Senegal tumba a Lewandowski

Senegal tumba a Lewandowski

TODOS CONTRA ROBERT. Wagué, Sané y Sarr triple marcan a Lewandowski, el delantero polaco que intentó hacerle frente a la marea verde pero no pudo. Reuters. TODOS CONTRA ROBERT. Wagué, Sané y Sarr triple marcan a Lewandowski, el delantero polaco que intentó hacerle frente a la marea verde pero no pudo. Reuters.

Vale la pena seguir a Robert Lewandowski. Se mueve, pica, baja hasta la media cancha, corre al corazón del área, forcejea con los roperos que Senegal destinó a cortarle el paso. Y nada. La pelota no le llega nunca. La soledad de Lewandowski da pena. Lejos, muy lejos, Grzegorz Krychowiak juega al trote, como el inolvidable Kazimierz Deyna, pero sin los rushes geniales de aquel 10 de antología. Lewandowski es una joya que Polonia se da el lujo de encerrar en el estuche.

Vale la pena seguir a Sadio Mané. Se mueve poco y nada. Lo justo y necesario. Para ser francos, habla más de lo que juega. Anda por la izquierda, buscando espacios. En el segundo tiempo es, directamente, un espectador al que sólo le falta pedir uno de esos baldes de cerveza que venden en el Spartak Stadium. Pero cuando agarra la pelota Mané destila clase. Modelo del crack pachorriento, por algo Liverpool le echó el ojo. Con él en la cancha, Senegal vive.

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¿Puede hablarse de impacto, de sorpresa? No. Desde mucho antes del Mundial se sabía que Senegal es el mejor de los cinco representantes africanos que llegaron a Rusia. Tiene a Kalidou Koulibaly, pilar del Nápoli. Tiene los casi dos metros de Salif Sane, curtido en la Bundesliga. Tiene a Yousouff Sabaly, un lateral buenísimo que da para mucho más que Girondins de Burdeos. Y tiene a Idrissa Gana Gueye, el volante de Everton que los corre a todos. Senegal es un equipo serio, bien armadito. No será una maravilla pero tiene sus armas, ideales contra un equipo mecanizado y carente de imaginación como el polaco.

A favor de Senegal, líder del Grupo H junto a Japón al cabo de esta primera fecha de locos que ofreció Rusia 2018, se cuenta la cuota de fortuna. El 1 a 0 fue en contra: tras un disparo de Gueye la pelota se desvió en Thiago Cionek y descolocó a Wojciech Szcsesny, eterno suplente de Gianluigi Buffon en Juventus. Y el segundo fue un error grosero de Krychowiak, cuyo pase hacia atrás fue un caramelito que se comió M’Baye Niang, anticipando la salida del arquero. Senegal hizo clinck caja y después controló casi todos los ataques de Polonia. Se descuidó una vez, porque a fin de cuentas tampoco es un equipo al que le sobre demasiado, y Krychowiak achicó el margen del aplazo descontando de cabeza. Y punto.

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De la hinchada polaca nada negativo puede decirse. Pusieron el pie en Rusia, país con el que no guardan simpatías, para apoyar a sus jugadores. Fue emocionante escucharlos cantar el himno nacional, casi en un alarido. Superaron a la barra senegalesa por un abrumador 90 a 10. “¡Polska, Polska!” retumbó en el Spartak desde un océano de camisetas blancas. Desagradecida, la selección le pagó con la peor de las monedas. La despidieron con silbidos, por más que Lewandowski se acercó a una de las cabeceras esgrimiendo un gesto a medio camino entre el reconocimiento y el pedido de perdón.

En la otra punta los africanos bailaban al ritmo de los tamboriles. Los periodistas senegaleses, todos de azul en los palcos, festejaban con el puño en alto. Demasiado contraste.

Si esto es todo lo que Polonia tiene para ofrecer, que ni sueñen con los octavos de final. Dejaron la creatividad en Varsovia, si es que alguna vez la tuvieron, y ni siquiera le pusieron un poquito de garra a la caminata cuesta arriba. Se puede jugar mal, pero no sin corazón. Esa es la anemia espiritual que detectó la multitud polaca en las tribunas y la que les dejó la sensación de amargura, más allá de la derrota. Lewandowski, resignado, se entregó sobre el final, cuando más se necesitaba a la estrella de Bayern Munich.

Corredores y saltarines, los senegales fueron para adelante cuando debían y se cerraron atrás al compás de un resultado que siempre les sonrió. Será interesante verlos contra japoneses y colombianos, para medir cuál es su verdadera dimensión futbolera. Por lo pronto. Mané tendrá que correr. No basta con un par de toques lujosos para ganarse los porotos.

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