“Bad Boy” Mandzukic

“Bad Boy” Mandzukic

Figura y autor del gol de la clasificación de Croacia, el delantero del Juventus es, como tantos amigos suyos, "un hijo de la guerra"

ES UN TANQUE. Mandzukic es de los delanteros que no mide consecuencias cuando hay que entrar en contacto con rivales. reuters ES UN TANQUE. Mandzukic es de los delanteros que no mide consecuencias cuando hay que entrar en contacto con rivales. reuters
13 Julio 2018

IGNACIO ENCABO | DPA

“Si me tuviera que ir a la guerra con alguien, no lo dudaría, sería con Mandzukic”: la frase la pronuncia Josep Guardiola en el libro “Herr Pep” y posiblemente resume a la perfección lo que es Mario Mandzukic. El autor el miércoles del gol hasta ahora más importante de la historia de Croacia, es un volcán, una pesadilla para cualquier defensa, ese jugador que siempre conviene tener al lado y nunca enfrente. No ofrece ninguna pizca de ternura este delantero de 1,90 metro y cara de pocos amigos.

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“A Mandzukic le podría atropellar un tanque y estaría bien”, dijo una vez Niko Kovac, actual entrenador de Bayern Munich y que tuvo al jugador a sus órdenes en la selección croata.

Nacido en la localidad de Slavonski Brod, el 21 de mayo de 1986, Mandzukic no tuvo un camino sencillo hasta la cumbre. Porque ahí es donde está ahora: en la final del Mundial de Rusia con su Croacia, a la que clasificó el miércoles con un gol en la prórroga ante Inglaterra.

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Mandzukic creció entre los sonidos de las bombas y los disparos de la Guerra de los Balcanes. Como muchos de sus compañeros en la selección, es un “hijo de la guerra”. Huyó del horror y se refugió con su familia en Alemania, donde empezó a dar sus primeros pasos como futbolista.

Tras la guerra y la independencia de Croacia, regresó a su tierra natal y en 2007 le llegó su gran oportunidad al fichar por Dínamo de Zagreb, el club más importante del país. Su viaje continuó en Wolfsburgo, Bayern Munich, Atlético de Madrid y por fin Juventus, su actual club y en el que coincidirá a partir de la próxima temporada con Cristiano Ronaldo.

Mandzukic, de 32 años, nunca olvidó la guerra y la lleva tatuada en su piel. En la parte baja de su espalda se lee en hebreo, aunque con alguna falta de ortografía según expertos: “Lo que no te mata te hace más fuerte”. Su piel también está decorada con numerosas cicatrices, recuerdos de incontables batallas en el césped. Que levante la mano el central que no ha tenido un roce con el croata. Porque Mandzukic nunca se ha escondido. Si hay que chocar, se choca. Si hay que sangrar, se sangra. Si hay que que correr 13 kilómetros, como hizo el miércoles, se corren.

“Nos vamos a dejar hasta la última gota de sudor en el campo”, indicó antes de la semifinal ante Inglaterra. Dicho y hecho. El delantero corrió como un poseso durante el partido, pero no le faltó aire en los pulmones. Su seleccionador, Zlatko Dalic, le quiso cambiar en la prórroga. “No, no”, le dijo Mandzukic, que minutos después estaba celebrando el gol de la victoria. Lo festejó arrollando incluso a un fotógrafo, que captó unas instantáneas que describen bien lo que es Mandzukic. Un rostro consumido por la euforia, puro fuego, un jugador que sube la temperatura de cualquier partido.

“Mandzukic es un guerrillero”, señaló una vez el español Juanfran, que fue su compañero en Atlético de Madrid.

Mandzukic ganó dos Bundesligas con Bayern, una Champions con los alemanes y tres títulos de la Serie A con Juventus. Con el equipo turinés disputó además la final de la Liga de Campeones en 2017, en la que marcó ante Real Madrid uno de los mejores goles de su carrera.

El más importante, sin embargo, lo anotó el miércoles en Moscú para clasificar a Croacia a la final del Mundial. Ahí le espera el domingo Francia. Que se preparen Raphael Varane y Samuel Umtiti.

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