
“A sus plantas rendido un león”. “En los fieros tiranos la envidia escupió su pestífera hiel”. “¿No los veis devorando cual fieras todo pueblo que logran rendir?” “...estos tigres sedientos de sangre...”. “...Y con brazos robustos desgarran al ibérico altivo león”. “...el fiero opresor de la Patria su cerviz orgullosa dobló”. “Y azorado a su vista el tirano con infamia a la fuga se dio”.
Todo eso dice el Himno Nacional de los españoles. Se entiende, porque Vicente López y Planes escribió la letra en plena guerra por la independencia. Era cuestión de insuflar los corazones con una marcha capaz de encenderlos ante la sola mención del enemigo. Pero con el tiempo España cambió su condición a la vista de los argentinos. De “fiera”, de “tirano”, de “ibérico altivo león”, ese que se rindió a las plantas de las Provincias Unidas del Sud, pasó a ser indiscutida madre patria. Por eso Julio Argentino Roca firmó un decreto durante su segunda presidencia, en 1900, que ordena cantar sólo la primera y la última cuarteta, rematadas por el estribillo. España. agradecida.

Lo que no podía imaginar Roca cuando redujo el Himno a una mínima expresión es que en el siglo XXI la letra iría quedando definitivamente de lado, reemplazada por los coros que acompañan a la movilizadora introducción compuesta por Blas Parera. El fenómeno no se limita a los estadios de fútbol, donde para no extender demasiado la ceremonia se escucha la intro y el público la sigue con entusiastas aullidos, sino que va extendiéndose a toda clase de actos.
Si los himnos nacionales deben formar parte de una competencia, como el fútbol, el rugby o cualquier disciplina olímpica, es un debate que parece perdido para quienes sostienen lo nocivo que resulta mezclar el patriotismo en esas cuestiones. Los partidos son puestas en escena que requieren de esos momentos de inspiración colectiva, como si en lugar de una justa deportiva (hermosa palabra justa, ya en desuso) lo que fuera a librarse es una guerra. Peligrosa analogía, por cierto.

Pues bien, el Himno Nacional forma parte de ese cóctel masivo, dentro y fuera de los estadios. Pero es un Himno que cada vez se canta menos y este sí es un buen tema para abordar hoy, teniendo en cuenta que fue un 22 de julio (de 1812) cuando el Triunvirato dispuso la obligatoriedad de contar con una “marcha patriótica” que se ejecutara en los actos públicos. Menos de un año más tarde, la propuesta -ya dinamizada por la Asamblea del Año XIII- había tomado forma gracias a López y Planes y a Parera, que era español y le tocó componer la melodía de una canción que demonizaba a sus coterráneos.
Sólo cuatro himnos nacionales carecen de letra. El más famoso es el español (la Marcha Real, que data del siglo XVIII y es uno de los más antiguos). Los otros son los de Bosnia, Kosovo y San Marino. Hay numerosos casos de himnos que por su extensión suelen interpretarse fragmentados (el de Estados Unidos es emblemático en ese sentido). Y hay himnos que cambian de letra según la circunstancia histórica (“God save de queen” se convertirá en “God save the king” cuando asuma el heredero de Isabel II en la Comunidad Británica de Naciones). Lo que no existe en el mundo es un himno cuya letra, además de amputada, va siendo borrada y reemplazada por un improvisado coro en la introducción. Definitivamente, no es lo que pretendían ni Roca ni quienes lo idearon en el fondo de nuestra historia.
La letra completa
¡Oíd, mortales!, el grito sagrado:
¡libertad!, ¡libertad!, ¡libertad!
Oíd el ruido de rotas cadenas
ved en trono a la noble igualdad.
Se levanta en la faz de la tierra
una nueva gloriosa nación.
Coronada su sien de laureles,
y a sus plantas rendido un león. (bis)
Estribillo
Sean eternos los laureles
que supimos conseguir:
coronados de gloria vivamos,
o juremos con gloria morir. (tris)
De los nuevos campeones los rostros
Marte mismo parece animar. (bis)
La grandeza se anida en sus pechos
a su marcha todo hacen temblar.
Se conmueven del Inca las tumbas,
y en sus huesos revive el ardor,
Lo que ve renovando a sus hijos
de la Patria el antiguo esplendor. (bis)
Estribillo
Pero sierras y muros se sienten
retumbar con horrible fragor. (bis)
Todo el país se conturba por gritos
de venganza, de guerra y furor.
En los fieros tiranos la envidia
escupió su pestífera hiel. (bis)
Su estandarte sangriento levantan
provocando a la lid más cruel. (bis)
Estribillo
¿No los veis sobre México y Quito
arrojarse con saña tenaz? (bis)
¿Y cuál lloran, bañados en sangre
Potosí, Cochabamba, y La Paz?
¿No los veis sobre el triste Caracas
luto, y llanto, y muerte esparcir?
¿No los veis devorando cual fieras
todo pueblo que logran rendir? (bis)
Estribillo
A vosotros se atreve argentinos
el orgullo del vil invasor.
Vuestros campos ya pisa contando
tantas glorias hollar vencedor. (bis)
Mas los bravos que unidos juraron
su feliz libertad sostener
a estos tigres sedientos de sangre
fuertes pechos sabrán oponer.
Estribillo
El valiente argentino a las armas
corre ardiendo con brío y valor:
El clarín de la guerra, cual trueno
en los campos del sud resonó.
Buenos Aires se pone a la frente
de los pueblos de la ínclita unión.
Y con brazos robustos desgarran
al ibérico altivo león.
Estribillo
San José, San Lorenzo, Suipacha,
ambas Piedras, Salta, y Tucumán,
la colonia y las mismas murallas
del tirano en la banda Oriental. (bis)
Son letreros eternos que dicen:
aquí el brazo argentino triunfó;
aquí el fiero opresor de la Patria
su cerviz orgullosa dobló. (bis)
Estribillo
La victoria al guerrero argentino
con sus alas brillantes cubrió.
Y azorado a su vista el tirano
con infamia a la fuga se dio. (bis)
Sus banderas, sus armas, se rinden
por trofeos a la libertad.
Y sobre alas de gloria alza el pueblo
trono digno a su gran majestad.
Estribillo
Desde un polo hasta el otro resuena
de la fama el sonoro clarín.
Y de América el nombre enseñando
Les repite, mortales, oid:
Ya su trono dignísimo abrieron
las Provincias Unidas del Sud.
Y los libres del mundo responden
al gran pueblo argentino salud. (bis)
Estribillo