Pura ilusión

El fútbol, solemos decir, es una formidable fábrica de ilusiones. Pero la ilusión funciona hasta que la pelota empieza a rodar. A partir de allí, hay que comenzar a sostener esa ilusión. La Argentina de Jorge Sampaoli fue quemando el arsenal de ilusiones etapa por etapa. Primero, desde aquel doble empate ante Venezuela y Perú en su debut en una Eliminatoria que inició justamente a pura ilusión. “Por fin un DT con método y a la altura de los jugadores”, era la frase más oída en aquellos días. Pero el boleto al Mundial se ganó en la última fecha. Igual sirvió para reabrir la ilusión. El 1-6 del amistoso contra España fue el segundo golpe más duro. Y luego, el propio Mundial siguió quitando crédito. Islandia, Croacia y, otra vez, agónico boleto a octavos con Marcos Rojo para viajar a Kazán, que invitaba a reabrir la fe. Pero el Dios argentino, Leo Messi, fue otra vez insuficiente para el milagro. Si creyéramos que el fútbol es una puja individual, el futuro (Kyliam Mbappé) le ganó ayer a Messi. Pero el fútbol, además de una fábrica de ilusión es, ante todo, un juego colectivo. Y más que el duelo Mbappé-Messi, Francia fue claramente superior, aunque el 4-3 final llame a engaño; más aun con esa última pelota que casi marca el 4-4 y confirma al fútbol como una caja eterna de sorpresas, tan injusto como la vida. Porque, admitámoslo, un tiempo extra en esas condiciones habría sido magnífico, pero injusto.

Aunque falte mucho para Qatar 2022, acaso esa pelota-gol en la cabeza de Agüeri haya sido una tardía, pero también última aparición mundialista del genio. Los Mundiales se le siguen negando. Se va de Rusia con apenas un gol. Y ya con casi 800 minutos sin siquiera poder anotar de octavos en adelante, cuando se juega a todo o nada. Como sea, su asistencia exquisita al “Kun” reabrió la ilusión del 4-4. ¿Injusto? Sí, claro. ¿Pero quién dijo que el fútbol debe ser justo? ¿Acaso no estaba Nigeria más cerca del 1-2 cuando Rojo salvó a la Selección de la humillación que hubiese significado la eliminación en primera rueda? ¿Y no habría merecido el equipo irse así después de la dura derrota 3-0 ante Croacia? La vergüenza deportiva de los llamados “históricos” prolongó la ilusión primero contra Nigeria y, por última vez, en el minuto final de ayer. El fútbol es un estado anímico y la vergüenza deportiva es un factor muchas veces clave. Pero no basta cuando se convierte en casi el único recurso.

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Podrán reaparecer ahora los viejos cadáveres. El 38-38 de la AFA, el proyecto hecho fiasco de juveniles y una última etapa de preparación que se anunciaba como clave, pero que terminó siendo también un caos, cancelación incluida del amistoso en Israel -supuesta causa de inesperados problemas posteriores-. De videos y de conversaciones telefónicas privadas que desnudaron internas y pujas de poder en el peor momento, incluidos gritos en micrófonos que, bajo el disfraz de la “argentinidad”, acaso encubren negocios con formato de TV. ¿Habrá que creer ingenuo el aviso de una millonaria demanda judicial y la amenaza de enviar a Messi a la cárcel montada en un estudio de TV apenas horas antes del partido ante Nigeria? Por supuesto que todos los ciudadanos son iguales ante la ley. Pero por supuesto que también que hay derecho a la sospecha. ¿O acaso es normal que el líder de la selección, Javier Mascherano, haya hablado en conferencia de prensa de “teléfonos intervenidos”? ¿Alcanza toda esa previa para justificar un juego tan opaco, con una única y sufrida victoria en cuatro partidos, un empate ante un debutante absoluto en Mundiales y dos merecidas derrotas? Y, peor aún: ¿alcanza para explicar por qué la selección casi jamás logró elaborar una buena jugada de ataque en cuatro partidos, excepción hecha del hermoso pase de Ever Banega y la definición notable de Messi en el primer gol ante Nigeria? ¿Alcanza para explicar por qué se defendió tan mal cada vez que el equipo fue presionado? Es cierto, un 4-3 en octavos de final suena a partidazo. Y es cierto, Argentina no eligió jamás refugiarse debajo de su arco. Pero el 4-3, fue dicho, es un gran engaño. Y buscar el arco rival no es sinónimo de jugar bien. Argentina tuvo siempre más posesión que sus rivales. La tuvo también, y de modo claro, ayer contra Francia. Le sirvió de poco.

Sampaoli cambió hasta en el último partido. Un día doble cinco, otro línea de tres y, finalmente, falso nueve. Equipo del DT o equipo de los jugadores. No lo sabemos. Enzo Pérez pasó de vacaciones a jugar de nueve. ¿Perdió acaso todo su crédito el DT con contrato hasta 2022 y con indemnización de U$S 20 millones? Sampaoli aportó lo suyo.

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Pero la que ante todo bajó su cotización fue la Selección, agotada de los “históricos”, pero con problemas serios de recambio, como lo reflejó Cristian Pavón, ayer por fin titular, pero sin justificarlo. Argentina ilusionó empatando 1-1 un primer tiempo que era de 0-3. Ilusionó luego cuando se puso 2-1. E ilusionó hasta el último minuto cuando casi llega el 4-4. Pero quedó en eso. En pura ilusión. Lo sabíamos todos. No hay derecho a la sorpresa.

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