De herencia, una pelota naranja

De herencia, una pelota naranja

Los Fernández, el padre de 39 años y el hijo de 16, se cruzaron en una cancha.

RIVALES. Padre e hijo chocaron el 10 del mes pasado, por el torneo “Alberto Martí”, en el estadio de Francia primera cuadra. LA GACETA / Foto de José Nuno RIVALES. Padre e hijo chocaron el 10 del mes pasado, por el torneo “Alberto Martí”, en el estadio de Francia primera cuadra. LA GACETA / Foto de José Nuno

No resulta tan inusual que padres e hijos practiquen una misma disciplina deportiva. Generalmente el mayor de estos trasmite la pasión al menor, y hasta le abre las puertas para que ingrese al mundo de la competencia.

Pero debido, principalmente, a una cuestión etaria, casi nunca se da que ambos jueguen en una misma división, o que sean contemporáneos. Acaso ocurra en el golf, por ejemplo; pero difícilmente un jugador de fútbol, por mencionar un deporte colectivo, continúe en actividad cuando se produzca el debut de su hijo.

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El jueves 10 del mes pasado, en cancha de Huracán BB, se dio una excepción a esta regla. Por la última fecha de la primera rueda del torneo Alberto Marti, el “Globito” recibía a Concepción BB. En el equipo visitante jugaba Carlos Rubén Fernández, de 39 años; en el local, su hijo, Carlos Manuel Fernández, que hace poco cumplió 16. Muchos habrán estado pendientes del resultado (ganó el “León bandeño”, 75-62). Pero ellos no. En todo caso, lo que más les importaba a estos aleros era el evento familiar que estaban protagonizando.

Ambos ya habían jugado, como compañeros o como rivales. Pero en aquellas ocasiones se trataba de partidos entre amigos, con primos, con tíos, con los parientes. En este caso fue “por los puntos”, en el campeonato Anual de la Asociación Tucumana de Básquetbol.

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“Sentí una mezcla de nervios y de felicidad por estar jugando contra mi papá. Y me sentí muy orgulloso. Nunca pensé en que este momento podía llegar”, contó Manuel, que recién este año debutó en Primera. Añadió que la familia Fernández estaba presente en la tribuna, y que a la hora de hacer barra se repartieron un par de cuartos para cada uno.

Pero la emoción no fue exclusiva del hijo. “Me volvió a picar el estómago como antes. Fue una frutillita del postre; un gusto que me di después de tanta trayectoria y de tantos años jugando al básquet”, dijo el papá, conocido en el ámbito como “Canguro”.

Más allá de la satisfacción, admitió que el rol de padre le asoma por detrás del de jugador. “Él es muy chico; y uno tiene un poquito de miedo porque está jugando con gente más grande. Charlamos de eso a diario”, indicó, en referencia a las fricciones que suelen darse durante los partidos. “Le preocupa que me vayan a pegar o a golpear mal los más grandes”, agregó “Cangurito”.

La posta

Esta original situación, de un padre rival de su hijo en un campeonato, conlleva un plus: mientras que el primero está despidiéndose de los parqués, el segundo recién está iniciando su carrera. “Este es uno de mis últimos torneos; y después de haber compartido una cancha de básquet con mi hijo no puedo pedir nada más. Mi idea es terminar de jugar en diciembre, y después veré; pero quizás deje”, contó Rubén. Acaso debido a ello sienta que le está dejando la posta a Manuel: “me veo en la cancha, acompañándolo y disfrutando de que él viva todo aquello por lo que uno ya pasó”.

Ese acompañamiento, en realidad, comenzó hace tiempo. “Me enseña y me ayuda muchísimo, siempre me está dando consejos. Cuando no juega me va a ver en cada partido. Y entrenamos juntos”, destacó Manuel. Y se explayó con un ejemplo: “lo mejor que tiene mi papá es el tiro, la forma en la que tira. Ni bien recibe la pelota ya tiene la vista fija en el aro; y cuando vamos a tirar me explica”.

Pero incluso la mejor de las enseñanzas no tendría el menor sentido si del otro lado no hubiese voluntad para aprender. No es este el caso. “Él escucha mucho, está aprendiendo. Le faltan cosas, pero le gusta mucho entrenar, siempre está en la cancha”, dijo el papá, y admitió que ve sus genes en Manuel.

A su criterio, el mejor consejo que le repite a su hijo no tiene que ver exclusivamente con el básquet: “le digo que sea como es, una buena persona. Es un excelente chico”. Manuel destaca otra enseñanza sobre la cual, por estos momentos, insiste Rubén. “Dentro de la cancha no tengo su carácter; a diferencia de él no soy de tomar tantas decisiones. Pero él me dice que ya debo comenzar a hacerlo, porque estoy en Primera”, señaló el hijo.

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