mameren, en La otra pregunta, el ciclo de LA GACETA Play que transmite CCC los martes a las 21.

- Era un mundo nuevo y había un montón de cosas para hacer, pero lo que no me convencía era que, ya sea por fotografía o por óptica, la facturación era muy pequeña. Tenía muchas ambiciones. Más que ahora. Era joven. Quería algo que tuviera más facturación y más volumen y observé que Tucumán era como Amsterdam: todo el mundo andaba en bicicleta. Así que dije: “vendamos bicicletas”. Gran discusión con mi padre (...). Lo logré convencer y empezamos a vender bicicletas, pero eso trajo otro problema: a las bicicletas había que entregarlas a crédito. Entonces tuve que organizar la cuestión de las cuotas. Y como andábamos siempre al borde en el aspecto económico, cuando alguien se atrasaba, yo salía en mi bicicleta a hacerle acordar al cliente.

- ¿Todo eso en el local de la Laprida?

- Ahí ya nos habíamos mudado a Muñecas primera cuadra. Después, a la 25 de Mayo al 200. Ahí empezamos a vender los primeros artículos para el hogar. Radios, combinados, cocinitas a kerosén, lavarropas. Nos fue muy bien. Un mercado muy interesante eran los ingenios: la gente que trabajaba en ellos tenía muy buen poder adquisitivo. Organicé un equipo de vendedores puerta a puerta: nos iba muy bien. Empezamos a crecer, pero llegó el primer gran problema: en 1966, el gobierno del general (Juan Carlos) Onganía cierra 11 ingenios. El efecto fue devastador: 250.000 tucumanos tuvieron que emigrar. Nosotros no sólo dejamos de vender, sino que también dejamos de cobrar. Íbamos a cobrar y no teníamos a quién.

- ¿Qué hace un empresario cuando aparece una crisis así, tan de golpe?

- Para mí, que era muy joven y nunca había tenido un problema, fue un obstáculo. Yo me sentía un ganador, un elegido para crecer sin pausa. Y me pasó eso. Fue desesperante. Estuve muy cerca de abandonar la actividad comercial porque era mortificante día y noche. Además, no teníamos para pagar a los proveedores, que eran todos de Buenos Aires y habían estigmatizado a Tucumán, porque todo el comercio tucumano estaba mal y no pagaba.

- ¿Por qué no tiró todo?

- Dios me dio fuerza. Y mi padre me daba ánimo, aunque él nunca había tenido una crisis así en su época. Incluso, yo había sido un poco responsable de la culpa porque si no hubiéramos tenido la expansión hubiéramos seguido con la óptica y con la fotografía, donde se cobraba de contado y había poco personal.

- ¿Qué le decía su padre? ¿Hubo momentos de tensión?

- El momento era muy afligente para todo Tucumán. Tan duro que creo que eso dejó una herida incurable en la provincia. Dejó el caldo de cultivo para la posterior guerrilla porque dejó todo un pueblo resentido: fue sólo a Tucumán a la que se le hizo eso.

- ¿Seguimos los tucumanos siendo una sociedad resentida?

- No es lo mismo el nivel económico que hay en Buenos Aires y el que hay en las provincias. Somos una zona evidentemente diferente. Tendremos otras ventajas, como las de que se puede vivir mejor y más tranquilo; pero la economía es muy diferente. Es un tema socioeconómico. Buenos Aires es una gran cabeza y el interior es escuálido en general… En fin, la del 66 fue una gran crisis y sobrevivimos gracias a Dios. Otra cosa: tuve mucha suerte al no aflojar ni declararme en quiebra. Iba a Buenos Aires, ponía la cara, recibía los cachetazos, y a los proveedores les gustaba ver a alguien joven haciendo cosas. Nosotros necesitábamos que nos mandaran más mercadería porque algo de mercado quedaba.

- Vinieron otras crisis después.

- La más fuerte fue el “Rodrigazo” . En 1975, en un día, hubo una devaluación de más del 100%. Fue como si cayera una bomba atómica. La gente se enloquece, por supuesto.

- ¿Qué hacía la gente?

- ¿Te imaginás que los precios aumenten el 100% de un día para otro? Hay desabastecimiento. Nadie quería vender. Nadie podía comprar. Y los sueldos no suben en consecuencia. Yo era más grande, más maduro, más fuerte. Y superamos la crisis. En los últimos días del gobierno de Isabelita (N de la R: sobrenombre de la ex presidenta María Estela Martínez de Perón), el país era un desastre. Después vino el golpe.

- ¿A eso lo recuerda con tristeza, con susto…?

- Con todos los componentes que te hacen daño. ¿Cuántas cosas habrán quedado en el subconsciente, que después tuvieron influencia en la vida de uno?

- ¿Qué cosas le quedaron?

- Es como dice (Friedrich) Nietszche: lo que no te mata, te hace más fuerte. Sí, te endurece; pero en algunos aspectos eso es malo: perdés un poco de fe en tu país. ¿Cuántas de esas cosas no habrán influido en el ánimo de los argentinos para que seamos como somos?

- ¿Cómo somos?

- Este es un país potencialmente muy rico. Somos personas que, por lo que uno conoce de Latinoamérica, estamos muy bien ubicadas culturalmente. Sin embargo, en nuestro país siempre hemos andado con desniveles económicos, producto de nuestra falta de cultura también. De no saber tomar un camino, seguirlo, ser perseverantes, consecuentes, respetarnos a nosotros mismos para ser un buen país. (...) Hemos hecho un país descreído.

- Y hay que creer…

- Yo creo que la fe es lo que te lleva adelante, personalmente y como país. (...) Pero si sos un país que continuamente está sufriendo estos desniveles económicos, que influyen en lo social y en lo moral, no sé hasta qué punto surge una duda mayor o menor en nuestro interior.

- Estas crisis, ¿cansan?

- Sí.

- ¿Y de dónde saca fuerzas?

- Es que encontré el secreto.

- No se lo guarde…

- El secreto es que hay que seguir adelante pese a a todo. Diría que ese es el secreto de la vida, porque la vida es pura dificultad. En la Argentina puede que sea un poco más. Seguramente que en Bangladesh es más todavía. Y en Haití debe ser peor. Pero aquí hay mucho contraste. Por ahí, la Argentina se pone bien y todos empezamos a andar muy bien. Y de repente tenemos esas caídas al vacío. Por ejemplo, ahora estamos en plena caída.

- ¿Lo está viviendo?

- Sí. Y creo que va a tener un gran impacto socioeconómico. Y la vamos a sufrir todos. La falta de trabajo genera pobreza. Y la pobreza genera violencia. Es una ecuación que no falla.

- ¿Cómo hace Castillo para afrontar la llegada de los “monstruos” a Tucumán?

- Al principio, cuando empezaron a venir no sólo las grandes empresas de Buenos Aires sino también las internacionales, por supuesto que eso me trajo mucha preocupación. Y hablaba a mis colegas que ya habían recibido esas “visitas” para preguntarles qué habían hecho. Bueno, fue cuestión de resistir. Me di cuenta de que cuando uno es local tiene una ventaja: conocer a la clientela y al mercado. El asunto era hacer frente, tener un espíritu positivo y encontrar los puntos. Porque las empresas, a medida que se agrandan, ganan la fuerza del tamaño pero pierden eficiencia: se alejan del punto neurálgico.

- Usted también se expandió...

- Sí. Y también sufrimos ese fenómeno. Nosotros nos expandimos no sólo en el aspecto comercial, sino que incursionamos en la parte agrícola. Y hacemos actividad financiera e inmobiliaria.

- ¿Cómo imagina Castillo sin usted?

- Está organizado. El equipo es muy importante... Creo que a los argentinos nos falta actuar un poco más unidos: cualquier cosa nos separa...

- ¿Cómo le gustaría que lo recuerden?

- Como un hombre de trabajo que le dio trabajo a la gente.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios