Sincronizados
20 Mayo 2018

SEXUALMENTE HABLANDO

INÉS PÁEZ DE LA TORRE | PSICÓLOGA

Entre las muchas expectativas culturalmente construidas en torno a la sexualidad, la del “orgasmo simultáneo” ocupa un lugar destacado. No importa lo infrecuente de semejante coincidencia: la mayoría está de acuerdo con que en una relación sexual lo “ideal” sería que las dos personas alcanzaran el clímax juntas.

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El sexólogo argentino León Roberto Gindin refiere que este mito cobró fuerza después de la liberación sexual de los años 60: “se desató un verdadero culto al orgasmo y se difundió la idea de que la plenitud sexual sólo podía alcanzarse en el orgasmo simultáneo, que fue considerado como el non plus ultra, la perfección en sí, el nirvana del sexo”. Simétricamente, el no lograrlo se convirtió en un signo de incompatibilidad sexual. Y si bien hoy pocos harían una afirmación tan categórica, un resabio de este paradigma persiste y lleva a que las personas hagan consultas sobre el tema.

Para los promotores de la sincronía orgásmica –y siempre hablando de relaciones heterosexuales- ésta sólo es válida si se ha obtenido durante el coito penetrativo. Un requisito que lo dificulta aún más. Y es que, si consideramos que poco más de un 30% de las mujeres pueden alcanzarlo de esta manera y que un buen porcentaje de varones tiene dificultades para controlar sus tiempos luego de la penetración… ¿cuántas posibilidades hay de que una pareja logre esta perfomance?

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Por otra parte, durante esos segundos de placer máximo -por más conexión y/o afecto que exista entre las dos personas- resulta difícil descentrarse de la propia experiencia para conectarse con lo que pasa del otro lado. Es paradójico: así que como las barreras del yo parecen disolverse durante el clímax, se trata al mismo tiempo de una vivencia absolutamente individual. Por eso, si bien es cierto que puede resultar muy intenso coincidir, no lo es menos ser un testigo deleitado y amoroso, capaz de celebrar el placer del otro.

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