De día esperado a desesperante

De día esperado a desesperante

Antes del partido, en el Fan Fest todo era alegría y los argentinos se sentían victoriosos apoyados por los neutrales; sin embargo, todo cambió tras el 1-1: la fiesta se desplomó y la algarabía mutó en clima de velorio por un resultado inesperado.

LE NOLI / ENVIADO ESPECIAL LE NOLI / ENVIADO ESPECIAL

Beto, del grupo de los que empiezan con el “mexi, mexi, mexi, México”, medio que regaña a un amigo argentino sobre cómo se ponen los hinchas cuando juega la Selección. “Ustedes son los únicos hinchas que creen que todo está difícil. No tienen paz, deberían de estar más tranquilos. Hoy gana Argentina 3-1”. Beto pensó que tenía el diario del lunes en el bolsillo, al cabo del primer tiempo con Islandia.

De lo que Beto después tomó nota fue que la Selección no estaba en sus cabales futbolísticos y que Islandia “había estacionado su autobús en su área chica y no pensaba sacarlo de allí”. Cuando llegó la chance del 2-1, en el penal que tuvo Lionel Messi, Beto se sintió grande. Su presagio no estaba tan cerca de concretarse. Cuando Messi falló, Beto se sumó al letargo de rostros pintados de celeste y blanco que estuvieron en los jardines de la Universidad estatal de Moscú. Se dio cuenta, de que pese a que el reloj todavía era amigo, el destino parecía haber fallado de antemano a favor del empate.

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Los islandeses, chochos. En su debut en un Mundial habían amargado a la Argentina de Messi, a una de las candidatas a llevarse la Copa, para ellos. Y de la fiesta al duelo, así pasó el clima del Fan Fest entre los argentinos con nacionalidad y ADN albiceleste.

Un oso con sangre de antepasados vikingos se siente libre de expresar su emoción por el 1-1 final. Cuando pasa cerca de sus recientes rivales en cancha del Spartak, levanta una bufanda y dice, “no llores por mí Argentina”. Más de uno le comió la cabeza con la mirada. Otros les regalaron insultos varios. El oso siguió en la suya, gastando sin necesidad. Mal ahí.

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Un empate significa tan poco para Argentina que los únicos que se olvidaron del marcador fueron aquellos fans neutrales que eligieron hinchar por Leo y compañía. Desde Tanzania, Kenia y otros países africanos, Usuf, Kaiser y amigos, le cuentan a LG Deportiva que han venido a ver el Mundial de Messi y los partidos entre Brasil-Costa Rica y Argentina-Nigeria. Son los fans que bancan la parada de la alegría. “Messi es el mejor, después viene Cristiano Ronaldo”, dice Usuf dejando de lado las actuaciones individuales de los dos cracks en sus debuts en Rusia que analistas maliciosos buscaron incrustar en la opinión popular. Kaiser lo reta, “Messi, sólo Messi”.

Un grupo de brasileños, en especial uno de ellos que tiene un jefe argentino y que viajó por el país, afirma: “Messi antes que Neymar”. Suena a apoyo encubierto hacia el capitán argentino después de lo que pasó. No lo es. Los de esta patria bancan al 10, no así al resto de los que no los acompañaron en cancha ayer, consideran.

Interminable sufrimiento

Costó digerir el resultado. El regreso a casa de se hizo eterno. Para colmo, el ingreso a la estación de metro más cercana estaba clausurado. No daba abasto de los que venían hacia el Fan Fest. Había que caminar otros 2 kilómetros, además de los casi tres iniciales, para salir del infierno que había sido el fan zone para los argentinos. La caminata sirvió para dejar de lado el mal trago. “Prefiero estar acá y no en mi casa, escuchando a mi viejo”, asegura Gastón, mendocino que vino a seguir al equipo de Jorge Sampaoli durante la primera fase del grupo D. Lautaro, Federico y Facundo opinan lo mismo. Creen que cuando ellos estén en los duelos contra Croacia y Nigeria, la suerte de la Selección cambiará. “Para esos partidos sí tenemos entradas”, dicen.

El que ha decidido llevarse un recuerdo del día es un porteño que cruzó al oso con la mirada y después ignoró. A modo de no guardar resentimiento donde no lo hay, cuando llega a la estación Leninsky Prospect del Metro 6 se cruza con tres islandeses, los saluda y les pregunta si quieren intercambiar camisetas. Tiene la último modelo argentina, la de las tres tiras que vino de estreno a Rusia. El menor de los comensales, que casi roza los dos metros, dice que sí. Sin dudarlo, se calza la camisa, mientras que quien ofreció el canje apenas la muestra a la cámara. Muchas gracias, suerte en la próxima.

Desde que los argentinos llegaron a Moscú todo había estado de maravillas. Desde lo climático, el día de ayer fue el mejor de todos, por varios cuerpos. Lo que no acompañó fue lo más importante, el rendimiento de una Argentina que llenó de dudas a sus seguidores. Sembró de dudas, pero no les quitó la esperanza a los hinchas. “No hemos perdido, estamos en carrera”, afirma José, de Santa Fe, pese a que las caras largas siguieron a lo largo de la peregrinación del metro, en cada estación que paró.

Entonces, era cuestión de buscar la manera de sacarse de la cabeza lo que había pasado y cambiar el dial de sensaciones. La Plaza Roja, la peatonal Nikolskaya, el famoso punto de encuentro de los argentinos, pudo servir de filtro a la amargura, porque allí en esa zona exclusiva de aguante, la mala onda tiene prohibida la entrada.

Y así, el “Brasil, llegó papá, la copa se viene con nosotros a casa”, el himno argentino que nació en Moscú fue el nicho del olvido de los hinchas y un empujón de ánimo para lo que viene.

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