Diario del Mundial, día 10: Máxima seguridad

Diario del Mundial, día 10: Máxima seguridad

Diario del Mundial, día 10: Máxima seguridad

Enfocan como si la vista fuera un escáner. La actitud no es hostil, pero sí escrutadora. Los ojos son por los general claros, así que la frialdad que transmiten se multiplica. Como los de Dax, aquel personaje de historietas que perforaba con su mirada de hielo. Los uniformes son tantos que resulta complicado determinar a quién representan. Soldados, policías y gendarmes no son los únicos encargados de ocuparse de mantener el orden en Rusia. Se percibe la presencia de otras fuerzas de seguridad. Y hay muchos, muchísimos personajes de negro -con trajes elegantes y entallados o remeras pegadas al cuerpo- ocupados en vigilar, vigilar y vigilar.

Las amenazas que grupos terroristas lanzaron antes del Mundial, especificando entre sus objetivos a Lionel Messi y a Cristiano Ronaldo, incrementaron las medidas de un país ya ocupado ciento por ciento de la seguridad. La convivencia de los rusos con sus vecinos no es sencilla, y en algunos casos, como con Ucrania y Chechenia, los conflictos bélicos están a la orden del día.

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La sorpresa desagradable puede llegar desde cualquier parte, no sólo de ISIS, aunque es justo apuntar que hasta aquí Rusia fue mucho más capaz de neutralizar el terrorismo que otros países europeos, como Francia.

Nizhni Novgorod es una ciudad especial. Todo lo relacionado con el militarismo se vive de manera casi natural. A fin de cuentas, el cinturón industrial estuvo dedicado durante décadas a la producción del armamento que nutría al Ejército Rojo. Muchos de los vecinos se ganaron la vida empleados en las fábricas de material bélico. La circulación de policías armados forma parte del paisaje. Además, la omnipresencia del río Volga añade el elemento de la Prefectura y de la Marina. Lo dicho: hay uniformes de todos los colores.

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Ojos que todo lo ven

Volviendo a la cuestión del terrorismo, con su promesa de hacer volar algún estadio durante la disputa de los partidos, y con el férreo sistema de seguridad instalado en el radio urbano de Moscú y de San Petersburgo funcionando a pleno, las agencias de inteligencia rusas pusieron la lupa en las sedes de provincia.

El valor simbólico de Nizhni Novgorod, por esa tradición armamentística ya apuntada, la convierte en un objetivo, incrementado ayer por la llegada de Messi. ¿La consecuencia? Se puso en marcha uno de los operativos más amplios y minuciosos registrados hasta aquí en la Copa del Mundo.

El corte de las avenidas que llevan al formidable estadio se implementó varias cuadras antes, con vallados y toda clase de controles que oficiaron de filtros. Lo propio ocurrió en el centro de la ciudad. Se interrumpió el tránsito, se valló la plaza principal y redoblaron los controles en la zona del Fan Fest. Escáners registraron a todos los que pasaban por allí, ya fueran ciudadanos que iban al trabajo o visitantes atraídos por el Mundial. En las esquinas, desplegados y atentos, se distinguían los pelotones de la Policía.

“Acompáñeme, por favor”, pidió un guardia en el acceso a la zona de prensa. La revisación fue tan minuciosa que incluyó el dinero (billete por billete), la suela de las zapatillas y el espacio entre el cinto y el pantalón. Las mochilas se abrieron como si se tratara de un aeropuerto. Recién entonces se franqueó el acceso. Todo con una mezcla de amabilidad y firmeza. Sin entender una palabra de lo que dicen, lógico, pero tampoco es que hablen mucho. Un par de indicaciones y esa mirada de acero son suficientes para que las órdenes no se discutan.

Mucho se habló antes del Mundial del carácter represivo del régimen de Vladimir Putin. Hasta aquí, felizmente, no se produjeron episodios de violencia para lamentar, salvo un incidente entre hinchas argentinos en la previa del encuentro. La Policía se cuidó de actuar ante situaciones más propias del fanatismo que de la mala intención, a las que no están acostumbrados.

Pero la amenaza terrorista es otra cosa y en Nizhni quedó claro. Las fuerzas de seguridad salieron a la calle con toda la maquinaria y, está claro, es mejor no meterse con ellos.

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