Cambiemos

Cambiemos sufre aquí y allá; en el ámbito local por razones políticas y en el ámbito nacional por cuestiones económicas. Observemos; la inflación anual no sería finalmente la pronosticada, los tarifazos duelen en los bolsillos, el malhumor social crece y el dólar trotó imparable en los últimos días. Verdaderos dolores de cabeza para una gestión cuyo líder, Macri, guardó absoluto silencio. Dejó todo en manos de su equipo.

Pero como en este país nadie asume responsabilidades por lo que sucede ni se anima consensuar políticas a futuro porque es síntoma de debilidad y de pérdida de credibilidad, se prefiere echar la culpa de los errores -siempre forzados- al otro: a la fiesta que armó el que estuvo antes, al que pone trabas en la rueda desde la otra vereda, al que no entiende de qué se trata y hasta al que juega en cancha ajena. Ocurre en todo el mundo por las políticas de Trump, sostuvo Elisa Carrió sobre el mal trance de gestión de Cambiemos. ¡Cómo no ganó Hillary Clinton así no existirían estos problemas! En breve, la responsabilidad de la crisis será de los hackers rusos.

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Los costos políticos de las acciones que sufre la sociedad no los quiere pagar nadie en soledad, se tiene que arrastrar consigo al resto para que la impopularidad sea generalizada y compartida, para que los efectos negativos se minimicen en términos políticos y electorales a futuro.

Así, en medio de la peor crisis financiera de la gestión de Cambiemos y de la caída de la popularidad del Presidente, el Gobierno nacional salió a jugar fuerte para frenar la incertidumbre generalizada y también a apretar en forma pública y sin ruborizarse a los gobernadores peronistas, inicialmente a los tres Juanes (Manzur, Urtubey y Schiaretti) para mantenerse en sus trece. Lo hizo sin la menor elegancia y etiqueta institucional; les mandó el comunicado con tinte disciplinador ¡por radio! Peña les pidió tácitamente encolumnarse e impedir que sus diputados avalen los proyectos opositores contra la política tarifaria nacional. No aclaró si debía ser así por los favores recibidos o por los a recibir. Allí guardó recato. Secreto de Estado. En los próximos días se verá hasta qué punto llega la docilidad y la dependencia de los mandatarios provinciales a la mano amiga-enemiga del poder central.

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En este clima, Manzur optó por la cautela y salió a hablar de prudencia frente a la realidad; cuidándose de no desagradar y atendiendo a las voces macristas. Pensará en su gestión y en la gobernabilidad. Sin embargo, un diputado de su riñón, Pablo Yedlin, firmó la solicitud dirigida a Monzó para que se convoque a sesión para el miércoles; lo que hizo junto con Bossio, Lavagna, Camaño, Solá y Kosiner. He allí dos caras. Todo esto se desarrolla en medio de un proceso de intento de reorganización del peronismo no kirchnerista para convertirse en alternativa en 2019; justo teniendo a los tres Juanes entre sus mentores.

El descontento social le abrió una puerta a esta línea para justificar ese anhelo, aunque a la ola de las críticas se han subido todos los opositores; incluso hasta algunos radicales. El peronismo, en sus diferentes vertientes, hasta las versiones más antipáticas para la sociedad, espera agazapado el “momento de unirse” que sería provocado por la situación económica.

En fin, una pregunta política asoma por sí sola en medio de la crisis: ¿la presión peñana será tan efectiva como para que el eje justicialista Salta-Tucumán-Córdoba también salga a echarle culpas a Trump o bien animarán a sus diputados a que acompañen la iniciativa opositora que luego Macri vetará? En medio de suba de tarifas y de inflación, lo que resuelvan será una cuestión de costos; políticos, claro.

La Liga chica

Mientras en la Superliga se hacen movidas políticas en medio de un marco económico y social complicado, aquí, en la Liga tucumana, hay partidos menores que se están desarrollando con vista a 2019. Y sin la injerencia de Trump.

Se trata de las apuestas en torno de la reforma electoral en marcha, donde los protagonistas quieren sacar todo tipo de ventajas bajo las excusas de mejorar la representatividad de los elegidos y la calidad institucional del sistema de votación. En ese marco cabe destacar que la oposición, por ejemplo, encontró un hueco para contrarrestar los efectos del acople en favor del peronismo, aunque no todos se han percatado de este detalle.

No se trata precisamente del planteo de un sector de Cambiemos de reducir a un solo acople la adhesión a una fórmula ejecutiva -proyecto que aún no habría ingresado a la Cámara-, sino de la sugerencia de que haya primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) provinciales.

Este mecanismo no es más que una forma de depuración previa de las organizaciones políticas chicas, las que quedan en el camino por no alcanzar los porcentajes de representatividad exigidos para pasar a la gran final. Esta iniciativa no es del agrado de los oficialistas que han advertido la jugarreta que esconde la propuesta.

Es que el peronismo ama el acople, y la implementación de unas PASO locales irían en contra el espíritu que anima la vigencia de las colectoras, que no es otro que el de sumar votos hasta de a puchitos para la fórmula principal. Si más partidos implican más acoples, las primarias obrarían de colador para que sean menos; precisamente lo que no admitiría el PJ.

¿Quién o quiénes quieren primarias provinciales? La ley 5.454, de partidos políticos, sólo habla de internas cerradas (artículo 41), por lo que habría que ajustar la legislación para que haya internas abiertas.

En Cambiemos pide PASO, entre otros, Domingo Amaya. Indirectamente arrojó un tiro al corazón del principal grupo opositor o por lo menos para aquella corriente interna que promueve un solo acople; situación que expone la ausencia de una posición unificada frente a la reforma electoral, cual si no tuvieran vocación de poder sino la mera intención de defender pequeños espacios o privilegios ya conquistados.

El ex intendente capitalino salió a buscar su propio terreno de lucha, enviando señales para todos lados. Esta semana, por ejemplo, le preguntaron si desde el oficialismo provincial lo habían tentado con una candidatura a intendente. Admitió que tal consulta existió porque algunos “compañeros” le piden que regrese al nido. “Es un honor que piensen en mí, pero no hubo tal ofrecimiento”, aseguró a esta columna. El mensaje tiene sus destinatarios y conlleva advertencias, bien para quedarse o bien para irse. Se rumorea que algunos peronistas lo tentarían con un agasajo este mes. Amaya es uno de los que entiende que debe haber PASO para terminar con los acoples, lo que, como se señaló, provoca escozor en la piel del peronismo.

El grupo de Cambiemos que presentó su propuesta el lunes 23 de abril no quiere PASO, aunque cometió un error en la redacción del texto ya que mencionó algo al respecto. Ocurrió en el artículo 38 de su propuesta (debate obligatorio), donde escribieron que el debate entre candidatos a gobernador e intendentes “se realizará previo a las elecciones abiertas, simultáneas u obligatorias”. Después, ante una consulta, se admitió que hubo una equivocación en la incorporación de esta frase. Es que es coherente no estar en favor de primarias abiertas porque la existencia de un acople chocaría contra esas elecciones.

Pero hay otros más. Con su propuesta bajo el brazo aparecerá en breve el legislador Ariel García, que también apoya las PASO provincial. Para el dirigente radical, enfrentado al oficialismo en la UCR -o al canismo-, esta instancia electoral significará la eliminación de los partidos fantasmas a partir del enfrentamiento entre las listas de candidatos ejecutivos y legislativos. Sería en fin de los acoples según entiende el “boina blanca”, que estima que de esta manera mermaría la influencia de “los aparatos”. ¿Por qué? Porque al ser obligatorias las internas, todos los partidos deberían participar con sus propias nóminas de aspirantes y lograr el piso del 3% -que exige la ley- del total de los sufragios emitidos para seguir en carrera. Los que no superen la barrera ni siquiera acoples podrían ser. Ni siquiera servirían para acercar puchitos de adhesiones en la final. Se entiende entonces por qué al oficialismo esta sugerencia le causaría un poco de frío y cosquilleo incómodo.

Porque no le juegan bien

Lo que se ve en Cambiemos local es que sus referentes corren en distintas direcciones: los radicales tienen su propia interna y, encima, propuestas diferentes. Sus socios del PRO reniegan de los acoples, Amaya mira de reojo las ofertas tentadoras del oficialismo y Alfaro juega su propio partido en medio de los tironeos societarios.

Precisamente, en la semana que pasó el jefe municipal quiso mostrar “músculo”, como se dice en la jerga política: su partido, el Partido por la Justicia Social (PJS o pejotaese, como le dicen, o ese otro pejota) organizó una celebración por el Día de los Trabajadores, sin la presencia de radicales y de cualquier otro integrante de Cambiemos. PJS puro, puros solamente. Una muestra de poder con los propios.

El intendente no está en iguales condiciones que en 2015, cuando se colgó de Cambiemos por no contar con una estructura de respaldo; ahora tiene su propio partido, sus propios legisladores y hasta una diputada nacional, su esposa, Beatriz Ávila. Lo que dejó en claro en el festejo, en el que hubo 3.000 comensales por lo menos. El mensaje también tiene destinatarios.

Es que al jefe municipal, y a su entorno, lo habría alterado enterarse que entre sus socios radicales anda circulando la idea de presentar dos candidatos a intendente por la Capital en 2019: uno por la lista oficial y otro por el “único” acople. Quieren perder; fue la interpretación rápida del alfarismo, que inmediatamente reaccionó con ese acto para reivindicar el voto que lo ungió intendente y que puso a Avila en el Congreso y mostró muy a lo peronista -el que quiera oír que oiga- que quiere repetir su mandato desde Cambiemos.

Sin embargo, observaría con preocupación que desde ese mismo espacio no le están jugando bien. Por eso también salió a pedir primarias abiertas. Una forma de decir que no le disgusta la pelea interna con sus propios socios para dirimir quién debe ser el candidato de Cambiemos; para eso mostró que tiene músculos. Lanzó un desafío. El alfarismo entiende que los radicales creen que son Cambiemos, cuando no son más que un problema. Y teme que los arrastre cuesta abajo por el propio internismo. En ese marco, el intendente tiene mejor relación con la Nación que con sus socios locales, ya que, pese a la situación económica, no le han soltado la mano en materia de recursos. El miércoles, vaya por caso, Alfaro tendrá ocasión de hablar con el ministro del Interior, Rogelio Frigerio.

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