Papá Noel ya no tiene quién le escriba

Papá Noel ya no tiene quién le escriba

José López pudo haber sido un ejemplo para los tucumanos, terminó dando vergüenza. Fue alguien a quien todos querían llegar y ahora no hay quién lo tenga en cuenta. Su decisión de arrepentirse pondrá incómodos a muchos.

José López era un nombre. Un nombre lejano que solía repetirse como ejemplo de “un tucumano que triunfa”. Se sabía que este chico de Concepción había llegado lejos. Después de recorrer los claustros de la facultad de Ingeniería de la UNT se había ido a trabajar a Santa Cruz. Y le iba bien. Era uno de esos ejemplos que podía ponerse sobre la mesa cuando la conversación quería destacar a los que forjaron su destino o para criticar a los que no hacían nada en la provincia. Cuando los Kirchner llegaron al poder lo pusieron en la Secretaría de Obras Públicas de la Nación.

Cuando un tucumano (es decir alguien que se nos parece a todos) escala posiciones y se convierte en una figura relevante, nos enorgullece. Nos interpela como ciudadanos. Nos avisa que se puede llegar. Y, ¿por qué no? Nos hace sentir orgullosos.

José López venía a Tucumán y lo recibían con los brazos abiertos. Los empresarios hacían cola para verlo y para abrazarlo. Los peronistas de la provincia destacaban sus virtudes para escalar la montaña del poder y por lo tanto, nunca le retacearon ni un elogio.

Cuando aterrizaba en la provincia era Papá Noel. Hasta su risa nerviosa se parecía a la carcajada del gordo navideño. Sacarse una foto con él significaba obtener un trofeo. Había muchos que se contentaban con sólo tomar un café o simplemente con tocarlo, como al Rey Midas.

Ése era José López. Tucumán le quedaba lejos, porque él ya estaba cerca de todo. Pero un día se convenció a sí mismo de que podía ser el número uno de estas tierras y empezó a hacer campaña. Hubo intendentes que se colgaron de su saco aunque preferían hacer silencio para evitar que el otro José se enojara. La Federación Económica de Tucumán que presidía Pedro Omodeo le rindió pleitesía porque se iban a hacer las peatonales Mendoza y Muñecas, que al fin y al cabo, se convertirían en el shopping a cielo abierto. Aún hay cuentas pendientes de esos emprendimientos. También lo abrazó con afecto y (poca) visión de futuro el empresario Jorge Rocchia Ferro. López empezó a sonreír. Sentía que Tucumán se ponía a sus pies y él soñaba con sentarse en el sillón de Lucas Córdoba.

Fotos con todos

Eran tiempos de campaña en los que presumía con que podía llegar a conducir la provincia. Sus voceros mandaban varias veces al día e-mails con fotos de “Lopecito” con tucumanos a su alrededor. Los envíos desbordaban de promesas de obras y de utopías doradas.

López solía quejarse de que la prensa no le daba la valoración que él merecía. “Los periodistas no me quieren”, repitió en una visita a la misma Redacción donde hoy se están escribiendo estas líneas. Se quejaba como un niño. Cuando se lo entrevistaba no escuchaba lo que le preguntaban. Pedía que le repitieran la pregunta como esos boxeadores que se aferran al rival para encontrar oxígeno donde ya no queda. No respondía ninguna pregunta. Hablaba desenfrenadamente como los que han perdido la razón y siempre trataba de recordar a Perón con alguna frase que ni él estaba muy seguro que fuera del fundador del justicialismo. Abría los ojos lo más que podía y elogiaba a su interlocutor tratándolo de inteligente.

Tanto subestimó a los demás o tan alto se sintió que la realidad lo hizo chocar contra su propia historia. Y hubo un día que tanta plata no le alcanzó para sostener su sonrisa ni sus ojos abiertos. Se vio obligado a callar hasta que explotó y vomitó. Le salió corrupción por los poros. En 2014/15 se escuchaba decir en los mentideros políticos que “Paco (muchos ya lo trataban de Paco) tiene mucha plata como para cinco campañas”. Esta semana nadie lo reconoce; parece que hay quienes no le saben el nombre, menos aún el apodo. López, durante siete horas, se arrepintió de todo y es el terror de la provincia.

Aquel muchacho que podría ser admirado se convirtió en una lacra que avergüenza a Tucumán. Sin embargo, la hipocresía de la clase dirigente tucumana se acurruca e implora que sus nombres no aparezcan en la boca de uno de los emblemas de la corrupción, lamentablemente tucumano. La provincia se ha destacado siempre por su protagonismo en el país. Empezó en 1816 con los sueños libertarios y hoy se hace presente con esta humillante historia que puede hundirla.

Salpicando Tucumán

López decide arrepentirse bastante tarde. Se dio cuenta después de mentir mucho y ocultar más. Es un hombre que conoce cómo funcionaba el sistema del poder argentino de la última década. Sus secretos golpean las puertas de Tucumán. Es en esta provincia donde desde los gobernadores hasta los funcionarios, pasando por los empresarios, negaron la corrupción. López fue recibido con sonrisas por todos ellos en algún momento. Nadie tuvo el coraje ni la responsabilidad cívica de decir que algo se estaba haciendo mal. Fue electo por la sociedad tucumana como diputado para el Parlasur y por los peronistas como autoridad del Partido Justicialista. Cuando los bolsos llenos de dólares lo hicieron más famoso aún, lo empezaron a negar. Recién entonces, el mismo José Alperovich señaló: “es repugnante. Hay que ver quién le dio la plata. No sólo es corrupto el que recibe. Ensucia a todos y da una sensación de que todos somos corruptos, y no es así. Defendí mucho la plata de los tucumanos. Quiero darles tranquilidad. Jamás he pedido ni recibido una coima. A la obra no la concentramos, les dimos trabajo a todas las constructoras. En el interior trabajamos con cooperativas, para dar empleo. Estoy dispuesto a recibir al que tenga una acusación, que venga a hablar conmigo el que diga que le pedí plata. Trabajamos con cientos de empresas y no hubo nada. Por eso estoy tranquilo”. En el Instituto de la Vivienda ya hay dos funcionarios presos por irregularidades. No escucharon ni respetaron esto que decía el gobernador. Hubo quienes, como Lucas Barrionuevo, mintieron y tenían el control de empresas que podían ser favorecidas por las obras del IPV. Hubo otros, como el basquetbolista Miguel Jiménez Augier, cuyo accionar dentro de la institución está bajo sospecha, al igual que su estado patrimonial.

Público vs. privado

Esta semana tanto Alperovich como la senadora Beatriz Mirkin perdieron la oportunidad de ayudar a que se investiguen casos de corrupción. Eligieron pensar que todo se trata de un invento de la política. Decidieron que la vida de la Argentina siga dividida en una grieta. Por eso, cuando optaron por no ayudar a que se allanen los domicilios de Cristina quedaron defendiendo sus afectos o las cuestiones que pasan por lo personal, en lugar de asumir una necesidad pública de investigar de una vez por todas. Alperovich, con su actitud protectora, terminó preso de sus propias palabras. Una vez más los representantes de la provincia quedaron como fieles defensores de los intereses personales antes que de lo público.

“Espejito, espejito”

En la provincia, fiel a su estilo, Juan Manzur miró para otro lado. Es más, con la habilidad política que no supo demostrar en otras épocas hizo un escándalo por el recorte de 1.800 millones que pierde Tucumán por la desaparición del Fondo Soja. Movilizó a intendentes, concejales, legisladores, funcionarios, amigos y hasta a aquellos que no quiere para que se pronuncien en contra de ese recorte. Hasta hubo quienes en nombre de su Gobierno intentaron persuadir de mala manera a algunos hombres del campo para que adhieran al reclamo. Con esto el gobernador y su nuevo amigo, el vice, obviaron referirse a los cuadernos de la corrupción y al arrepentimiento de López. Manzur además se encuentra en el umbral de una de sus mejores facetas: la de canciller. Mañana abrirá las puertas de Tucumán para recibir con alfombra roja a visitantes ilustres y a representantes de la vida pública provincial. Cuando se mira al espejo, el gobernador al único que admira es a ese, al que trata de poner a Tucumán como una estrella que ilumina el norte argentino. Sin embargo, López es un fantasma que con su historia y su arrepentimiento puede aguar la fiesta a más de uno.

Hasta en el PJ intentaron acompañar al gobernador rechazando el Decreto de Necesidad y Urgencia con el que Mauricio Macri recortó fondos provinciales. El PJ que preside Beatriz de Alperovich lo hizo, pero la grieta no se cierra porque también se planteó la necesidad de apoyar a Cristina, a quien ven como víctima en este escenario, lo cual no les cae bien a los manzuristas, que quieren borrar a Cristina del presente político.

Los actores políticos de la provincia siguen aferrados a la idea de escapar hacia adelante. Confían en que el poder delegado les confiere la capacidad de disimular lo indisimulable y hasta de justificarlo. Corren un riesgo porque los ciudadanos viven hastiados de la putrefacta corrupción, del agobio de los bolsillos flacos y de la inflación gorda. Es el momento donde la dirigencia y los líderes deben estar a la altura de las circunstancias en ambas cuestiones, no en una de ellas para seguir abriendo la grieta.

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