Dupla para conducir al peronismo

En el peronismo hay una verdad que está más allá de las 20 que son propias de su liturgia: el que gobierna, conduce. Sin embargo, en Tucumán eso no se cumple con nombre propio, ya que la conducción del oficialismo viene recayendo desde 2015 en una sociedad tripartita: Manzur, Jaldo, Alperovich. Entre los peronistas, además, últimamente circulaba una definición de cafés y de pasillos: Manzur gobierna pero no conduce; lo cual para cualquier dirigente y simpatizante justicialista implica un pecado capital. Entonces, ¿decir que repetirá con Jaldo en 2019, enfrentándose a Alperovich, significa que Manzur se erigió finalmente en el conductor del espacio? No. En cambio, sí se puede afirmar que en los dichos se pasó del triple a un doble comando; el de Manzur y Jaldo, el primero transitando por el plano institucional y el segundo por el de la consolidación territorial y política. El blanqueo de las intenciones también sirvió para que se apresuren los encolumnamientos en el peronismo.

Este reacomodamiento en el oficialismo fue consecuencia directa de la ansiedad del senador al irse de boca frente a LA GACETA Play al amenazar con pelear por la gobernación en 2019, hasta por fuera del PJ. Alperovich provocó un cimbronazo en el justicialismo, porque obligaba a las huestes de Perón a definir a quién acompañar. Aceleraba tiempos. Les imponía jugarse por él o por los otros faltando casi un año para las definiciones electorales. Apuraba, acorralaba, presionaba. Le apuntó a Jaldo, pero la bala fue al corazón del gobernador. No sólo anticipaba públicamente sus intenciones de volver a la Casa de Gobierno, sino que ponía en peligro de fractura interna al PJ. Para muchos, las cosas se aclararon finalmente.

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Falta de acoples

En ese sentido no fue inocente el rechazo de Alperovich a la propuesta del PE de eliminar los partidos municipales y comunales -tal como ocurrió el miércoles-, lo que calificó de “chamuyo”. Es así porque en el fondo es uno de los perjudicados por la medida. Y no lo pudo evitar. Es que la existencia de cientos de partidos -se calculaban más de 1.000 para octubre de 2019- permite dividir con mayor facilidad las aguas internas en el peronismo. ¿Por qué?: porque el acople es una herramienta que invita a acompañar a tal o a cual dirigente, teniendo como anzuelos un cargo ejecutivo -intendentes- o uno parlamentario -legisladores y concejales-.

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Se puede decir que Alperovich -y también la oposición-, perdió esa zanahoria: la de tener la posibilidad de ofrecer acoplar a cientos de partidos o de dirigentes detrás de su postulación. Se puede sugerir que el oficialismo también perdió; y hasta se podría responder que sí, pero no en la magnitud de sus contrincantes, porque le queda la subordinación institucional de intendentes, legisladores, concejales y comisionados rurales. Y, sobre todo, el manejo de la caja provincial, un instrumento disciplinador de conductas e impulsor de lealtades, especialmente en el justicialismo.

En este marco, la existencia de menos partidos -reducidos a un centenar- implica menos adhesiones posibles. Con este panorama, Alperovich tendría que jugar de atrás en caso de romper; y “con la propia”, como diría la popular. Es clave saber si estará dispuesto a llevar al extremo su advertencia de dar pelea interna o externa y si tendrá simpatizantes que decidan jugarse a todo o nada por su cruzada. El senador, del que se dice quedó desconcertado con la salida desafiante de su sucesor, tendrá tiempo para reflexionar.

Sus huestes aguardarán expectantes una definición sobre lo que hará en 2019, para lo cual no tiene terceras posiciones: da pelea o no la da. A los suyos les dijo que por ahora acompañen la gestión, que no hagan ruido ni la traben. Así se entiende, por ejemplo, que en la última sesión legislativa, justamente cuando se trató el proyecto que repudió Alperovich, ninguno de los suyos haya aprovechado para fijar una posición distinta, como la de realizar un gesto de malestar o de rechazo a los dichos de Manzur. Ni siquiera hubo deserciones o abstenciones, sino un total acompañamiento. Tal como les solicitó el ex gobernador. Sus principales escuderos no creen que la decisión de Manzur de continuar en el PE vaya a hacer declinar a Alperovich de su pretensión de regresar al sillón que, cree, le prestó cuatro años a su delfín. Estiman que saldrá con más bríos y resuelto a dar esa batalla porque, al decir de algunos de sus seguidores, las encuestas lo favorecen. Vale reiterar; al senador le queda sólo renunciar a la lucha o dar pelea.

Ahora bien, ¿pelear por dentro o por fuera del PJ? Arnaldo Palina ya le ofreció su estructura (Partido de los Trabajadores) para que se postule a gobernador. Si así ocurriera se podría repetir lo de 1987, cuando el oficialismo se dividió y presentó dos listas (una encabezada por José Domato y otra liderada por Renzo Cirnigliaro) y perdiera en número de votos con el radical Rubén Chebaia. Sólo favoreció al peronismo la existencia del Colegio Electoral, porque no perdió el poder. Ese sistema indirecto ya no existe.

Este ejemplo debería hacer reflexionar a la oposición , para hacer lo posible para que, más allá de rezar y de acercar la carretilla con piedras, Manzur y Alperovich salgan con listas propias. Es la mejor posibilidad que tienen de llegar al Gobierno. Lo dice la historia. Desde este plano hasta se entendería que tanto el senador justicialista y un sector opositor de Cambiemos -apoyándose en argumentos constitucionales- objetaran la eliminación de cientos de partidos municipales y comunales. Es que como dijimos, cuando más partidos, más acoples, y por lo tanto más chances de pelear territorialmente las elecciones.

En este aspecto no debería resultar extraño que desde algunos de estos sectores surjan planteos judiciales en rechazo de la propuesta del Gobierno. Y en caso de que prosperaran cabría esperar la misma danza de boletas que inundaron los cuartos oscuro en 2015. Los intereses se cruzan, y los que antes eran adversarios, en adelante pueden ser socios. Lo mismo sucedió cuando un sector radical disidente de Cambiemos acompañó la iniciativa oficialista. Cada cual jugando por los motivos que más les conviene.

Otra, si Alperovich compite, ¿lo hará con lista propia en la interna del PJ que preside su esposa, Beatriz Rojkés? No sería lo más conveniente, porque puede recibir la misma medicina que le dio a Fernando Juri allá por 2007, cuando le ganó el partido al entonces vicegobernador contando con la estructura ejecutiva del Gobierno. Ahora, toda la estructura ejecutiva y legislativa la maneja la dupla que quiere repetir en 2019. Es decir, o se queda sin pelear disfrutando su banca de senador hasta 2021 o bien disputa por fuera del justicialismo.

Si esto último es lo que sucede, entonces estaría compitiendo contra Rojkés. Vaya un dato más de color sobre el matrimonio; horas después de que Manzur dijera que quiere seguir en el cargo y de que se aprobara la eliminación de los partidos municipales y comunales, los dos mantuvieron silencio, pero luego mostraron “contradictorias” fotos en la red social Twitter. Alperovich apareció al lado de Roberto Lavagna, que es parte del Frente Renovador que ahora está en el bloque Argentina Federal y al que adhieren los gobernadores disidentes -no kirchneristas-, como Manzur. Su esposa, en tanto, se mostró al lado de Gioja en la mesa de acción política del PJ, que integran mayoritariamente los kirchneristas que rechazan la intervención del partido. Cada cual por su lado, pero en los hechos, distanciándose de los intereses políticos de Manzur y de Jaldo. En el PJ local, en la nómina del consejo ejecutivo, detrás de la ex senadora están el gobernador, el vicegobernador, Regino Amado, Pablo Yedlin, Beatriz Mirkin, Juri, Juan Antonio Ruiz Olivares y Armando Cortalezzi, entre otros.

En fin, el apresuramiento de Alperovich para presionar y acorralar a Manzur obligó a que el gobernador precipitara su definición en torno de su futuro político. El senador obró sin medir el efecto extremo que podrían provocar sus dichos en Manzur: porque lo apuró a plantarse y no quedar como un mandatario debilitado. Una cosa es mostrar imágenes sonriendo con el gobernador, dando a entender que es su títere, pero otra cosa es someterlo al escarnio público, a mostrar que él manda y que su “elegido” no es más que eso. Manzur no tolerar que lo pinten y lo expongan ninguneado, justo cuando tiene que mostrar fortaleza frente al Gobierno nacional y, especialmente, frente al peronismo provincial. No pudo hacer otra cosa, no le quedaba otro camino.

Falta de respeto

Nada más peligroso y degradante para un dirigente que lo muestren como un pusilánime, como un falto de convicciones, porque a ese todos empiezan a faltarle el respeto, los propios y los ajenos. Cualquiera se le anima y eso en política es intolerable e inadmisible, menos para quien aún tiene varios meses de gestión por delante. Es lo que hizo Alperovich al desafiarlo. Lo presionó, lo arrinconó y lo obligó a decirle lo que le dijo: que él repetirá con Jaldo en 2019. No tenía más remedio, menos frente a la liga de gobernadores peronistas que integra y de cuya mesa chica de decisiones quiere formar parte.

De hecho, en el almuerzo que brindó el jueves en su domicilio a los diputados nacionales de la liga federal, el titular del Ejecutivo manifestó que compartía plenamente la construcción que vienen realizando y brindó por la consolidación del grupo de los gobernadores y del bloque de legisladores unificado. Qué mandatario lo respetaría si alguien le disputa el poder local y lo hace quedar mal parado frente a la propia tropa. Fue una forma de decir que no sólo gobierna, sino que el peronismo tucumano le responde a él. Por lo menos a través de Jaldo.

Manzur, frente al resto de sus pares, estaba obligado a decir que es él quien manda. Alperovich lo apuró a hacerlo. En momentos complicados para el Gobierno nacional, donde los jefes de los ejecutivos se convierten en figuras clave para consensuar salidas frente a la crisis, justamente a él se lo presentaba como un segundón. Los otros tendrían que ir a hablar con Alperovich antes que con él. No podía conceder eso; lo frenó. Y aceleró reacomodamientos en el PJ.

Menos frente a Macri, quien mañana vendrá a Tucumán y al que le podrá enrostrar el proyecto del que renegó Alperovich: la eliminación de 700 partidos. Cada vez que venía a la provincia, el Presidente le objetaba esa obscenidad que era la cantidad de acoples. Le podrá mostrar la norma y decirle, irónicamente claro, que le hizo caso.

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